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Es mentira

  
Francisco M. Navas [colaboraciones].-

Hace falta que se cometan una serie de crímenes despreciables y sin sentido en un país defensor de todo tipo de libertades como Francia para que afloren los mentirosos, una vez más, sacando pecho y, lo que es peor, pretendiendo sacar provecho político. No me cabe la menor duda de que la inmensa mayoría del pueblo francés, como la del belga, el español o el portugués, desprecia a estos asesinos y se horroriza hasta la médula con estas ejecuciones inútiles, que nada soluciona y a nada conducen.

Lo que resulta gravísimo es que estos acontecimientos sean aprovechados por los mismos de siempre como bandera en la que se envuelven los salvadores de la patria.

Para explicarme, empezaré por el principio: es mentira que al presidente de la República Francesa le importen realmente estas muertes, porque si realmente le importaran nunca permitiría que los cinturones de población que rodean París se hayan convertido, desde hace mucho tiempo, en guetos de miseria y exclusión.

Y nunca compartiría una cabecera de manifestación antiviolencia con una serie de políticos que se han especializado en masacrar impunemente a la gente de sus respectivos países o de países vecinos.

Es mentira que todos seamos también Charlie Hebdo, aunque por un solo instante lo hayamos llegado a creer de buena fe, porque diariamente nos desayunamos y almorzamos con masacres, asesinatos, raptos y violaciones de los derechos humanos y ya ni nos estremecemos.

IMPÁVIDOS ANTE OTRAS MASACRES

Somos capaces de contemplar un cadáver despanzurrado por una bomba, o un bombardeo “aliado” sobre poblaciones civiles mientras sorbemos lentamente y con sumo cuidado, nuestra sopa para no quemarnos.

Es mentira igualmente, por poner un ejemplo simple, que en un mundo en el cual se puede encontrar literalmente una aguja en un pajar, o en un desierto, con satélites espía tan sofisticados que pueden leer en un sello de correos, las naciones defensoras de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad no sean capaces de encontrar a un mamarracho como Boko Haram, que secuestra y mata impunemente a su antojo.

Es mentira que los problemas de África no tengan solución. Porque el 90% de las materias primas que necesitan los países defensores de todo lo defendible salen de ese continente masacrado de arriba abajo, y se necesita mantenerlo continuamente asolado de guerras locales y de miseria para que sea barato saquearlo a placer y experimentar con sus enfermos todos  aquellos medicamentos que más tarde nos serán vendidos a precio de oro a nosotros, los del primer mundo. 

Es mentira que cerrando a cal y canto las fronteras de nuestros respectivos países nos defendamos más eficazmente del terrorismo de todo tipo, porque nos hemos aplicado durante décadas, consciente o inconscientemente, a aplicar una suerte de terror edulcorado y socialmente admitido dentro de nuestros pueblos, de nuestras ciudades, echando a la gente de sus casas, privando a la gente de su trabajo, recortando en salud, educación, asistencia social o dependencia, con reformas que nunca reforman las abultadas carteras de los ricos y sumen en la miseria a aquéllos que sólo aspiran a tener un puesto de trabajo digno y a vivir en paz.

ENGORDAR LOS BOLSILLOS DE LOS BANQUEROS

Y es igualmente mentira que nuestros políticos sientan como suyos los problemas de la gente que no tiene ni para comer, porque sí que se ocupan de disfrutar sueldos millonarios, de coche oficial con chófer en la puerta, de “comidas de trabajo” pagadas por nuestros impuestos  y de jubilaciones de lujo aseguradas.

Es mentira que estemos saliendo de la crisis, porque los que actualmente gobiernan nos prometieron el oro y el moro antes de las elecciones, y tras salir elegidos con más de diez millones de votos hicieron en todo exactamente lo contrario de lo que nos prometieron, aumentando en un millón más el número de parados, dilapidando nuestra riqueza para engordar los bolsillos de los banqueros, y multiplicando nuestra deuda pública por tres.

Y mienten igualmente los que desde la oposición claman ahora al cielo y al infierno, rasgándose las vestiduras por los despropósitos diarios del Partido Popular, cuando desde sus anteriores responsabilidades de gobierno no supieron o no quisieron ahorrar cuando el dinero corría a raudales, y no fueron ni siquiera capaces de defender algo tan simple y tan éticamente correcto como la laicidad de nuestro Estado y su aconfesionalidad, permitiendo con su desidia que la mezquita de Córdoba sea ahora catedral y haya sido adquirida por treinta o cuarenta euros, lo mismo da, por la omnipresente Iglesia Católica.

DISCURSO DE LA MENTIRA

Dicen que las mentiras tienen las patas muy cortas, aunque lo cierto es que a nuestros políticos les lleva funcionando el discurso de la mentira desde hace más de treinta años. Y se escandalizan, y se indignan aparentemente de que la gente no crea en ellos y los meta a todos en el mismo saco.

Ahora viene un tiempo apropiado para que cada político saque lo peor de sí mismo para robarle el voto a los indecisos, a los que todavía creen en este tipo de política”. 

Volverán las promesas, las amenazas, los miedos, los buenos o malos augurios. La seguridad soy yo, lo demás es incertidumbre y caos.

Yo sigo con mi costumbre de bajar el volumen del televisor durante sus interminables e innumerables tertulias, siempre atento para subirlo de vez en cuando y observar atentamente cómo se crispan y cómo saltan en seco cuando aparece un fenómeno nuevo como Podemos, porque ahí sí que se acaban los discursos y aparecen en público o en privado, más o menos matizadas, las verdaderas cataduras de todos los que se dedican al negocio de gobernar y temen por su futuro puesto político o por su cargo conseguido a través de la política. ¿Verdad o mentira? Juzguen ustedes mismos.
   

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