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La vieja sirena con su sonrisa etrusca ha encontrado su mar


FĂ©lix ArbolĂ­ [colaboraciones].- 

Hay semanas que son prĂłdigas en noticias y asuntos para el periodista, pero duras y nada gratas para cualquier ser humano con sensibilidad. Son circunstancias en las que me gustarĂ­a  tener otra profesiĂłn para no involucrarme en desarrollar temas que me encogen el corazĂłn y estrujan el alma como si fuera una esponja de baño.

Mi paso por la UCI cambiĂł por completo mi manera de sentir y de vivir. Dicen que suele ocurrirle a los que han sufrido un grave percance y han estado mucho tiempo más allá que acá. Padezco el gran error de ser excesivamente sensible y vulnerable a las tragedias y desgracias que ocurren a los demás. Soy hombre de emociones y lágrima fácil. 

A veces, hasta me cabreo conmigo mismo y pienso que estoy sufriendo y pasando fatal el poco o mucho tiempo que me queda. Mi mujer se enfada conmigo, como si yo pudiera evitarlo y tengo que hacer grandes esfuerzos o pretextar algĂşn imprevisto y salir del salĂłn para que no advierta esos momentos de debilidad. 

Soy muy susceptible y sufro mucho o me emociona en cantidades masivas, como dirían los castizos, cualquier noticia que me afecta en sentido negativo o positivo. Incluso en los comentarios que algunos me dedican demostrándome su amistad y amabilidad. Cualquier detalle por insignificante que sea me repercute y produce una serie de sensaciones positivas o negativas, que antes era incapaz de sentir.

Me duelen cosas que antes no me afectaban. No sĂ© si esto es bueno o malo, pero a veces resulta incĂłmodo y hasta desagradable. Necesito saber que no he profanado principios o quebrantado lo humanamente correcto. Y son los lectores, los que me indican si sigo el camino idĂłneo o me he despistado en algĂşn vericueto. Algo ingenuo, ¿verdad? Dicen y puede que tengan razĂłn que al final regresamos a la infancia y yo debo estar en los prolegĂłmenos de la Primera ComuniĂłn.

SONRISA ETRUSCA

Soy un puzzle a medio formar, donde lo que hay hecho no sirve para poder identificar la figura que se esconde entre las piezas sueltas. Ni yo mismo podría definirme y me iré al otro barrio, sin saber quién soy, que he hecho y cuál ha sido el resultado de mi paso por este mundo. Creo que la única que me conoce es mi mujer, aunque con las clásicas lagunas que existen en toda persona por mucho que creamos conocerla.

Me ha afectado enormemente la muerte de José Luis Sampedro, a pesar de que sus 97 años -a los que yo me apuntaría sin dudarlo y en su mismo estado mental-, eran ya una clara llamada de atención a que el final se hallaba cerca. No lo conocía personalmente, pero era un admirador y entusiasta de sus libros y su prodigiosa manera de engancharme desde la primera palabra.

Su “Sonrisa etrusca”, primera de las novelas que le leĂ­, me llegĂł a lo más profundo que una obra literaria tan sublime puede alcanzar. Esa historia del abuelo y su primer nieto, los escarceos amorosos de aquel y su muerte en el instante en que su adorado nieto aprendĂ­a a llamarle por fin bajo el diminutivo de “Nono”, es antolĂłgico y me ha mantenido fascinado a lo largo de los años.

¡QuĂ© manera tan soberbia y emotiva de expresar lo más sencillo y entrañable! Yo que acababa de experimentar lo que era ser abuelo, me sentĂ­ tan identificado con el protagonista que a veces tenĂ­a que suspender momentáneamente la lectura para que mis ojos recobraran su visiĂłn normal y pudiera continuar. Y eso que no era una novela de las consideradas lacrimĂłgenas.  

BELLEZA DESLUMBRANTE Y BONDAD AUTÉNTICA


No compartía su falta de fe, pero me admiraba profundamente su bondad, su sensibilidad, su preocupación constante por los problemas de los demás y la escasa acidez de sus críticas a lo que no le gustaba, por lo que se le apreciaba y distinguía sin prestar atención a esos detalles que al tratarse de tan excepcional persona, no se le discutían, más bien se les toleraban y respetaban.

Es el privilegio de los seres que ese Dios en el que ellos no creen, pone en nuestro camino para demostrarnos que la inteligencia y la bondad no es privativa de ningún tipo de ideología y sociedad. A veces en las personas más insospechadas se encuentran la belleza más deslumbrante y la bondad más auténtica.

“La vieja sirena” ha regresado al fin a su mar encantado y con calma chicha, tras un largo periplo por ocĂ©anos procelosos que al Ă©l no le gustaban, pero supo esquivar con maestrĂ­a y acertado proceder. Su vida ha sido un constante regalo para todos los que hemos saboreado con autĂ©ntico deleite su extraordinaria calidad humana y literaria.

Nuestras letras han perdido al Cervantes de este siglo, que Ă©l ocupĂł casi en su totalidad y los amantes de la belleza literaria al autor de esas obras que nos conmueven y nos mantienen fieles a sus páginas, evocándonos  y descubriĂ©ndonos ocultas emociones y escondidos sentimientos. Descansa en paz, mi admirado maestro y gracias por lo mucho que nos ha dejado y siempre te deberemos.


                    

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