La eutanasia infantil, tiranos y malditos
FĂ©lix ArbolĂ [colaboraciones].-
Se habla estos dĂas, con más insistencia de lo debida, de la eutanasia infantil como mĂ©todo para acabar con la vida de aquellos niños que nacen con malformaciones fĂsicas o sufren enfermedades consideradas raras. Ha sido BĂ©lgica, la cuna y sede de la UE, la primera que lo va a permitir de forma oficial. (FOTOS: Elio Di Rupo, primer ministro belga; Hitler, Stalin, Pol Pot, Truman).
Ignoro y no quisiera tener que verme implicado en el tema, quĂ© actitud adoptarĂa en tan dolorosa situaciĂłn. Aunque me creo incapaz de provocar la muerte de un hijo, pues siempre queda un resquicio a la esperanza. AĂşn me causa un enorme dolor la obligada eutanasia veterinaria de mi perrita chihuahua y sigo con su mirada triste clavada en mi retina, cuando tuve que despedirme de ella. Me serĂa imposible si el protagonista fuera un hijo.
He sido testigo directo del caso de un sobrino y ahijado mĂo, hijo de mi hermano mayor y padrino, al que los mĂ©dicos advirtieron antes de la boda lo que podrĂa ocurrirle a sus hijos varones, por enfermedad hereditaria de la madre y mi hermano, que querĂa a esa mujer con locura, aceptĂł sin titubear las posibles consecuencias. El chaval pasĂł una infancia no muy afortunada en salud, pero si en el gran amor de sus padres.
Poco a poco fue perdiendo sus fuerzas y movilidad hasta quedar paralizado en silla de ruedas y morir de forma lenta e imparable antes de los quince años. Los mismos que mi hermano, al que más he querido, los dedicĂł Ăntegramente a proporcionarle los mayores cuidados y todos los caprichos.
Lo llevaba cargado sobre sus espaldas a todas partes para que no se perdiera feria, paseo, cine o fiesta. Y dedicó con un amor sereno, hermoso y resignado cada instante libre de su vida, a hacerle más fácil y placentera la vida a ese hijo.
LOCOS LIBERADOS
El chaval podrĂa sentir envidia de sus hermanas que se movĂan y salĂan, pero fue hasta su muerte un niño muy querido y feliz y mi hermano se ganĂł el cielo como padre. Es mi santo preferido.
Hoy los monstruos de la Historia parece que están convirtiĂ©ndose en ejemplos a imitar en un mundo que cada dĂa está más disparatado. El hombre se ha creĂdo dios y decide quienes deben morir porque se consideran defectuosos.
No me extraña nada que con tantos locos liberados de sus camisas de fuerza, se termine por encomiar a los que en el pasado se creyeron superiores. Y no me refiero solo a Hitler, Pol Pot el asesino de Camboya, Stalin y otros “carniceros histĂłricos”, sino a muchos otros que cometieron y cometen idĂ©nticos horrores.
Hoy no queremos que nazcan niños con malformaciones y usamos la más avanzada tĂ©cnica mĂ©dica y cientĂfica, para evitarlo. Lo cual me parece muy loable. En lo que no estoy de acuerdo es que ya nacidos se les sacrifique por un error de la que ellos son ajenos.
El ejemplo de mi hermano me da fuerzas para afirmarlo. Soy consciente de que los quince años que estuvo con su hijo, fueron los más entrañables y felices de su vida. Le bastaba mirar al chaval y sacarle una sonrisa o verlo disfrutar pese a su inmovilidad para compensarle ampliamente cualquier sacrificio. Que pregunten a padres de hijos con esas enfermedades raras si los quieren dejar morir, a ver qué responden.
Si nos remontamos a la Historia, fueron los espartanos, pueblo guerrero y temido, las que implantaron la eutanasia, al establecer que al nacer sus hijos fueran examinados por los ancianos de la “polis” (ciudad estado), y si les encontraban algĂşn tipo de deformaciĂłn fĂsica o alteraciĂłn mental, fueran abandonados en las rocas del Apothetas, para que desnudos y sin protecciĂłn, fueran devorados por las rapaces, o lanzados al vacĂo desde el Taigeto.
