La cueva de Alí Babá
Francisco M. Navas [colaboraciones].-
Últimamente se habla mucho de transparencia. Pareciera como si todos tuviésemos que ser de cristal, para poder ser observados y juzgados incluso por nuestras más íntimas e inconfesables intenciones. La realidad es que los mismos que ahora se llenan la boca hablando continuamente de transparencia y de regeneración democrática (otra vez más), saben perfectamente que somos opacos, que podremos presumir ante los demás de lo que sea, aunque en nuestro fuero interno pensemos y maquinemos para llevar a cabo exactamente lo contrario de lo que a diario defendemos públicamente.
Y dirán ustedes: ¿A qué viene todo este cuento de la transparencia? Pues muy sencillo: defender la transparencia a boca llena supone para nuestros políticos de siempre adquirir públicamente el marchamo de demócratas, de honestos, de gente de bien.
Claro que una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo. Y mientras los discursos y las palabras van por un lado, la contundencia de los hechos cotidianos nos devuelve a la cruda realidad, aún cuando los mismos de siempre, los que han estado saqueando este país en su beneficio durante décadas, parecen todos como recién salidos de un lifting en el que se han despojado definitivamente de su lamentable pasado.
Hace varios días, una sentencia de un juez en Cádiz ha obligado a readmitir en su puesto de trabajo a un médico del Servicio Andaluz de Salud que llevaba siendo contratado en precario durante once años, once. Últimamente se le habían reducido su jornada laboral y su salario al setenta y cinco por ciento y, para rematar la faena, se le había despedido.
Y lo despidió la misma consejera que jura y perjura que en Andalucía seguimos atando los perros con longanizas, que aquí no ha habido recortes, y que somos un modelo de gestión para el resto del país.
Hace varios meses otra sentencia obligaba a readmitir a todos los monitores de colegios públicos de Andalucía, despedidos para crear una bolsa de trabajo a la que podrían optar de nuevo para volver a ser contratados, con la vergonzosa excusa de que… ¡carecían de cualificación profesional!, cuando quien los contrató en su día fue la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, con los requisitos que ella misma fijó.
COLOCAR A LOS AMIGUETES
¿Antes eran buenos y ahora son malos? Más bien parece que las cabezas “pensantes” del gobierno de Andalucía acababan de descubrir un nuevo yacimiento de empleo… para sus amiguetes. Quitamos a estos, y ponemos a mi hermana, a tu primo, a tu cuñada, a tu tío.
Aunque la palma se la lleva nuestro actual consejero de Educación, Luciano Alonso, hombre incombustible donde los haya (miren su currículum político en internet y se asustarán) porque ahora ha recibido el imperativo de la populista Susana Díaz para revisar las subvenciones a la formación (un lavadillo de cara para distraer el tema de la corrupción generalizada de la Junta, Patronal y Sindicatos) y tras haberse concedido una especie de amnistía justificativa a un montón de empresas, admite públicamente que todavía le salen más de setecientos fraudes por un montante de más de ochenta millones de euros sin justificar. Aunque, eso sí, durante todos estos años de fraude continuado, permitido y amparado por la misma Junta de Andalucía, se ha dado formación. ¡Faltaría más!
Claro que ahora, para su desgracia, el señor Luciano Alonso participa en un gobierno de coalición con unos socios que llevan también toda la vida presumiendo de ética y de transparencia cuando, por poner un ejemplo tonto, su eurodiputado de toda la vida, ahora dimitido (a la fuerza), Willy Meller, no se había enterado que las dietas que cobraba, ni sabía nada del fondo de pensiones europeo en el paraíso fiscal de Luxemburgo, ni nada de nada. Y nuestra amiga Rosa Díez, ídem de lo mismo.
La realidad es más simple. La irrupción de Podemos en el panorama político español, a raíz de las elecciones al Parlamento Europeo, los ha dejado a todos sin habla. Antes de Podemos, o del movimiento del 15M, se jugaba a la política con cartas marcadas: ahora te toca a ti, dentro de cuatro u ocho años a nosotros. Eso se ha acabado.
BIENVENIDOS A LA CUEVA
Estos chicos y chicas que se organizan en asambleas abiertas, como si estuviesen en la universidad, que dominan las nuevas tecnologías, sobradamente preparados políticamente y especialmente castigados económicamente por la casta, que los aboca a no tener futuro, éstos, repito, con su aparente candor y su manifiesta inexperiencia de gestión política, han propinado una soberana bofetada en las urnas a los dos grandes partidos que se repartían hasta ahora la tarta, soltando, de vez en cuando, unas migajas para los demás. Y, de camino, han cortado de raíz los cantos de sirena y los discursos “transparentes” de Izquierda Unida y de Unión Progreso y Democracia.
Pero la cosa no queda ahí: las palabras de Pablo Iglesias manifestando el mismo día de las elecciones su intención y la de Podemos, no de colocarse en política como han hecho todos hasta ahora, sino de asaltar el poder a través de las urnas para cambiar realmente las reglas del juego, han despertado oleadas de admiración y de apoyo entra las personas machacadas sistemáticamente por el poder de turno y también, por qué no decirlo, entre cientos de miles de personas que afortunadamente tenemos la vida resuelta.
Sólo puedo desearles desde ahora toda la suerte del mundo para que triunfen sus proyectos, desde mi convicción personal de que sus planteamientos son realmente honestos, palabra que ya casi habíamos dejado en desuso. Igualmente, deseo de corazón aportar mi granito de arena para que su proyecto político pueda salir adelante.
Ahora sí, desde mi humilde experiencia, que me hace venir de vueltas de casi todo cuando ellos acaban de llegar, tan sólo me atrevo a recordarles una máxima que deberán tener siempre presente y que considero, a mi modesto entender, indiscutible: “Bienvenidos a la Cueva de Alí Babá”.
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