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La Unión Europea no es “cosa nostra”, pero tampoco es cosa nuestra

Félix de la Fuente [colaboraciones].-

Dentro de unos días España empezará a presidir el Consejo de la Unión Europea –no la Unión Europea-.  Se trata de algo muy importante y de mucha responsabilidad en lo que deberíamos estar implicados todos los españoles. Lamentablemente, la mayoría ni siquiera se enterarán, y los políticos utilizarán este hecho para darse autobombo y hacerse autopropaganda. Esto sucede en España y está sucediendo en todos los países de la Unión.

La Unión Europea, a pesar de todas las críticas que podamos hacer, a pesar de que en parte sea un centro de colocación, donde los partidos políticos copan los altos puestos sin tener en cuenta la opinión de los ciudadanos ni la excelencia de los candidatos, ha supuesto un salto cualitativo en la integración y en la paz de Europa. La UE nos ha acercado a todos los ciudadanos y contribuye como ningún otro país a la ayuda de los países en desarrollo.

Sin embargo, la UE es la gran desconocida. Yo citaría únicamente dos como las principales causasde este desconocimiento: la peculiaridad la UE y la ceguera o egoísmo de nuestros políticos europeos actuales, o lo que es lo mismo la más absoluta exclusión de los ciudadanos.

Al ciudadano, incluso a los profesionales del Derecho o a los acostumbrados a la terminología jurídica, le resulta difícil entender el funcionamiento de las instituciones de la Unión. La UE no es un Estado o unos Estados Unidos, aunque debería llegar a serlo, ni tampoco es un organismo internacional o unas Naciones Unidas.

GALIMATÍAS

Estamos ante un organismo supranacional, es decir que está por encima de las naciones, precisamente porque los Estados le han cedido parte de su soberanía. Pero dentro de una Unión hay dos direcciones o dos sendas: la que nos lleva a una Europa Federal, que es la que siguen la Comisión, el Parlamento Europeo y el Tribunal de Justicia.

Esta es la única senda que tenía prevista Robert Schuman y los padres fundadores de la Unión. Por otro lado, está la senda seguida por el Consejo, la senda confederal, que debería estar llamada a desaparecer, pero que se empeñan en prolongar los gobiernos de los Estados miembros y que, a la larga, nos puede llevar a la desaparición de la UE.

En esta senda confederal no hay integración como en la senda federal, sino colaboración, y cuando choca frontalmente con los intereses nacionales, se rompe. En la senda confederal está anclado el Consejo de la UE, que es poder ejecutivo y al mismo tiempo poder colegislativo, junto con el Parlamento Europeo, y que en algunos campos es poder legislativo único.

La senda confederal es el camino de los vetos, es querer conservar la soberanía nacional en los campos de la defensa y de la política exterior, es retrasar in aeternum la integración total europea. Pues bien, si este galimatías jurídico de la UE no fuera suficiente, preguntémonos por el presidente de la Unión. Resulta que la UE no tiene presidente.

CONVIDADOS DE PIEDRA

Los poderes de la presidencia se van repartiendo entre el presidente del Consejo Europeo (Charles Michel), entre la presidenta de la Comisión (Ursula von der Leyen),entre los  ministros del Estado que en este momento tiene la presidencia del Consejo de Ministros y entre el  Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad (Josep Borrell).

¿Os imagináis una gran empresa sin un director general fijo o sin un consejo de Administración? Pues la UE es mucho más que una gran empresa y se encuentra en esa situación, debido precisamente a la senda confederal que están siguiendo los gobiernos de los Estados miembros.

Si a todo esto se añade que los ciudadanos somos los convidados de piedra en todo este proceso, se puede entender el poco interés que despiertan las cuestiones de la UE. He visto los temas en los que va a trabajar la próxima presidencia española del Consejo. Ni una sola palabra sobre los avances en la integración europea, ni una sola palabra sobre la participación de los ciudadanos. Nada nuevo que pueda despertar nuestro interés.

Y, mientras la UE no tenga un presidente fijo elegido directamente por todos los ciudadanos, mientras los ciudadanos no tengamos otro remedio que elegir a unos europarlamentarios propuestos por los partidos políticos, mientras no podamos elegir directa o indirectamente al presidente o la presidenta de la Comisión, mientras no haya unas listas transnacionales en las elecciones al parlamento europeo, mientras no desparezca el derecho de veto, la UE seguirá siendo en cierta manera una cosa nostra de los partidos políticos y no una cosa nuestra de los ciudadanos.

 

 

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