NO REPETIR LAS BARBARIDADES DEL PASADO
Solo se salvaban los considerados aptos para la guerra y nada más nacer, los preparaban para ella, alejándolos de sus madres y entregándolos al cuidado de esclavas sin recibir cariño, cuidado y hasta de la leche materna.
La Alemania de Hitler, ese enfermizo tirano que se creĂa reencarnaciĂłn de Atila y en posesiĂłn del genio y estrategia de CĂ©sar, no pasĂł de ser un iluso paranoico que quiso forjar una raza superior y cometiĂł uno de los crĂmenes más espantosos contra la Humanidad. Pero no solo fue el holocausto judĂo, sino el de los gitanos, homosexuales, enfermos mentales, enemigos polĂticos incluso republicanos españoles y todos aquellos que Ă©l suponĂa un obstáculo a su orgulloso concepto de ser alemán.
Cuando se habla del holocausto los judĂos se erigen en Ăşnicas vĂctimas, olvidándose de los cientos de miles que como ellos y sin serlo, perdieron sus vidas y sirvieron de cobayas humanas para experimentos que jamás la ciencia tolerarĂa.
Claro que tampoco Stalin se libró de esa aureola de terror durante su trágico mandato y se cuenta que mató más que Hitler en los helados campos de Siberia y otros lugares. Y hasta el alabado Truman se cubrió de ignominia y entró a formar parte de esta lista, con el lanzamiento de esas dos bombas atómicas sobre ciudades japonesas superpobladas de civiles. Claro que como el ruso y el americano fueron los vencedores, se libraron de ser juzgados y condenados por genocidas.
La Historia está llena de tiranos que se convierten en hĂ©roes y vencidos que son considerados tiranos, segĂşn soplen los vientos bĂ©licos. Ni siquiera las religiones se libran. Ni la judĂa tiene razĂłn en considerarlo pueblo elegido y vĂctimas y no verdugos, como han demostrados en episodios pretĂ©ritos y actuales, ni la musulmana con sus guerras, que no tienen nada de santas, ni la cristiana con la nefasta InquisiciĂłn, las Cruzadas y otros lamentables hechos. Jamás deberĂa regresarse a las barbaridades del pasado.
Se habla estos dĂas, con más insistencia de lo debida, de la eutanasia infantil como mĂ©todo para acabar con la vida de aquellos niños que nacen con malformaciones fĂsicas o sufren enfermedades consideradas raras. Ha sido BĂ©lgica, la cuna y sede de la UE, la primera que lo va a permitir de forma oficial. (FOTOS: Elio Di Rupo, primer ministro belga; Hitler, Stalin, Pol Pot, Truman).
Ignoro y no quisiera tener que verme implicado en el tema, quĂ© actitud adoptarĂa en tan dolorosa situaciĂłn. Aunque me creo incapaz de provocar la muerte de un hijo, pues siempre queda un resquicio a la esperanza. AĂşn me causa un enorme dolor la obligada eutanasia veterinaria de mi perrita chihuahua y sigo con su mirada triste clavada en mi retina, cuando tuve que despedirme de ella. Me serĂa imposible si el protagonista fuera un hijo.
He sido testigo directo del caso de un sobrino y ahijado mĂo, hijo de mi hermano mayor y padrino, al que los mĂ©dicos advirtieron antes de la boda lo que podrĂa ocurrirle a sus hijos varones, por enfermedad hereditaria de la madre y mi hermano, que querĂa a esa mujer con locura, aceptĂł sin titubear las posibles consecuencias. El chaval pasĂł una infancia no muy afortunada en salud, pero si en el gran amor de sus padres.
Poco a poco fue perdiendo sus fuerzas y movilidad hasta quedar paralizado en silla de ruedas y morir de forma lenta e imparable antes de los quince años. Los mismos que mi hermano, al que más he querido, los dedicĂł Ăntegramente a proporcionarle los mayores cuidados y todos los caprichos.
Lo llevaba cargado sobre sus espaldas a todas partes para que no se perdiera feria, paseo, cine o fiesta. Y dedicó con un amor sereno, hermoso y resignado cada instante libre de su vida, a hacerle más fácil y placentera la vida a ese hijo.
