UNA VACA Y DOS DESTINOS (Un cuento chino)
AL SALIR DEL CINE
César Bardés [colaborador]
Un chino pierde el rumbo de su vida por culpa de una vaca. Un hombre encuentra el suyo por culpa de un chino. Y asà nos encontramos con la fatalidad del destino y con la cita casual de lo inevitable que, sin embargo, nos esforzamos con denuedo en ignorar. La búsqueda de la felicidad no está en la confortable soledad, ni en el conformismo del terrible absurdo que es la vida. La felicidad está en ir a por la vaca.
Con una historia que es más fácil que contar clavos, encontramos una historia que nos hace reĂr y nos picotea con la tristeza, que amarga y tensa la mirada y que nos hace simpatizar con el hombre bueno, noble, huraño, sin ilusiĂłn y con tibieza para mirar las cosas pero que, en algĂşn lugar de su interior, conserva un punto de dignidad que no deja que pisotee nadie. Y andando el camino, resulta que una vaca caĂda del cielo tendrá su lugar, un chino perdido que no sabe hablar ni papa de español, le enseñará a mirar y todo lo que es absurdo, cobra sentido y, de repente, la vida no es sĂłlo una tensa, aburrida y despreciable espera. TambiĂ©n es una caja con más magia de la que pedimos.
No deberĂa ser un secreto para los ojos de nadie intuir que Ricardo DarĂn es todo en esta pelĂcula al otorgar a su triste ferretero tantos matices que no importa de quĂ© lado se aborde porque seguro que se dejan muchos sin tocar. Él es melancolĂa, es excentricidad, es resentimiento, es cobardĂa, es bravura, es soledad, es despecho, es ira, es gracia, es risa, es espectáculo, es intimidad, es cariño, es inteligencia, es gesto, es onomatopeya, es fragancia, es hora, es luz, es penumbra, es cielo, es espanto, es crueldad, es egoĂsmo, es generosidad, es dulzura, es exabrupto, es sinceridad. Y algo más. Ricardo DarĂn es actor con mayĂşsculas.
Y es que la historia que nos quiere contar el director y guionista Sebastián Borezstein está orlada con los lĂmites de la sencillez pero que, con la enorme colaboraciĂłn de ese intĂ©rprete que tanto da a entender, todo se convierte en un complejo enhebrado de sentimientos y de reacciones que otorgan aires de ensoñaciĂłn, de sonrisa permanente y de una cierta seguridad de que nada ocurre porque sĂ y que obedece a una razĂłn empeñada en ocultarse. A lo mejor es que una vaca caĂda del cielo no sĂłlo viene para destrozar una vida sino tambiĂ©n para arreglar un corazĂłn que se parĂł por miedo a sufrir.
La realizaciĂłn, por otro lado, es de una sobriedad que se agradece, que no se deja llevar por estĂşpidas modas y que se convierte en un ejercicio de precisiĂłn en el que siempre se nota la mirada de DarĂn, que nos embarga y nos guĂa y que hace nacer la esperanza de que, incluso en el más aislado de los hombres, aĂşn hay algo que merece mucho la pena. La manĂa y el sillĂłn mullido de una vida solitaria son sĂłlo disfraces con apariencia de resistentes. Y un muro blanco puede retener un mensaje que sĂłlo necesitaba la confirmaciĂłn de una voz humana que no se descifra pero que, en cambio, sabe expresarse con la sabidurĂa del que ha sentido el dolor y es arrojado al abismo donde todo parece desencajado.
AsĂ que estamos ante el hechizo de las calles de Buenos Aires, de la noticia en las páginas de un periĂłdico, del recordatorio encuadernado en hojas de álbum, de la traducciĂłn implĂcita de quien sabe amar, del desamparo si el extravĂo aparece de improviso, de la comida china para poner los acentos en los caracteres, de una pelĂcula que parece que está suplicando un sitio pequeño en un rincĂłn levemente desordenado del alma. Y es DarĂn, siempre con la palabra justa, con el gesto contenido y a punto de rozar la herida, con la experiencia de quien sabe cĂłmo dar con el tono apropiado despuĂ©s de cada escena. Y sin dejar de ser cuento, es un trozo de vida que habla de una vaca que forjĂł dos destinos.
César Bardés
César Bardés [colaborador]
Un chino pierde el rumbo de su vida por culpa de una vaca. Un hombre encuentra el suyo por culpa de un chino. Y asà nos encontramos con la fatalidad del destino y con la cita casual de lo inevitable que, sin embargo, nos esforzamos con denuedo en ignorar. La búsqueda de la felicidad no está en la confortable soledad, ni en el conformismo del terrible absurdo que es la vida. La felicidad está en ir a por la vaca.
