La calle Real de Chiclana, su entorno y moradores ilustres (III)
Frasquita
Larrea, Juan Nicolás Böhl y su hija Cecilia, una trinidad literaria irrepetible
Tercer
capítulo en el que Juan J. Rodríguez Ballesteros nos habla de Frasquita Larrea,
su esposo Juan Nicolás Böhl y su hija Cecilia, que firmaría sus libros como
Fernán Caballero. También nos relata las vicisitudes vividas por esta familia y
las personas con las que se relacionaron en Chiclana. (FOTOS: Cecilia Böhl de Faber, Frasquita Larrea, Nicolás Böhl de Faber y casa de la Plaza de España).
No basta con dejar claro que en Chiclana, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, vivió una trinidad literaria única e irrepetible. De una parte, el matrimonio de Frasquita Larrea y Juan Nicolás Böhl, iniciadores del primer movimiento literario contemporáneo de España, el Romanticismo. De otra, su hija Cecilia, iniciadora de la novela contemporánea hispánica.
Pero
¿quiénes eran estos vecinos de Chiclana? Él alemán, ella vascoirlandesa y su
hija medio alemana, educada en francés y escribiendo no muy bien en castellano.
Los tres trilingües, muy cultos, los tres muy dados a escribir cartas.
Procedentes de ese Cádiz, Manhattan andaluz, riquísimo y muy cosmopolita en los
estratos altos de una sociedad con casi un 25% de extranjeros: vascos,
genoveses, franceses, irlandeses…
Un grupo
social refinado y muy por encima de la realidad popular, a la que le prestaban
oídos por puro afán romántico, por aquello del espíritu tradicional que el
pueblo atesora. Románticos conservadores, casi ultras diríamos hoy, si bien
Frasquita defiende a capa y espada sus derechos como mujer, escribiendo. Ojeen
su interesante obra en el libro en el que fue recopilada por mi maestro Antonio Orozco Acuaviva
MÁS LITERATO QUE MERCADER
No era la
mujer ideal para un alemán que pudo haberse casado con ella, en parte, por
interés, y que cuando la llevó a Alemania de viaje de novios -ella encantando a
todos-, la forzó a un viaje de vuelta a Chiclana embarazada, hasta el punto que
dio a luz a su hija Cecilia en Suiza.
Juan
Nicolás, literato más que mercader, deseaba emular a su maestro Joaquín E. Campe, que fue también preceptor de
los hermanos Grimm y de los Humboldt e incluso escribió un libro de éxito
en el que Juanito era el protagonista. Acá lo tradujo Iriarte. Quería vivir como él, en sus tierras de señorío tras
obtener el título von Faber de su
padrastro. A Frasquita no le gustaban ni los Campe ni su forma de vida y se
volvió para Chiclana.
Al fin,
Juan Nicolás también se arruinó en Alemania. Con su mujer, desde luego, no
pudo. Iluso pretendía que ella cambiara y fuese “humilde,
dócil, obediente, complaciente y económica”. Ella, separada, publicará
exaltados textos patrióticos contra los franceses y a favor de Fernando VII y desde luego puso todo su empeño,
más tarde, en aleccionar y corregir la escritura de su hija, si bien ambas, con
la boca chica, dirían que eso de escribir era cosa de hombres.
PUBLICACIONES
Juan
Nicolás, afincado ya en El Puerto, imprime una primigenia recopilación de
poesías populares en sus Florestas…Poco
antes, a poco de volver a Chiclana en septiembre de 1813, publica el Mercurio Gaditano del 23/07/1.814 un texto que pasa desapercibido, unas
Reflexiones generales sobre las antiguas novelas españolas, copia algo reducida
de un artículo ya aparecido en las Efemérides
de España (Madrid), el 20/10/1.804. Es difícil que Juan N. no tuviese
algo que ver.
Toda una
premonición del papel renovador que jugará su hija Cecilia. ¿Fue acaso la
reproducción de este texto el comienzo de lo que vino después al difundirse, en
el Mercurio del 16/09/1.814, las Reflexiones de Schlegel
sobre el teatro, traducidas del alemán? Inauguró la gran Polémica Calderoniana.
Juan N. defiende el teatro áurico español frente al francés, siguiendo a
Schlegel, a quien Frasquita le llegó a escribir. Pena que, al fin de sus días,
a ella se le agriara el carácter y él andaba cada vez más hipocondríaco.
Más de una
vez, Juana Sèret le cuidó, casi seguro en
su casa de Chiclana. Frasquita
consiguió publicar en Alemania la primera narración de su hija; ésta publicó la
primera traducción de lord Byron al
español, realizada por su madre. En una entrevista le preguntaron a Cecilia ¿de
dónde se consideraba? Ella respondió: “Yo
quiero ser española”.
LA VIDA DE CECILIA, DE NOVELA
Ya se sabe
que su vida, de haberla escrito, hubiese sido la mejor de sus novelas, pero
prefirió ocultarse tras el rastro de su tinta, como un calamar andaluz al decir de J. F.
Montesinos. Calamar, desde luego que sí, pero ¿andaluza? Chiclana
transita en toda su obra. De nuestra tierra tomó prestados para sus novelas
paisajes, personajes, dichos, escenas, cuentos…
Describe
rabiosa la destrucción de El Castillo, La
Gaviota bien podría situarse en Sancti-Petri, por sus páginas aparece Paquiro, la Batalla de
Chiclana, su casa de planta baja, Fuente Amarga, el Santo Cristo, la mala madre (Dolores
Sèret), las cinco casas y, cómo no, los
atajaprimo chiclaneros del cuento Una
paz hecha sin preliminares…, recogido de “las
señoras S.[èret], que vivían y aún viven, en aquella casa[…], una de las cinco
que forman un costado de la gran plazuela en que desemboca el puente”.
En esa
casa, la nº 3, intentó refugiarse en los peores años de su vida. Recibió a un
periodista polaco que le preguntó por el ambiente
de la villa (sabía que aquí confinaron a Bartolomé
J. Gallardo y Juan van Hallen) y
ella le respondió: En este grosero lugarón “no
hay más escritor que su servidor”. Lo cierto es que, en sus novelas
costumbristas, Cecilia no logró desplegar todo su arte, lastrada por su
obsesivo pensamiento moralista y conservador.
JUAN J. RODRÍGUEZ BALLESTEROS
(Continuará)
Pon tu comentario