Una política común de defensa y algo más
En estos momentos suena casi a deserción no hablar de Ucrania y del sufrimiento del pueblo ucraniano. También yo quiero mandar mi mensaje de apoyo. Y quiero decir bien alto y bien claro que toda la ayuda material y todo el apoyo que los europeos podamos prestar al pueblo ucraniano será poco.
Sobre todo si pensamos que las bombas que están arrasando Ucrania, esas bombas que están acabando con la vida de miles de ucranianos y obligando a abandonar su país y sus casas a millones de refugiados, han sido fabricadas en gran parte con nuestro dinero, con el dinero que los ciudadanos europeos estamos pagando hoy mismo a Putin por el gas que nos envía.
El gas de Rusia era una bomba de relojería que ha explosionado, lo mismo que pueden hacerlo en cualquier momento otras bombas de relojería que amenazan a Europa: su déficit industrial, su déficit demográfico y su déficit en defensa. En el momento actual podríamos ayudar mucho más Ucrania, si no tuviéramos las manos atadas frente a Rusia.
No se trata, por tanto, de defender militarmente a Ucrania, sino de no dar armas a Rusia, es decir de “cerrar el grifo de su gas”. Invertir en defensa está bien, para evitar posibles ataques de dictadores megalómanos con armas atómicas en sus manos, pero invertir en autosuficiencia industrial y en autosuficiencia energética puede ser tanto o más eficaz contra la guerra, y desde luego mucho menos caro, que invertir en armamento.
Está bien que Europa invierta en autodefensa, pero esto de nada sirve a los ucranianos y a otros pueblos limítrofes al dictador ruso. Durante años, con los millones de euros que le hemos estado aportando, Putin ha estado preparando la devastación de Ucrania. Es hora de que Europa despierte.
Un buen médico de familia no es el que sólo sabe curar sino el que, sobre todo, sabe prevenir. Creo que nuestros políticos ni saben curar, pues tienen que apoyarse en los EE UU para curar a Ucrania, y mucho menos saben prevenir. Pasará la guerra contra Ucrania, y ojalá que sea muy pronto, y Europa volverá a sonreír a los muchos Putin que andan sueltos por el mundo.
Las palabras altisonantes de nuestros políticos sobre la necesidad de una integración europea caerán en el olvido y nuevamente nos engañarán a los ciudadanos, recordándonos que “más Europa supone pérdida de soberanía nacional”, cuando en realidad los únicos que salen perdiendo con la integración europea son los políticos nacionales de pacotilla. Preguntadle a Putin qué piensa de la soberanía nacional de Alemania o de Francia. Sobre la soberanía de España o de otros países ya no hace falta que le preguntemos.
Rabia y desconcierto siento cuando pienso en la sangre que está tiñendo el suelo de Ucrania, pues hace ya muchos años que yo, ciudadano de a pie, publiqué estás palabras: “No se trata únicamente de la necesidad de un ejército común que sustituya a los 28 ejércitos europeos, con sus correspondientes gastos e ineficiencia, sino de la necesidad de una policía común de defensa y de seguridad.
POLÍTICOS INCAPACES
Una política de defensa común no será posible si la UE no tiene una política exterior y de seguridad común, pero no una política común en el ámbito intergubernamental que precisa de la unanimidad y que desde su creación por el Tratado de Maastricht se encuentra paralizada por los intereses contrapuestos de los diferentes Estados miembros, sino una política común de la UE dentro del ámbito así llamado “comunitario”, con plena participación del Parlamento Europeo.
Una policía común de defensa es necesaria como escalón previo a una integración más estrecha de los países de la Unión, pero actualmente es algo urgente, dada la situación en Ucrania, en Oriente Próximo y en el Norte de África, puntos próximos a la UE, que está afectando seriamente a la seguridad de la UE.
La política exterior en su conjunto y la política exterior y de seguridad son campos especialmente sensibles en los que la UE se encuentra con graves obstáculos para poder avanzar. Los egoísmos nacionales y los grandes intereses económicos relacionados con el armamento siguen siendo uno de los graves enemigos de la integración europea.”
No somos los ciudadanos que tenemos la osadía de poner el termostato a 22 grados de temperatura, los que estamos pagando la fabricación de armamento ruso, sino unos políticos incapaces de buscar otras fuentes de energía más limpias y más democráticas.
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