Con una historia que es más fácil que contar clavos, encontramos una historia que nos hace reĂr y nos picotea con la tristeza, que amarga y tensa la mirada y que nos hace simpatizar con el hombre bueno, noble, huraño, sin ilusiĂłn y con tibieza para mirar las cosas pero que, en algĂşn lugar de su interior, conserva un punto de dignidad que no deja que pisotee nadie. Y andando el camino, resulta que una vaca caĂda del cielo tendrá su lugar, un chino perdido que no sabe hablar ni papa de español, le enseñará a mirar y todo lo que es absurdo, cobra sentido y, de repente, la vida no es sĂłlo una tensa, aburrida y despreciable espera. TambiĂ©n es una caja con más magia de la que pedimos.
No deberĂa ser un secreto para los ojos de nadie intuir que Ricardo DarĂn es todo en esta pelĂcula al otorgar a su triste ferretero tantos matices que no importa de quĂ© lado se aborde porque seguro que se dejan muchos sin tocar. Él es melancolĂa, es excentricidad, es resentimiento, es cobardĂa, es bravura, es soledad, es despecho, es ira, es gracia, es risa, es espectáculo, es intimidad, es cariño, es inteligencia, es gesto, es onomatopeya, es fragancia, es hora, es luz, es penumbra, es cielo, es espanto, es crueldad, es egoĂsmo, es generosidad, es dulzura, es exabrupto, es sinceridad. Y algo más. Ricardo DarĂn es actor con mayĂşsculas.
Y es que la historia que nos quiere contar el director y guionista Sebastián Borezstein está orlada con los lĂmites de la sencillez pero que, con la enorme colaboraciĂłn de ese intĂ©rprete que tanto da a entender, todo se convierte en un complejo enhebrado de sentimientos y de reacciones que otorgan aires de ensoñaciĂłn, de sonrisa permanente y de una cierta seguridad de que nada ocurre porque sĂ y que obedece a una razĂłn empeñada en ocultarse. A lo mejor es que una vaca caĂda del cielo no sĂłlo viene para destrozar una vida sino tambiĂ©n para arreglar un corazĂłn que se parĂł por miedo a sufrir.
La realizaciĂłn, por otro lado, es de una sobriedad que se agradece, que no se deja llevar por estĂşpidas modas y que se convierte en un ejercicio de precisiĂłn en el que siempre se nota la mirada de DarĂn, que nos embarga y nos guĂa y que hace nacer la esperanza de que, incluso en el más aislado de los hombres, aĂşn hay algo que merece mucho la pena. La manĂa y el sillĂłn mullido de una vida solitaria son sĂłlo disfraces con apariencia de resistentes. Y un muro blanco puede retener un mensaje que sĂłlo necesitaba la confirmaciĂłn de una voz humana que no se descifra pero que, en cambio, sabe expresarse con la sabidurĂa del que ha sentido el dolor y es arrojado al abismo donde todo parece desencajado.
AsĂ que estamos ante el hechizo de las calles de Buenos Aires, de la noticia en las páginas de un periĂłdico, del recordatorio encuadernado en hojas de álbum, de la traducciĂłn implĂcita de quien sabe amar, del desamparo si el extravĂo aparece de improviso, de la comida china para poner los acentos en los caracteres, de una pelĂcula que parece que está suplicando un sitio pequeño en un rincĂłn levemente desordenado del alma. Y es DarĂn, siempre con la palabra justa, con el gesto contenido y a punto de rozar la herida, con la experiencia de quien sabe cĂłmo dar con el tono apropiado despuĂ©s de cada escena. Y sin dejar de ser cuento, es un trozo de vida que habla de una vaca que forjĂł dos destinos.
César Bardés
No me imagino en esta historia a otro actor en el lugar de DarĂn. Seguro que los hay, pero no sĂ© que quĂmica tiene este tipo para apoderarse de los personajes que interpreta.
ResponderEliminarPues supongo que la veteranĂa es un grado pero es cierto que es un hombre de gesto justo. Y aĂşn más es el gesto que se espera porque parece nacido de la misma espontaneidad. Como ha dicho a raĂz del estreno de esta pelĂcula: "En España me quieren y me respetan porque no saben quĂ© malas han sido algunas de las pelĂculas que he hecho". Tal vez, es un poco de honestidad en un trabajo que consiste en fingir. Gracias por el comentario.
ResponderEliminarCésar Bardés