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Chiclana y sus historias


 

Las distintas visiones de la historia de Chiclana han influido notablemente en la conservación o destrucción de su patrimonio artístico.-

Nos hacemos ecologistas cuando percibimos que el medio ambiente se ha degradado. Algo así sucede con los estudios históricos sobre Chiclana, que han florecido de la mano de la destrucción de su urbanismo y el deterioro casi irreversible de su medio rural. Eso, unido a la nostalgia romántica y, no menos, a la necesidad de reforzamiento de la identidad que le acompaña (localismo-nacionalismo) han sido el motor de tal florecimiento historiográfico reciente en la localidad.

 

En tal sentido, yo también hice mi pequeña aportación con la obra Chiclana en el romancero. Desde entonces decidí apoyar el proyecto investigador de alguien que trabajaba la historia desde el archivo, desde la búsqueda y el hallazgo, que es lo central para aportar novedad y diferenciarla de la novela histórica.

 

La Historia, es plural, porque es relato y se halla impregnado, mal que se disimule con el mantra de la objetividad, de la ideología y la cosmovisión de la época a la que pertenece el autor. Nadie escapa a relatar con su tono los filones de hallazgos de un pasado que no existe sino en sus vestigios, de ahí la importancia central de los archivos antiguos para elucubrar sobre quiénes somos y de dónde venimos.

 

GRANDES APORTACIONES A NUESTRA HISTORIA

 

Por ello hice las aportaciones que pude, colaborando con Jesús D. Romero Montalbán, en su obra El Cerro de Santa Ana. Historia y culto y en la siguiente, de reciente aparición, Un paseo por Chiclana través de su historia. Ambas juntas configuran un corpus de datos que han permitido dotar de sentido al urbanismo de la entonces villa, haciendo factible la inserción en ella sus más notables figuras, centrándose en la Edad Moderna y prolongándose en la Contemporánea, y que, junto con el hallazgo de los restos de El Lugar del Castillo, son las más grandes aportaciones a nuestra historia realizadas en el siglo XXI.

 

 

Entre otros asuntos me encargué de la bibliografía sobre Frasquita, Juan Nicolás, Cecilia, García Icazbalceta y lo relativo al Cipo romano hallado en nuestra localidad y que fue regrabado por Esteban Alfonso de Molina, dejando constancia en latín de su veneración al culto de la Santa Cruz instalada ante su casa y conocida como del Cabezo.

 

DEL VII CENTENARIO A CIUDAD TRIMILENARIA

 

De dicha traducción del texto, que se reproduce en el citado último libro refiriéndola mí, quiero dejar constancia que fue realizada por Enrique Morales Lara en su artículo Una inscripción latina del XVII sobre el cipo funerario del oculista Albanio Artemidoro. ¡A cada cual sus méritos! Lo cierto, es que nuestra visión del pasado de Chiclana ha cambiado notablemente: Del VII Centenario a ciudad trimilenaria.

 

La historia oficial hasta entonces, fue un producto de la visión medievalista de Domingo Bohórquez, quien prescindió de la respetable opinión de, nada menos, que Enrique Romero de Torres, dada en 1907, sobre la existencia de importantes restos romanos en el sitio de El Castillo de Chiclana. Así nuestra historia antigua quedó oscurecida, ninguneada y, además, ello permitió que durante esos años se acometiera el derribo de numerosos edificios del núcleo medieval fundacional de Chiclana, El Lugar, sin comprobaciones arqueológicas.

 

¡Pero si ni siquiera la ermita de Santa Ana se restauró con los debidos estudios! Los huesos del general francés Sénarmont se rejuntaron con los otros y se metieron en un saco, allí deben estar bajo el suelo; los pequeños objetos que les acompañaban volaron.

 

 

TENDENCIAS ANGLÓFILAS

 

Como se ve, cuenta mucho la visión con la que los historiadores reconstruyen sus historias. Hoy imperan tendencias anglófilas. Normal, la mentalidad anglosajona domina y son los vencedores los que monopolizan con su relato imperialista la Historia. Así que ahora La Batalla de Chiclana, que se desarrolló en la Punta del Boquerón, en el Molino de Almansa y en la Torre del Puerco, ya es conocida ¡en Chiclana! con el nombre que le dan los ingleses, Batalla de la Barrosa.

 

Comprensible es que ellos y los anglófilos jerezanos barran para adentro con sus poemas patrióticos cargados de desprecio hacia los españoles de entonces, pero ¿que esa visión tan british la hagan suya chiclaneros?

 

También puede recientemente comprobarse ese sesgo anglófilo en obras locales de gran interés, que tratan de algunos ingleses que a principios del siglo XX vivieron en nuestra localidad, también durante la Guerra Civil, como si se tratase de un escenario africano al modo de Memorias de África.

 

 

NUESTROS ABUELOS, LOS NEGRITOS DE MEMORIAS DE ÁFRICA

 

Así que nuestros abuelos, inmersos en aquella trágica guerra de 1936-39, deben ocupar el sitio de los negritos que soportaban las refinadas y coloniales maneras de la baronesa Isak Dinesen. Los ingleses que andaban por La Barrosa actuaron como espías e informantes de Inglaterra más o menos encubiertos y ayudaban a esa potencia imperial que hablaba de neutralidad y que de hecho apoyaba bajo cuerda la sublevación militar africana que ensangrentó nuestra tierra.

 

Baste con saber que muchos de sus amigos eran falangistas de Jerez y, por si fuera poco, de Luis Bolín anglomalagueño que divulgaba en su segunda patria (Inglaterra) su apoyo al Golpe de Estado que se dio tras el vuelo del Dragon Rapide; ése que se contrató en Londres y que trasladó a Franco poniéndolo al frente del alzamiento africano.

 

PLACENTERA VISIÓN COLONIALISTA

 

Nada de esto se oculta en esas obras, pero, repito, nuestros abuelos seguro que no comulgarían con esa placentera visión colonialista, mientras Diego Rodríguez Barbosa era decapitado y enterrado en la cuneta, entre otros, no lejos del Centro de Salud de los Gallos.

Debo dejar bien claro que la crítica que realizo de tales tendencias que, desde mi punto de vista, imperceptiblemente desdibujan el marco histórico acercándolo a las biografías amables, para nada encubre ningún ataque personal a unos autores tan dignos de elogio por sus aportaciones y su amor a nuestra tierra y su historia.

 

JUAN J. RODRÍGUEZ BALLESTEROS

 

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