Pedro y su táctica del calamar

Creo que no cuela, Pedro. ¿Una excedencia de cinco días de todo un presidente del Gobierno, para pensarse si dimite o no?.-

No recuerdo -no solo en España, en todo el orbe del mundo democrático- el caso de un presidente que se pille unos días para decidir su dimisión alertando públicamente de ello. Adolfo Suárez dimitió el 29 de enero de 1981. Obviamente tuvo que sopesarlo un tiempo, con su equipo, con su familia, consigo mismo. Pero ese debate interno tuvo la coherencia de hacerlo en silencio y lejos de los focos. Y le ahorró al país una incertidumbre inmerecida. E hizo lo que hacen los estadistas: dimitir o no dimitir. Pero sin hacer más bicicletas (amagos) que Vinicuis Jr.

No cuadra esto de Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Hay cientos de casos en la que un político le pide a su jefe de gabinete que le despeje una tarde, un día, un fin de semana de la agenda de actos porque necesita ese tiempo para asuntos personales. O para reflexionar una determinada decisión de calado. Con el transcurrir del tiempo, los informadores hemos sabido que aquella gripe o aquella lumbalgia no era tal. Era una mentirijilla -piadosa o no- para hacer tiempo.

El recurso no es que sea de primero, es que es de pre-escolar del curso de Jefe de Gabinete. Tan fácil como hacer eso, y la reflexión se reviste de total discreción. A John Fitzgerald Kennedy le colocaron un oportuno enfriamiento durante octubre de 1962, para acudir a una reunión de alta seguridad, en pleno inicio de la Crisis de los Misiles. Está todo más que inventado.

Como tampoco se entiende que el killer de Moncloa (al que no le tembló la mano con su amigo José Luis Ábalos, dos veces además: cuando se lo cargó del Ministerio y cuando lo mandó al gallinero del grupo mixto en el hemiciclo) ahora diga que tiene corazoncito, porque hay una denuncia contra su mujer. O hay algo que él sepa, algo grave y de fondo en el caso Begoña -algo que pueda salir a la luz y que demuestre la comisión de tráfico de influencias- y por eso se marca esta especie de inexplicable dimisión en diferido... o no se entiende tanta afectación porque se haya presentado una denuncia de siete folios contra Begoña Gómez.

PEDRO SÁNCHEZ Y SU GRAN HERMANO MONCLOVIL

Una acusación plagada de recortes de prensa contra su mujer manufacturada por esa mentira con patas que es el Sindicato Manos Limpias (ni es sindicato, ni han tenido sus manos limpias en su puta vida). Una demanda que los expertos auguran cortísimo recorrido judicial, que parece más que una denuncia, un mal fanzine.

Menos se entiende a Sánchez si sabe a ciencia cierta de la inocencia de Begoña, porque tiene todas las de ganar. Más pronto que tarde quedaría exonerada. Nada que ver con el novio de Díaz Ayuso. Si Begoña no es delincuente, en cambio Alberto González Amador -que así se llama el pájaro de Isabelita- sí lo es.

Obvio lo de presunto, porque afirmo que lo es: dirigió un escrito al fiscal, reconociendo un doble delito fiscal por ocultación de 350.000 €, aceptando además una multa y un total de cuatro meses de prisión por cada uno de los dos delitos. En esa guerra Moncloa iba a ganar a la Puerta del Sol sí o sí.

¿Por qué este teatrillo? Un estadista reflexiona lo que tiene que reflexionar, y luego dimite o no dimite. No eleva a la categoría de partido de la jornada (casi de Madrid-Barça) sus propias cuitas. Sánchez Pérez-Castejón dejó hace tiempo de ser estadista, justo desde que se postró a los pies del M6 (el sátrapa de Rabat por si alguien no lo pesca). Cuando vendió por 30 monedas de dirham al pueblo del exSahara Español. Con esto de la margarita dimisionaria lo ha terminado ratificando. ¿Qué trama con este movimiento sin precedentes en la política mundial, qué pergeña con este remedo de Gran Hermano monclovil?

