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La soledad teñida de colores


Félix Arbolí [colaboraciones].-

Dicen que la vida es maravillosa y que la muerte es el alto precio que hemos de pagar por haber nacido. Así de simple, sin florituras, ni retórica. Pero no todo es blanco o negro, hay muchas otras tonalidades. Para algunos la vida es un regalo y para otros el inicio de una serie de desgracias, calamidades y sufrimientos que les hacen ver  la muerte como una liberación.

En multitud de países subdesarrollados que carecen hasta de lo indispensable, el  final de su existencia es como un auténtico descansar en paz. Una expresión que aquí usamos por cortesía y allí cobra todo su significado y justificación. La muerte para ellos es más compasiva y hasta solidaria que la propia Humanidad,  

Una querida y admirada compañera, a la que yo aprecio en cantidad, describe en uno de sus últimos artículos publicados, no digo la belleza y la poesía, pues no es un tema adecuado para encontrar estas emociones, pero sí el sereno ambiente que se respira en una residencia de ancianos en Inglaterra, donde se halla su suegra.

Lugar apacible, decorado con enorme gusto y  placenteros y alegres colores y toda una serie de detalles que ayudan a serenar los ánimos y la agobiante soledad de sus obligados residentes. Un ambiente cargado de paz, para los que ya han perdido todas las batallas y esperan su rendición final.

Destaca el magnífico comportamiento del personal que los atiende e intenta hacerles más llevaderos sus últimos años de vida a personas que han tenido momentos gloriosos y tristes, empeños conseguidos y fracasos superados, penas acumuladas e hijos a los que han dado todo, hasta su misma vida si les hubiera hecho falta y ahora solo les quedan añoranzas y recuerdos que no les ayudan a superar la desolación y la vaciedad en que se encuentran. 

TRISTE Y HERMOSO A LA VEZ

A los que hemos superado la barrera de los ochenta, aunque en mi caso no haya pasado un año aún, y tenemos la mente lúcida y el cuerpo activo o al menos peleón, el artículo  de  mi querida compañera resulta triste y hermoso a un tiempo. Yo me veo sin Maribel, enclaustrado en esas residencias donde dice que no hay puertas cerradas, pero sí huidas imposibles, y pediría la muerte a Dios e incluso al diablo, si el primero no me hace caso. 

Nada podría alegrarme, ni hacerme sentir emoción o sensación alguna, como no fuera la de sentirme igual que ese viejo y apolillado baúl, lleno de recuerdos papeles amarillentos, que abandonamos en el trastero porque ya no encaja en la decoración de la casa y la estructura familiar.

Es fuerte decirlo, pero yo lo veo así. En mis momentos de lucidez, me apenaría el despego de estos hijos a los que he querido y quiero más que a mi propia vida. Creo que me costaría perdonárselo y sería un dolor más fuerte que el de mis propios padecimientos y deterioros patológicos..

Si de algo puedo sentirme orgulloso y por ello  moriré tranquilo y sereno de conciencia, es que tanto mi madre, como mi suegra, terminaron su vida en familia, bien atendidas y gozando de nuestras fiestas y alegrías, sin otra preocupación que sentirse feliz y querida en cada momento, que para ellas tenían un valor incalculable.     

Claro que no todo los casos son idénticos, los cuidados requeridos iguales y las obligaciones familiares las mismas. Ambas acusaban ya en sus años y meses finales síntomas evidentes de que su mente y prioridades habían cambiado por completo, pero nos adaptamos como mejor pudimos a sus nuevas necesidades y fuimos comprensivos con sus fallos, “travesuras” y enfados caprichosos.

SIN AMOR E ILUSIÓN NO MERECE LA PENA CONTINUAR

En muchos momentos era como volver a criar y cuidar de nuestros hijos pequeños. Sus nietos las veneraron y amaron hasta el último instante de sus vidas y a mi suegra, que había sido muchos días la maravillosa madre de repuesto, cuando nosotros salíamos, la lloraron con enorme pesar y sincero agradecimiento.  

Mi madre con mi hermana y mi suegra con nosotros, no fueron figuras más o menos decorativas, sino miembros de la familia, con los mismos derechos que el resto y  mayores atenciones a causa de su edad y condiciones físicas. Y conste que mi suegra, Dios la haya acogido en su seno, aunque sé que me quería, a veces también me hacía pasar amargos tragos, debido a los enormes celos que me tenía porque su hija me quisiera y atendiera con tanto cariño. 

Puesto en el papel de madre, me doy cuenta que sus desdenes pasajeros hacia el hombre que ella creía acaparaba todo el amor de su hija, eran comprensivos. Y más, al haber perdido muy joven aún al único hombre de su vida. Me cabe el orgullo y la tranquilidad que en su último día de vida, que yo ignoraba, fui a visitarla al hospital y le besé en la frente, diciéndole que la quería y que estaba deseando que regresara a casa. Su mirada, ya sin poder hablar, no se me olvidará en la vida. No sé si expresaba amor, dolor, agradecimiento o despedida. 

Yo no quiero morir en una habitación extraña, viendo a personas desconocidas, por muy buenas que sean, y sintiendo la soledad y abandono de las personas que tanto he querido. Si Maribel se me adelantara, Dios no lo quiera, procuraría seguirla en su desconocido camino y evitarme paredes grises, rosas o azules, que no me darían calor y cariño, sino vaciedad total.

Si pierdo la razón, ¿para qué seguir viviendo? Si pierdo el amor y la ilusión, no merece la pena continuar. Así de triste y sencillo, sin florituras, ni poesía”. 

2 comentarios:

  1. Amigo Felix eso quisieramos todos poder morir en tu casa pero.....Desde hace mucho tiempo se perdio el amor y la humanidad en el seno de la propia familia.Ya nadie quiere responsabilidades de viejos,es mas,en muchos casos no la quieren de sus hijos.
    Desde que entro el yoismo(asi lo llamo yo)todo lo de bueno que siempre ha tenido nuestra sociedad se fue,muy triste pero es asi.Un saludo.

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  2. una vez un anciano comia en la mesa con su familia pero por desgracia la lepra se estaba apoderando de el y se le caian trozos de carne en la sopa el hijo decidio prepararle el granero y un comedero para el solo porke a su esposa le daba asco de el, pasaron los años y el anciano fallecio el hijo envejecio pero no tenia lepra.cierta mañana muy temprano este hombre escucho como su hijo preparaba el granero y con temor le pregunto ke haces hijo mio el niño le respondio estoi haciendo lo ke tu hiciste con tu padre el padre le dijo pero yo no tengo lepra, no pero para cuando la tengas ya tienes el granero y el comedero preparado entonces se dio cuenta lo cruel ke se puede ser si pensamos ke no envejeceremos nunca

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