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Maldito encargo

José Antonio Sanduvete [colaborador]

- Un Jägermeister con hielo, por favor. Y tĂş, quĂ©. Vengo por la caja, ¿la tienes?
El barman no tardó en llegar con la copa de Jäger. En cuanto al otro, apenas levantó una ceja en señal de asentimiento, se sacó un puro y lo encendió con parsimonia. Yo aproveché para hacerme un pitillo y esperar con calma absoluta a que aquel desconocido se dignara a contarme algo. Aparentar tranquilidad y dominio de la situación era fundamental.

La verdad es que ya podĂ­a el Toni recompensarme como me merecĂ­a. Aquel papelĂłn era desagradable, inquietante, y ya se lo dije cuando me hablĂł de ello, que si alguien le habĂ­a propuesto recoger una caja que otro alguien le tenĂ­a que entregar en aquel bar, pero ese alguien no podrĂ­a asistir, asĂ­ que se lo pidiĂł al Toni, no pasarĂ­a nada porque ese alguien y el otro alguien no se conocĂ­an, tampoco el Toni conocĂ­a a nadie, ya le valĂ­a al Toni haber aceptado y darse cuenta luego de que tenĂ­a no sĂ© quĂ© negocios que atender y de que lo mejor era pedĂ­rmelo a mĂ­. Ya me las pagarĂ­a, ya…
Así que ahí estaba yo, dándole al cigarrillo, en aquel bar junto al tipo desconocido que portaba una caja de cartón de tamaño considerable y fumaba puros, y no hablaba demasiado. Aquel puro se hacía eterno, y el tío no decía ni una palabra. Finalmente me ofreció la caja. Casi no pesaba. Yo no tenía ni idea de su contenido, y me sorprendió captar un gesto en aquel rostro aparentemente impenetrable del que deduje, casi sin error posible, que él tampoco sabía nada.
“Este tĂ­o no debe ser el alguien en cuestiĂłn”, pensĂ©, “tal vez sĂłlo alguien a quien otro alguien le ha pedido que entregue la caja en nombre de un tercer alguien a quien no conoce”.
Aquello apestaba, de modo que apagué el piti, apuré el Jäger, dejé un billete sobre la mesa, cargué con la caja y salí pitando. Que le dieran al Toni, joder. Que le dieran.
Antes de torcer la primera esquina ya tenĂ­a decidido que abrirĂ­a la caja, pese a las advertencias del Toni: “No te detengas. No mires atrás. Ven directo a mi casa y me das la caja sin abrirla, ¿de acuerdo?”.
Que le dieran al Toni.
AbrĂ­ la caja escondido entre bidones de basura apilados en un callejĂłn.
La caja estaba completamente vacĂ­a.
La pateĂ© y me larguĂ© corriendo. Joder, sĂ­ que apestaba, aquello…


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