Al salir del cine: AGARRADOS AL INSTANTE (After Earth)
César Bardés [colaborador].-
Un padre no es solamente el hombre que te ha dado la vida. TambiĂ©n es el ejemplo a seguir, el que es capaz de quererte sin perder la objetividad, el elegido al que se magnifica sus hazañas por el mero hecho de compartir sangre, carne y rasgos de carácter. Es el hombre al que te gustarĂa parecer, el icono parlante de todas las verdades y de todos los peligros. El guĂa que te abre caminos como si viera cada una de las pisadas que vas dejando en un mundo que Ă©l no quiere mostrarte. Es el valor que te encantarĂa tener. Es el mañana que te gustarĂa vivir.
Es posible que, en algĂşn momento, reniegues de Ă©l porque, en el fondo, sabes que jamás se enfadará del todo aunque pueda parecer que no te va a perdonar pero, sin embargo, es la fuente a la que siempre vuelves porque sus palabras sacian, sus frases no traicionan, sus verdades suelen cumplirse y su futuro, tambiĂ©n lo sabes, eres tĂş. Con todos los pensamientos tĂpicos que hemos tenido creyendo que le faltaba comprensiĂłn, que sus puntos de vista pertenecen a otra Ă©poca, que sus conceptos, otrora impecables, ahora se han vuelto caducos, ciertamente rĂgidos, irremediablemente trasnochados...al final uno se da cuenta de que es el punto de referencia fundamental de todos los que nos hemos sentido perdidos, abandonados y dispersos en una tierra hostil, evolucionada para odiar, involucionada para matar todos los valores que creĂamos intocables. Solo asĂ, echando a volar y demostrando que la cobardĂa es algo que es inherente a la condiciĂłn humana, podremos sorprender en sus cimientos, destruyendo absurdas creencias de padre amante y serio, a todas las ideas que anidan en el interior de una generaciĂłn que cree que el miedo es algo reservado a la inmadurez.
Las situaciones lĂmite son el mejor campo de pruebas para poner en juego las debilidades y las fortalezas que pugnan por salir cuando se quiere demostrar algo de forma permanente. Los animales no piensan, no ven apenas, solo sienten el miedo que es lo Ăşnico que puede delatar el falso movimiento, que puede descubrir la fragilidad de la que estamos hechos y que no es más que un mero mecanismo de autodefensa que elegimos como opciĂłn porque está asentado en unas suposiciones que ni siquiera sabemos con certeza que se vayan a cumplir. Ése es el autĂ©ntico desastre al que nos enfrentamos en esta Tierra que nos ha tocado vivir. El miedo nos paraliza, nos inutiliza, nos hace prescindibles en esta selva cruel que se afana en destruir al más dĂ©bil, al que menos tiene y que, inevitablemente, tambiĂ©n tiene que luchar contra una Naturaleza que, poco a poco, se va dando cuenta de que el elemento más dañino para su propia existencia es el hombre. Hay que luchar para demostrar. Hay que demostrar para vencer. Hay que vencer para seguir.
Es cierto que esta es una pelĂcula que pertenece más a Will Smith y a su hijo Jaden que a M. Night Shyamalan aunque haya algunos toques que definen la presencia de este cineasta. La obsesiĂłn por agarrarse al instante del ahora para ser consciente de lo que nos rodea, la mirada infantil hacia un mundo en el que se intuyen demasiados terrores, la continua presencia de una aventura que, en algĂşn momento, puede caer en una incoherencia pero que tambiĂ©n renuncia a sus sellos de identidad basados en el truco final con el objetivo de sorprender y hacer del pánico un juego del escondite que a algunos agrada y a otros molesta. Sin embargo, siendo una pelĂcula que apuesta por el entretenimiento ecolĂłgico con un cierto matiz espiritual, tiene un buen ritmo, continuamente están pasando cosas, unas más acertadas que otras pero, en ningĂşn momento, molesta o merece ser vapuleada. Bastante ha hecho ya con ponernos delante de un buen montĂłn de miedos, hacernos saltar un par de veces de la butaca y decirnos, bien a las claras, que un abrazo siempre es preferible a cualquier elogio en pĂşblico. Sobre todo si procede de un padre. Porque no sentir miedo no significa, en absoluto, que no se sienta amor.