LOCOS LIBERADOS
El chaval podrĂa sentir envidia de sus hermanas que se movĂan y salĂan, pero fue hasta su muerte un niño muy querido y feliz y mi hermano se ganĂł el cielo como padre. Es mi santo preferido.
Hoy los monstruos de la Historia parece que están convirtiĂ©ndose en ejemplos a imitar en un mundo que cada dĂa está más disparatado. El hombre se ha creĂdo dios y decide quienes deben morir porque se consideran defectuosos.
No me extraña nada que con tantos locos liberados de sus camisas de fuerza, se termine por encomiar a los que en el pasado se creyeron superiores. Y no me refiero solo a Hitler, Pol Pot el asesino de Camboya, Stalin y otros “carniceros histĂłricos”, sino a muchos otros que cometieron y cometen idĂ©nticos horrores.
Hoy no queremos que nazcan niños con malformaciones y usamos la más avanzada tĂ©cnica mĂ©dica y cientĂfica, para evitarlo. Lo cual me parece muy loable. En lo que no estoy de acuerdo es que ya nacidos se les sacrifique por un error de la que ellos son ajenos.
El ejemplo de mi hermano me da fuerzas para afirmarlo. Soy consciente de que los quince años que estuvo con su hijo, fueron los más entrañables y felices de su vida. Le bastaba mirar al chaval y sacarle una sonrisa o verlo disfrutar pese a su inmovilidad para compensarle ampliamente cualquier sacrificio. Que pregunten a padres de hijos con esas enfermedades raras si los quieren dejar morir, a ver qué responden.
Si nos remontamos a la Historia, fueron los espartanos, pueblo guerrero y temido, las que implantaron la eutanasia, al establecer que al nacer sus hijos fueran examinados por los ancianos de la “polis” (ciudad estado), y si les encontraban algĂşn tipo de deformaciĂłn fĂsica o alteraciĂłn mental, fueran abandonados en las rocas del Apothetas, para que desnudos y sin protecciĂłn, fueran devorados por las rapaces, o lanzados al vacĂo desde el Taigeto.
NO REPETIR LAS BARBARIDADES DEL PASADO
Solo se salvaban los considerados aptos para la guerra y nada más nacer, los preparaban para ella, alejándolos de sus madres y entregándolos al cuidado de esclavas sin recibir cariño, cuidado y hasta de la leche materna.
La Alemania de Hitler, ese enfermizo tirano que se creĂa reencarnaciĂłn de Atila y en posesiĂłn del genio y estrategia de CĂ©sar, no pasĂł de ser un iluso paranoico que quiso forjar una raza superior y cometiĂł uno de los crĂmenes más espantosos contra la Humanidad. Pero no solo fue el holocausto judĂo, sino el de los gitanos, homosexuales, enfermos mentales, enemigos polĂticos incluso republicanos españoles y todos aquellos que Ă©l suponĂa un obstáculo a su orgulloso concepto de ser alemán.
Cuando se habla del holocausto los judĂos se erigen en Ăşnicas vĂctimas, olvidándose de los cientos de miles que como ellos y sin serlo, perdieron sus vidas y sirvieron de cobayas humanas para experimentos que jamás la ciencia tolerarĂa.
Claro que tampoco Stalin se libró de esa aureola de terror durante su trágico mandato y se cuenta que mató más que Hitler en los helados campos de Siberia y otros lugares. Y hasta el alabado Truman se cubrió de ignominia y entró a formar parte de esta lista, con el lanzamiento de esas dos bombas atómicas sobre ciudades japonesas superpobladas de civiles. Claro que como el ruso y el americano fueron los vencedores, se libraron de ser juzgados y condenados por genocidas.
La Historia está llena de tiranos que se convierten en hĂ©roes y vencidos que son considerados tiranos, segĂşn soplen los vientos bĂ©licos. Ni siquiera las religiones se libran. Ni la judĂa tiene razĂłn en considerarlo pueblo elegido y vĂctimas y no verdugos, como han demostrados en episodios pretĂ©ritos y actuales, ni la musulmana con sus guerras, que no tienen nada de santas, ni la cristiana con la nefasta InquisiciĂłn, las Cruzadas y otros lamentables hechos. Jamás deberĂa regresarse a las barbaridades del pasado.
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