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Lecciones de la Historia... de las que no aprendemos

Fernando Perea [colaboraciones].-

Las terroríficas noticias que en estos días llegan desde Ucrania, no hacen sino evidenciar que nada en esta situación es original en el devenir histórico. No hay nada nuevo. El mejor inversor de la historia reciente llamado el Oráculo de Omaha, Warren Buffett, referente a las consecuencias económicas de las crisis históricas, dijo en su día: “Lo que aprendemos de la Historia es que las personas no aprenden de la Historia”.

 

También dijo Nicolás Avellaneda, presidente de Argentina: “Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”. Los humanos no nos hacemos las preguntas adecuadas ante los acontecimientos trascendentales. Y también hemos exiliado a los libros que nos cuentan situaciones semejantes en pocos o muchos años atrás. Incluso con dos o tres de esas preguntas valdría... tampoco hace falta una tesis doctoral.


¿TENÍA RUSIA ALGUNA RAZÓN PARA ESTAR MOLESTA CON UCRANIA Y EL BLOQUE OCCIDENTAL?


Sí. Y denme ustedes un minuto para explicarlo. En octubre de 1962, Estados Unidos vio como su archienemigo de la Guerra Fría, la otrora Unión Soviética (hoy Rusia) le colocaba unos misilitos en Cuba, a tiro de piedra de su soleada Florida. Aunque con tecnología de los sesenta, estaban al ladito, a una distancia equivalente como a si a nosotros nos los pusieran en Córdoba. John Fitzgerald Kennedy respondió con contundencia pero de forma proporcional: realizando un bloqueo naval a Cuba.

 

Además, preparaba el asalto diplomático en la sede de la ONU, donde el 25 de octubre el viejo zorro de Adlai Stevenson II -excandidato presidencial demócrata, derrotado dos veces por Dwight David Eisenhower- acorraló al embajador ruso, Valerian Zorin, y lo puso entre las cuerdas, ganando el relato ante el resto del mundo. Para aquellos millennials que no saben lo que es leer y que quieran saber cómo terminó la cosa, no les recomiendo un libro sino una cinta: Trece días (2000), dirigida por Roger Donaldson.



Ahora, en 2022, Rusia estaba en la situación de los Estados Unidos de 60 años atrás. Tiene ya en su frontera varios países de la OTAN (Polonia, Rumanía, Estonia, Letonia o Lituania) con fuerzas militares y misiles de la Alianza Atlántica mirando hacia Moscú. Quiere frenar que los países en lista de espera (Finlandia, Georgia o Ucrania) puedan ingresar en la Organización y tener más misiles rodeando su país.

 

Pero en esta ocasión Rusia ha perdido la razón y el relato desde el minuto uno de partido. Su justificable demanda anti-OTAN se vuelve absolutamente descalificable y despreciable por una invasión militar a Ucrania que ha dado paso a una guerra de David contra Goliat. No solo es una medida desproporcionada, sino que se ha pasado doscientos pueblos. Todos los que puede encontrar en su nauseabundo camino a las ucranianas Kiev, Járkov, Odessa, Mariupol o Lviv.



¿DESDE CUÁNDO SE VEÍA VENIR QUE HABRÍA UN CONFLICTO ARMADO, QUE EMPEZARÍA POR UNA INVASIÓN A UCRANIA?

 

Desde 2014, al menos. Y la técnica tampoco ha sido nueva. El 12 de marzo 1937, Adolf Hitler realizó el Anschluß (anexión) de Austria... valiéndose de los quintacolumnistas del partido nazi austríaco que habían creado previamente el caos perfecto en el interior del país alpino. Lo hizo ante la atónita y pasiva mirada de toda Europa, que se dividía en dos (la Hungría, Italia y España fascistas en aquella época se pusieron del lado nazi, y los cobardes -pero muy demócratas- del resto de países que actuaron como el Pilatos de los austríacos).

 

Entre el 26 de febrero y finales de abril de 2014, Rusia invadía Crimea y las dos provincias más orientales de Ucrania. Previamente, ciudadanos de pasaporte ucraniano -pero de origen ruso- se convirtieron en agitadores en la zonas de Sebastopol, Lugansk y Donetsk. Realizaron numerosas y coordinadas algaradas aludiendo a maltratos recibidos por parte de la parte no pro-rusa de esas tres zonas que dieron en llamar Repúblicas de Crimea, Lugansk y Donestk. Calco del modelo hitleriano Austria-1937.


