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Injusticias de nuestra justicia


FĂ©lix ArbolĂ­ [colaboraciones.-

No tengo nada personal contra la Pantoja, pero no me gusta como artista, aunque entienda  que a muchos les entusiasme y fanatice. No me agradaban sus aires indolentes de “perdonavidas” cuando en uniĂłn de Julián Muñoz, entonces alcalde, recorrĂ­a las calles de Marbella, como si fuera la reina de la ciudad. Entonces no sufrĂ­a de males, ni necesitaba mĂ©dicos y hospitales.

Eran los tiempos que indicaba a su acompañante y alcalde su cĂ©lebre consigna de “dientes”,  para hacer frente a las murmuraciones que oĂ­an a su paso, pues es mujer que ha levantado tanto entusiasmo y delirio, como odio y repulsa. No soy “fan” de ella, pero tampoco la odio. Prefiero pensar que “to er mundo es gĂĽeno”, aunque muchos no lo parezcan.

Tengo en casa más de mil quinientos CDs y ninguno de ella. Me gustaba el arte, la gracia, el genio y la figura de Lola Flores, de la que fui gran amigo y era un huracán en el escenario que no dejaba indiferente a nadie. Aparte de ser una madre excesivamente celosa y una mujer admirable en su trato y atenciones para con sus amigos.

Dice el refranero español que el que la hace la paga y ahora algunos están pagando sus tiempos de esplendor a cuenta del dinero ajeno y la miseria de sus semejantes. No todos han de ser dĂ­as de rosas, ya que junto a ellas están siempre ocultas las espinas. En  las  cárceles españolas hay un letrero en su frontal que dice “Odia al delito y compadece al delincuente”, cuya autora fue nuestra insigne escritora ConcepciĂłn Arenal, cuando fue nombrada directora general de prisiones. 

INJUSTICIA

A mĂ­, la primera vez que lo leĂ­,  cuando fui con el Juzgado a tomar declaraciĂłn a un preso, se me quedĂł grabada y siempre la he tenido presente en mi vida y en mis actos. 
     
Leo la noticia de que  una señora mayor, (la llaman la abuela Tenerife), que sufre de diabetes y lleva en huelga de hambre dos dĂ­as cuando escribo estas lĂ­neas, con hijos o nietos a su cargo y escasos recursos econĂłmicos, porque la van a ingresar en prisiĂłn durante siete meses. No es por robar, que nuestra epidemia actual, sobre todo entre algunos polĂ­ticos, que serĂ­a lo más presumible ante su desesperada situaciĂłn. 

Sino por ampliar unos metros con una especie de pequeño cobertizo de madera la casa heredada de su padre, casi cuando Fernando VII usaba “paletĂłn”. Ella está dispuesta a abandonar su vivienda, siempre que le ofrezcan otra donde albergar a su “prole”, pero a esa razonable y justa peticiĂłn, los que tienen el poder de decisiĂłn, hacen oĂ­dos sordos. 

Una lamentable omisión, que no se produce con los que dejaron nuestras arcas vacías y se dieron la gran vida a nuestra costa y el dinero sigue sin aparecer. Las injusticias de nuestra justicia. Otras con mayores delitos, abandonan la prisión y eligen sus médicos y hospitales de lujo para permanecer en ellos durante semanas, librándose de estar entre rejas.

AGRAVIO COMPARATIVO

Ignoro si éste es el procedimiento que se sigue en tales casos o han de ir a un hospital público designado por el juez y con custodia policial y ante su puerta y no depender su restablecimiento y regreso a prisión de médicos pagados por ella y ajenos a los departamentos jurídicos. El juez, de la de Tenerife, cuyo nombre desconozco, y nada me importa, no tiene el mismo criterio.

“La justicia en algunos casos, es como una mujer caprichosa y sin sentimientos, que vive al socaire de lo que debĂ­a ser considerado y tenido en cuenta en cada caso”. 

Sin embargo, ahĂ­ tienen a los que se han llevado por la “jerĂł” millones a espuertas, cuyos juicios y condenas se alargan indefinidamente y sus dolosos protagonistas pueden permitirse el gusto de veranear en yates de lujo, esquiar en hoteles cinco estrellas y vivir a lo grande, a pesar de que los delitos de la tinerfeña comparados con la gravedad de los cometidos por nuestros polĂ­ticos, suena a calderilla.

Tampoco me explico que le nieguen el indulto o un cambio de condena a costa de la  realizaciĂłn de servicios que no le supongan el encierro a esta pobre mujer. No es que me sepa mal lo que hacen con una y no quieren hacer con otra, cuyo delito es inferior en grado sumo.

Lo considero una especie de agravio comparativo. No significa que quiera dudar de la honorabilidad y justa apreciaciĂłn de nuestros jueces, pero si resaltar la extrañeza que me producen estas  diferentes conductas y evaluaciones de un mismo CĂłdigo Penal.



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