Un padre no es solamente el hombre que te ha dado la vida. TambiĂ©n es el ejemplo a seguir, el que es capaz de quererte sin perder la objetividad, el elegido al que se magnifica sus hazañas por el mero hecho de compartir sangre, carne y rasgos de carácter. Es el hombre al que te gustarĂa parecer, el icono parlante de todas las verdades y de todos los peligros. El guĂa que te abre caminos como si viera cada una de las pisadas que vas dejando en un mundo que Ă©l no quiere mostrarte. Es el valor que te encantarĂa tener. Es el mañana que te gustarĂa vivir.
Es posible que, en algĂşn momento, reniegues de Ă©l porque, en el fondo, sabes que jamás se enfadará del todo aunque pueda parecer que no te va a perdonar pero, sin embargo, es la fuente a la que siempre vuelves porque sus palabras sacian, sus frases no traicionan, sus verdades suelen cumplirse y su futuro, tambiĂ©n lo sabes, eres tĂş. Con todos los pensamientos tĂpicos que hemos tenido creyendo que le faltaba comprensiĂłn, que sus puntos de vista pertenecen a otra Ă©poca, que sus conceptos, otrora impecables, ahora se han vuelto caducos, ciertamente rĂgidos, irremediablemente trasnochados...al final uno se da cuenta de que es el punto de referencia fundamental de todos los que nos hemos sentido perdidos, abandonados y dispersos en una tierra hostil, evolucionada para odiar, involucionada para matar todos los valores que creĂamos intocables. Solo asĂ, echando a volar y demostrando que la cobardĂa es algo que es inherente a la condiciĂłn humana, podremos sorprender en sus cimientos, destruyendo absurdas creencias de padre amante y serio, a todas las ideas que anidan en el interior de una generaciĂłn que cree que el miedo es algo reservado a la inmadurez.
Las situaciones lĂmite son el mejor campo de pruebas para poner en juego las debilidades y las fortalezas que pugnan por salir cuando se quiere demostrar algo de forma permanente. Los animales no piensan, no ven apenas, solo sienten el miedo que es lo Ăşnico que puede delatar el falso movimiento, que puede descubrir la fragilidad de la que estamos hechos y que no es más que un mero mecanismo de autodefensa que elegimos como opciĂłn porque está asentado en unas suposiciones que ni siquiera sabemos con certeza que se vayan a cumplir. Ése es el autĂ©ntico desastre al que nos enfrentamos en esta Tierra que nos ha tocado vivir. El miedo nos paraliza, nos inutiliza, nos hace prescindibles en esta selva cruel que se afana en destruir al más dĂ©bil, al que menos tiene y que, inevitablemente, tambiĂ©n tiene que luchar contra una Naturaleza que, poco a poco, se va dando cuenta de que el elemento más dañino para su propia existencia es el hombre. Hay que luchar para demostrar. Hay que demostrar para vencer. Hay que vencer para seguir.
Es cierto que esta es una pelĂcula que pertenece más a Will Smith y a su hijo Jaden que a M. Night Shyamalan aunque haya algunos toques que definen la presencia de este cineasta. La obsesiĂłn por agarrarse al instante del ahora para ser consciente de lo que nos rodea, la mirada infantil hacia un mundo en el que se intuyen demasiados terrores, la continua presencia de una aventura que, en algĂşn momento, puede caer en una incoherencia pero que tambiĂ©n renuncia a sus sellos de identidad basados en el truco final con el objetivo de sorprender y hacer del pánico un juego del escondite que a algunos agrada y a otros molesta. Sin embargo, siendo una pelĂcula que apuesta por el entretenimiento ecolĂłgico con un cierto matiz espiritual, tiene un buen ritmo, continuamente están pasando cosas, unas más acertadas que otras pero, en ningĂşn momento, molesta o merece ser vapuleada. Bastante ha hecho ya con ponernos delante de un buen montĂłn de miedos, hacernos saltar un par de veces de la butaca y decirnos, bien a las claras, que un abrazo siempre es preferible a cualquier elogio en pĂşblico. Sobre todo si procede de un padre. Porque no sentir miedo no significa, en absoluto, que no se sienta amor.
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