En 1938, con Austria ya digerida, Hitler puso sus ojos en el norte de Checoslovaquia. Un lugar que era fronterizo con la Baviera alemana, justo donde Adolf hizo carrera política: Múnich. La zona era conocida en Alemania con el nombre de Los Sudetes. Por un mal reparto geográfico tras la I Guerra Mundial, esa zona de mayoría alemana se unió a Bohemia, Moravia y Silesia para formar

Checoslovaquia. ¿Cuál sería la demanda ahora de Hitler? ¿Se la imaginan? Pues la misma: los derechos de ciudadanos de origen alemán imaginariamente maltratados.

 

Al margen del ya clásico grupo de agitadores en el interior de Checoslovaquia, la actuación de la comunidad mundial no fue menos vergonzosa. Hitler les dio tres días a los gobiernos occidentales (británicos y franceses a la cabeza) para que fueran a verle a Múnich y negociar el asunto.



DESHONOR Y GUERRA

El ultimátum alemán dado el 26 de septiembre de 1938 surtió efecto y cuatro días más tarde, con el papel de Benito Mussolini como mediador -mandaba huevos la cosa- firman en Múnich cuatro signatarios: Hitler, Mussolini, Arthur Neville Chamberlain -primer ministro conservador de Reno Unido- y Édouard Daladier -primer ministro socialista de Francia- rubrican los acuerdos.

 

De nuevo Occidente vendió a un pueblo entero. Primero fue Austria y luego Checoslovaquia entera. Hitler entró en Los Sudetes el 1 de octubre, pero no se quedó ahí. El 15 de marzo de 1939 ya controlaba todo el país, consumando la segunda anexión.


Chamberlain vendió a su regreso el acuerdo como un gran logro (hubo algún medio que se lo compró tanto, que lo postuló para Nobel de la Paz). Está perfectamente retratado -para los millennials sin letras- en el film Múnich en vísperas de guerra (2021, dirigida por Christian Schwodhow).


La famosa foto de Chamberlain agitando el folio firmado por Hitler mientras bajaba por la escalerilla del avión en Heathrow, pasa a la historia como uno de los diez primeros del ranking de los fiascos políticos. El primer ministro inglés dijo a la prensa en el mismo aeropuerto: “Traigo la paz y el honor intactos”.

 

Cuando, al final de todo, el 1 de septiembre de 1939 Hitler invade Polonia y se la reparte con el tirano soviético Jozsef Stalin mitad por mitad, son Reino Unido y Francia los que declaran la guerra que se conoce ya en la Historia como la II Mundial, Neville Chamberlain tiene que oír en el Parlamento de Westminster al que sería, a la postre, su sucesor en el cargo, Winston Leonard Spencer Churchill, una frase lapidaria: "Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor, y ahora tendréis la guerra”.



NUEVO SACRIFICIO EN SU ALTAR

Westminster, 5 de octubre de 1939. Para nuestros millennials y no millennials, a falta de una película, dos: El instante más oscuro (2017, Joe Wright) y Churchill (2017, Jonathan Teplitzky). Imperdibles.

 

En 2014, Occidente se conformó con cederle a Rusia Crimea, Donestk y Lugansk, en la confianza que no iba a querer más. Ocho años y un día después exactamente (23-02-2014 y 24-02-2022) ya el régimen neozarista de Moscú se despertó de la siesta y ha reclamado un nuevo sacrificio en su altar: lo que quedaba de Ucrania. Y de nuevo, Occidente vuelve a vender a un pueblo entero: el ucraniano. Nadie se va a levantar contra el opresor.

 

Material médico, material militar defensivo simple y sanciones económicas que, por muy potentes que sean, hace falta un semestre para que hagan su efecto. Mientras: tiritas para los corazones partíos -por desgracia, literalmente-, cascos y chalecos antibalas.

 

Sí, me dirán: vetados y fuera de todos los deportes; Disney no llevará películas a Siberia y San Petersburgo; y no se pueden hacer/recibir transferencias bancarias a/desde Rusia. ¿De verdad? En el Kremlin si no están descojonándose, les falta un cuarto de hora.



