¡¡¡Gracias a todos y un fuerte abrazo!!!

Félix  Arbolí [colaboraciones].-

La muerte de un ser muy querido es un trauma difícil de vencer y convencer. La ausencia de lo que se ama es siempre amarga y si es definitiva, se hace cruelmente insoportable. A mi parecer, excesivamente cruel para un simple mortal. Lo he tenido que comprobar demasiadas veces como para no saberlo.

Cuando uno llega a cierta edad, aunque se encuentre en plenas facultades mentales y algunas dificultades físicas, siempre está dispuesto a seguir amando, gozando, sintiendo y viviendo como si la hora de la verdad, ese momento tan temido, estuviera aún muy lejos. No somos conscientes de que llegará ese día en que seremos nosotros la causa de ese dolor y el protagonista de esa tragedia. Somos tan ilusos que llegamos a creernos inmortales.  

No queremos considerar el por qué nos llaman mortales. Quizás sea debido a que si lo tuviéramos siempre tan presente nos volveríamos seres amargados, resentidos y faltos de estímulos y la vida debe seguir su curso habitual a base incluso de auto engañarnos. Y es tanto nuestro terror a la realidad, que nos sugestionamos fácilmente.

Hemos de saber aceptar y capear las emociones más dispares en el devenir de nuestros días con el ánimo sereno y la mente presta a nuevas experiencias. Con unas ganas tremendas de seguir en este oscuro y atormentado mundo el mayor tiempo posible, aunque la situación que nos rodea no sea la más adecuada a la resignación y el entusiasmo.

La muerte, excepción del cartujo y el legionario, (al menos en  su vibrante himno), no es una liberación, ni una novia. Es el final de una vida que nadie quisiera experimentar ni en carne propia, ni en la de sus seres más allegados. Ni siquiera la promesa de ese paraíso y beatífica visión divina, son suficientes para anhelar ese trascendental momento.

EL PASADO, TRISTEZA Y AÑORANZA

El más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer, cobra en este caso especial relevancia. Nadie quiere conocer ese Más Allá del que nos hablan y prometen aquellos que son tan inexpertos como nosotros en la realidad que nos espera. Y la fe es muy fuerte y poderosa, pero no lo suficiente como para eliminar dudas y temores.

Los que ya hemos pasado el Rubicón, el Tíber, el Támesis y cuantos ríos nos puedan salir al encuentro, sentimos el paso de los años como una pesada losa que nos mortifica el día a día con una larga hilera de añoranzas. A veces, que Dios me perdone, casi es mejor perder la noción de todo cuanto nos rodea y pasar las horas en ese nebulosa que nadie es capaz de descifrar.

Es muy duro echar la vista atrás y ver lo que hicimos y lo que dejamos de hacer. Recordar el pasado nos produce tristeza y nos causa añoranza. Hasta los momentos felices se vuelven melancólicos cuando regresan a nuestra memoria, porque pertenecen a un pasado irrepetible que nos descubre el desfase de nuestra caducada realidad. Son los recuerdos que más daño nos hacen, ya que nos parecen salidos de las páginas de un libro y no de nuestras propias vivencias.

Momentos de un ayer que quisiéramos mantener fijos e inmutables y a veces solo nos causan remordimientos al haber pasado ante ellos sin detenernos y conservarlos el mayor tiempo posible. ¿No has sentido curiosidad alguna vez por saber qué habría pasado si en lugar de haber tomado esa decisión, hubieras elegido otra?.. Yo, muchas, y de bastantes me he arrepentido cuando ya el rectificar no era de sabios, sino de cretinos.  

SUPERVIVIENTE DE UNA GENERACIÓN CADUCADA

Ser mayor es sentirse desplazado. Aun dentro de las muchas atenciones y el cariño que te demuestran los tuyos, te das cuenta que eres una excepción, pues ya no participas activamente en las reuniones, ni te piden tu opinión o que expreses tus ideas, expreses tus conceptos y alternes las cuestiones que se dirimen porque ya no te perteneces a ese rol.

Te dan el cariño, te colman de atenciones, te miman y atienden, pero no se dan cuenta que te han convertido en una especie de reliquia, sin nada que decir, aconsejar o decir,  pues tu mundo no pertenece a su mundo. Y vuelves a tus reflexiones y recuerdos porque es lo único que te queda.


A veces, la muerte de ese ser tan querido con el que te sentías identificado y unido, como el caso reciente de la muerte de mi hermano José Luis, te hace comprender que a la rueda de tu vida le quedan ya pocos eslabones que cubrir para llegar a su final.

Que eres superviviente de una generación caducada y que los que hoy lloran por él, más o menos tarde, lo harán por ti, aunque posiblemente en menor cantidad pues él fue una persona excepcional y querida. Me ha llegado el momento de hacer el balance de los cinco denarios recibidos.

DESNUDAR EL ALMA

Hoy he querido desnudar mi alma y aflorar mis sentimientos para aligerar mi conciencia  de resquemores y solicitar el perdón por mis errores a tiempo. Quiero daros las gracias a todos cuantos de una u otra forma me habéis acompañado en unos momentos tan duros y sufrientes. Cuando más se agradece y necesita el consuelo y el aliento, el saber que no se está solo en esas circunstancias tan terribles y angustiosas.

He rezado por él, aunque soy yo el que más necesita de sus recomendaciones al otro lado de la orilla. Me ha dejado como único testigo de una familia y una época que ya es historia y si me apuran, casi prehistoria”.

De una generación que solo se menciona en las amarillentas páginas del diario que forra el viejo cajón de la olvidada cómoda que se esconde en el desván. ¡!!Gracias a todos por vuestro testimonio de pesar!!! Habéis batido el record de comentarios y expresiones de solidaridad y me enorgullece y consuela ese bonito y entrañable homenaje a él, Dios os lo pague a todos. Un fuerte abrazo.