Grandes soluciones para pequeños trastornos [Memento Mori]
José Antonio Sanduvete [colaborador].-
El archivo del Instituto Médico Escocés, que aún hoy en día es posible consultar en la populosa ciudad de Edimburgo, contiene, en su sección de psiquiatría, la mención a un interesante caso acaecido en torno a los años 50 del pasado siglo XX, y que convendría reseñar aquí, dado su interés, pues sería una pena verlo perderse en las brumas del tiempo y el olvido. De forma resumida, el caso se narra como sigue:
Mark McLeigh, el paciente, joven de veintitantos años y complexión media, desarrolló una curiosa patología que le llevaba a asegurar que su vida, como las de los demás, como las de los doctores que le atendían, no era sino parte de un sueño. De su sueño, sin ir más lejos.
Afirmaba el señor McLeigh encontrarse durmiendo en algún lugar del mundo real que no era, por cierto, el mundo que ahora habitaba. Alli, y durante su descanso, soñaba. Soñaba con los doctores, con las calles, la gente, consigo mismo. Eso sí, pronto despertaría y todo se desvanecería.
Su convicción al respecto era absoluta, y los doctores no habrían pasado de una sana curiosidad profesional por el paciente si este no hubiera comenzado a desarrollar un comportamiento extraño: hablaba sin parar, gesticulaba más de la cuenta y, entre otras cosas, mostró una tolerancia asombrosa al vino, que consumía sin parar (siempre llevaba una botella en la bragueta) y al frío, de modo que no era difícil encontrarlo con atuendo veraniego incluso a temperaturas bajo cero. Para justificarse, solía escudarse en frases como: "no pasa nada, si esta vida es solo un sueño", y otros acertijos por el estilo.
Lamentablemente, este comportamiento, y cierta falta de pudor y de hábitos higiénicos, molestaron a ciertos elementos influyentes de la sociedad y precipitaron su encierro en un centro psiquiátrico.
A partir de aquí los datos acerca de Mark McLeigh se tornan confusos. Tan solo un informe, firmado por un celador, da cuenta de dos curiosos detalles: Mark McLeigh, en los meses que estuvo interno, no durmió ni un segundo, lo cual no deja de ser extraño en alguien que se cree fruto de su propio sueño. Por último, se reseña su desaparición, extraña y repentina, dentro de su celda y sin dejar rastro, una mañana cualquiera. El celador, en una evidente irregularidad, propone en el informe la teoría de que, finalmente, Mark McLeigh despertó en el mundo real, lo cual le hizo desaparecer de este. Y si no lo hizo el resto del mundo, es porque todos sueñan, todos soñamos, cada uno aporta una pequeña parte del sueño global que es nuestro mundo.
Curiosa versión, y divertida, especialmente si anotamos, como punto y final a la historia, que tampoco del celador se supo nada más...
El archivo del Instituto Médico Escocés, que aún hoy en día es posible consultar en la populosa ciudad de Edimburgo, contiene, en su sección de psiquiatría, la mención a un interesante caso acaecido en torno a los años 50 del pasado siglo XX, y que convendría reseñar aquí, dado su interés, pues sería una pena verlo perderse en las brumas del tiempo y el olvido. De forma resumida, el caso se narra como sigue:
Mark McLeigh, el paciente, joven de veintitantos años y complexión media, desarrolló una curiosa patología que le llevaba a asegurar que su vida, como las de los demás, como las de los doctores que le atendían, no era sino parte de un sueño. De su sueño, sin ir más lejos.
Afirmaba el señor McLeigh encontrarse durmiendo en algún lugar del mundo real que no era, por cierto, el mundo que ahora habitaba. Alli, y durante su descanso, soñaba. Soñaba con los doctores, con las calles, la gente, consigo mismo. Eso sí, pronto despertaría y todo se desvanecería.
Su convicción al respecto era absoluta, y los doctores no habrían pasado de una sana curiosidad profesional por el paciente si este no hubiera comenzado a desarrollar un comportamiento extraño: hablaba sin parar, gesticulaba más de la cuenta y, entre otras cosas, mostró una tolerancia asombrosa al vino, que consumía sin parar (siempre llevaba una botella en la bragueta) y al frío, de modo que no era difícil encontrarlo con atuendo veraniego incluso a temperaturas bajo cero. Para justificarse, solía escudarse en frases como: "no pasa nada, si esta vida es solo un sueño", y otros acertijos por el estilo.
Lamentablemente, este comportamiento, y cierta falta de pudor y de hábitos higiénicos, molestaron a ciertos elementos influyentes de la sociedad y precipitaron su encierro en un centro psiquiátrico.
A partir de aquí los datos acerca de Mark McLeigh se tornan confusos. Tan solo un informe, firmado por un celador, da cuenta de dos curiosos detalles: Mark McLeigh, en los meses que estuvo interno, no durmió ni un segundo, lo cual no deja de ser extraño en alguien que se cree fruto de su propio sueño. Por último, se reseña su desaparición, extraña y repentina, dentro de su celda y sin dejar rastro, una mañana cualquiera. El celador, en una evidente irregularidad, propone en el informe la teoría de que, finalmente, Mark McLeigh despertó en el mundo real, lo cual le hizo desaparecer de este. Y si no lo hizo el resto del mundo, es porque todos sueñan, todos soñamos, cada uno aporta una pequeña parte del sueño global que es nuestro mundo.
Curiosa versión, y divertida, especialmente si anotamos, como punto y final a la historia, que tampoco del celador se supo nada más...
Que anécdota tan curiosa, muy interesante de leer.
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