¿CUANDO EMPEZÓ RUSIA A PLANTEARSE LA AGRESIÓN A UCRANIA?

Aquí pongo mezcla de Historia y mi propio análisis. En 1939, Hitler lo tuvo claro hasta su último paso, la invasión de Polonia. Su mente procesó la ecuación: Me como Austria y nada + me zampo Los Sudetes y Occidente de vacaciones + me engullo la Checoslovaquia restante y los tolais de Reino Unido y Francia totalmente missing = voy a por Polonia. Y ahí empezó la II Guerra Mundial y el principio de un sufrimiento como la Humanidad no había visto antes.

 

A mi modesto entender, el punto de inflexión en la mente del sátrapa de Leningrado y dictador encubierto de Rusia, tuvo lugar en el verano de 2021. Entonces Boris Johnson, Enmanuel Macròn, Ángela Merkel (ahora le ha sucedido en el cargo Olaf Scholz), Mario Draghi, Justin Trudeau y Joe Biden...y su amigo de paseos cortos (Pedro Sánchez) -entre otros muchos- hicieron de Pilatos en Afganistán (ver mi anterior artículo ¿Para qué coño dieron su vida?. Una oportuna pregunta, de 05-09-2021 en PUENTECHICO.COM (http://puentechico1.blogspot.com/2021/09/para-que-cono-dieron-su-vida-una.html).




La más vergonzosa salida de un país -quizás, solo superada por el helicóptero norteamericano de una azotea de Saigón el 29 de abril de 1975- fue tenida muy en cuenta en el Kremlin. Allí se pensó -y razón no faltaba- que esa salida por patas del país ultramusulmán dejando, sobre todo, a las mujeres y niñas afganas ante tal terror -casi peor que el ruso- era un gran síntoma de debilidad extrema.

Pensarían algo así: “Si Biden y el resto de la comparsa son así, en Ucrania no nos va a toser ni el Tato”. Y tras poco más de seis meses ya tenemos ataque y, lo peor, crisis humanitaria al canto.

 

Cabe preguntarse ¿para qué puñetas vale la OTAN? Llegados a este punto, ha demostrado que no vale para nada. En su creación se dijo que iba a valer para evitar Hitlers, Stalins y Mussolinis del pasado en un futuro post-II Guerra Mundial. Contra el serbio Slobodan Milosevic, tarde, pero se actuó. ¿Pero, y ahora?



LA OTAN NO VALE PARA NADA

Ni la poderosa OTAN, ni sus jefes yanquis, ni esa broma con cinco vetos que se llama ONU, valen para nada. Demostradas también han quedado que las lecciones del pasado -entre mandamases millennials iletrados y boomers (de mi generación) que conocen la Historia pero no se la aplican, están totalmente olvidadas-. Estamos aviaos.

 

Como no habrá pasado inadvertido para el lector que ha llegado hasta aquí, aún no he mencionado por su nombre al principal culpable -que no el único- del desaguisado. Es uno nuevo en el top-five del Hall of Fame de los sátrapas de la Historia reciente. Él piensa que puede pasar a la misma como un unificador de Europa como lo fueron Julio César, Atila, Carlomagno, nuestros Carlos I y Felipe II, Napoleón y Adolf Hitler, y de la misma manera: por la fuerza.

 

Me refiero al hijo de Vladimir Spiridonovich Putin y Maria Ivanovna Putina, nacido en Leningrado (hoy San Petersburgo) el 7 de octubre de 1952, de nombre Vladimir Vladimirovich Putin. Su comportamiento de necio, de soberbio y de carnicero le hace acreedor a una gran mención honorífica a este hijo de la Gran Rusia.

 

Y no me refiero a la Legión de Honor gala (que ya está tardando esa Francia -en la que ahora vive mi hijo mayor- en arrancársela de un jalón). Que me perdone -allá donde esté- su madre, la señora María Ivanovna, pero su Vladimirito es merecedor de la Gran Cruz de los Hijos de lo que usted y yo sabemos. No me hace falta ni una letra, ni cuatro letras más.

 

 

 

 

 

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