HACERSE UN LAPORTA PARA EVITAR AL CATALÁN ERRANTE

La táctica del calamar es la primera gran posibilidad. Por lo mismo que Joan Laporta habla de un gol del que no hay ni una sola imagen en todo el planeta Tierra, y hasta amenaza con irse a los tribunales para lograr que un juez le de, justo lo que el árbitro en el campo no le dio. Para esconder que está fuera de la Champions, de la Liga, de la Copa... y hasta del Torneo de la Galleta de Palafrugell, y está jugando en Montjüic con cerca de 2.000 millones de euros de deuda.

Bueno pues Sánchez se puede haber marcado un Laporta. Mientras se hable de su dimisión-sí/dimisión-no, nadie habla del caso Begoña. Sencillo. Tiro tinta aquí y allá, y no se ve lo que no quiero que se vea. Hay quien ya está viendo venir otros escenarios, como lo de la moción de confianza para salir de la situación actual. No tiene sentido alguno, porque re-editar un apoyo parlamentario no garantiza que las terminales mediáticas de PP y Vox, más de derechas que el grifo del agua fría, dejen tranquilita a Begoña. No tiene nada que ver una cosa con la otra.

Además, la cuestión confianza lo obligaría a repetir el voto al bloque de su investidura. Y es una locura jugarse la carta de ver como se levanta de ánimo ese día el catalán errante. El vizconde de Waterloo, en mitad de mayo, en mitad de la campaña electoral de autonómicas en Cataluña, ¿se va a querer retratar en un voto de apoyo a Sánchez? Y en caso afirmativo, ¿a qué precio? ¿Qué le queda a Puigdemont por pedir tras la Amnistía que va a conseguir en junio próximo? Yo no abriría ese melón.

DIRECTORA DE UNA CÁTEDRA SIN SER CATEDRÁTICA

En cierta manera Sánchez se ha buscado lo que tiene ahora con el asunto de su mujer. Las esposas de los seis presidentes anteriores no buscaron empleo -ni medrar- en sitios públicos o paralelos a lo público. Ninguno se arriesgó a las consecuencias. Pero Sánchez se ha expuesto mucho con la trayectoria de Begoña. Tanto, tanto... que se está quemando. La mujer del presidente se presenta como licenciada en marketing, lo cual es una verdad a medias. Tiene esos estudios... pero no por una Universidad oficial, sino por una Escuela sin ese reconocimiento.

Con tan corto bagaje académico, al poco tiempo de ser presidente de gobierno Sánchez, es nombrada directora del llamado Africa Center del Instituto Empresa. Más tarde pasó a dirigir un máster académico de la Universidad Complutense con el cargo de directora de la Cátedra Extraordinaria de Transformación Social Competitiva. Se ha escrito que el sueldo mensual supera los 6.000 euros, fruto del patrocinio exclusivo la Fundación de La Caixa y Reale Seguros.

No parece creíble que se pueda acceder a ninguno de esos puestos con ese escaso currículum... salvo que tengas algún otro activo oculto más. ¿Ser la esposa del presidente de Gobierno? Quizás. Por menos en otros casos -tanto a derecha e izquierda- se ha oído la calificación de Chiringuito.

LOS SECRETOS DE UN TELÉFONO

La exposición pública de Begoña Gómez, sus amistades más o menos peligrosas y su facilidad para hacer cartas de recomendación sin tener en cuenta que es la mujer del Presidente, es cuando menos una imprudencia que ahora empieza a pagar. Su visibilidad pública también la puso en el centro del gran cambio copernicano de Sánchez, en su relación de sumisión al vecino del sur. Todo arrancó tras desatarse la tormenta Pegasus y los secretos del teléfono móvil del presidente terminaran en manos del DGED (la Direction générale des études et de la documentation, la CIA de Marruecos).

Desde medios franceses se especuló que los secretos de ese teléfono no eran del presidente... eran de su esposa y de su tiempo al frente del African Center. Si se admite la hipótesis y Sánchez, en realidad, sometió la política de España para tapar una situación comprometida de su cónyuge, no nos debe sorprender este paso adelante para situarse él en el centro del foco, sacando a Begoña del mismo. Es capaz de todo por su mujer, hasta un posible delito de alta traición.

Se resuelva como se resuelva el lunes. Con sorprendente dimisión o sin ella (configurándose así  una nueva estrategia presidencial), al día siguiente, todos los análisis sintácticos situarán a Pedro en el sintagma sujeto. No a Begoña. Ronda de tinta de calamar para todos.

FERNANDO PEREA [colaboraciones]