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La vida, el amor y la fatalidad


FĂ©lix  ArbolĂ­ [colaboraciones].-

Hay dĂ­as que amanecen soleados y luminosos y tĂş no sientes en tu interior ese aliento vital que el clima te brinda. A veces te sumerge en el silencio y dejas que el tiempo transcurra sin desear que nada te perturbe. No es que te pase nada malo o desalentador, simplemente que necesitas ese mutismo y soledad para aclarar tus pensamientos.

En otros momentos te dan ganas de gritar y adentrarte en la vorágine para espantar los malos recuerdos o aplacar tus nervios. Son los cambios de carácter que causan los goces  o desdichas que a diario nos acechan desde el episodio de la manzana y sus nefastas y posteriores consecuencias. Las alegrĂ­as y las penas van tan mezcladas en nuestro diario acontecer que te pasas más tiempo llorando que sereno y no siempre de lástima, sino tambiĂ©n ante tanta dicha recibida.


Porque a las personas sensibles, y yo lo soy en grado sumo, nos salen las lágrimas con más facilidad que las palabras. Un enojoso asunto que no es nada grato en ninguno de ambos sentidos.

Hace unos dĂ­as lloraba felizmente emocionado ante el recibimiento que tuve en mi regreso a la tierra de mis orĂ­genes, mi querida Chiclana. Me sentĂ­a como en otra galaxia,  muy placentera por cierto, rodeado de tanta belleza, tanto cariño y tanto entusiasmo popular. Me hicisteis creer que era alguien y por mucho que me miraba ante el espejo, siempre veĂ­a a la misma persona. Era el mismo FĂ©lix de siempre.


CONGOJA

No hay persona a la que envidie despuĂ©s de los momentos tan intensamente vividos.  Hoy  siento la congoja y el llanto no de alegrĂ­a, sino de dolor, ante la muerte de una persona muy entrañable y especial. Mis sentimientos más profundos han cambiado las mieles de los dĂ­as pasados, por la amargura de una difĂ­cil soledad. Lo cual me hace pensar que a veces los dichos populares no son ciertos y despuĂ©s de la tormenta no llega la calma, sino que ocurre lo contrario.

Es en estos momentos cuando te das cuenta que la vida no es siempre color de rosa y un grato regalo, sino que te exige duras y dolorosas compensaciones por los favores recibidos. Ya lo dije una vez y vuelvo a repetirlo, solo son felices los que han perdido la razĂłn o han nacido sin ella y los que la edad y la mala suerte les hacen padecer ese terrible Alzheimer, que los priva de reconocer y percatarse  de cuanto ocurre a su alrededor. Lo cual, no sĂ© si perjudica y mortifica más a las personas que le rodean que al mismo enfermo. No he estado, a Dios gracias, en situaciĂłn de aclarar ese concepto.


La mente humana siempre está en ebulliciĂłn. Y nos damos un trastazo y antes de levantarnos y sacudirnos el polvo, ya estamos pensando en una nueva aventura. Y pobre del que no estĂ©  dispuesto a seguir en la brecha hasta el Ăşltimo instante.

Hay que soñar, luchar y aventurarse hasta que nuestro cuerpo sea incapaz de moverse y aún en esa tesitura, si la mente sigue funcionando ha de procurar que su inventiva, sus sueños y sus anhelos le sigan animando para hacer frente a la adversidad y el peso de los años. Me gustaría llegar al final escribiendo y amando, las dos grandes pasiones de mi vida, aunque todo fuera un dulce y bonito sueño.


AĂ‘ORADA TIERRA CHICLANERA

En realidad, me considero un ser extraño que vive el dĂ­a a dĂ­a usando y gozando las rentas del pasado. Mi vida por mucho que intenten demostrarme lo contrario los que bien me quieren, no  tiene presente, pero si un ilusionado futuro gracias a vuestro demostrado cariño y atenciones.

No hay medicina, ni estĂ­mulo mayor para los que hemos sobrepasado los lĂ­mites convencionales, que sentirse Ăştil y querido. Y vosotros me lo hacĂ©is creer cada dĂ­a con vuestros mensajes, comentarios y lecturas. ¡Me estáis proporcionando los años más hermosos de mi vida! Me habĂ©is dado la razĂłn más bonita y necesaria para sentirme vivo, no solo en el aspecto fĂ­sico, sino en el mental que es mucho más importante y positivo.

PodĂ©is tener la certeza de que me estáis regalando cada dĂ­a los momentos más  emotivos y entrañables que jamás pude imaginar despuĂ©s de tantos años alejado de mi vocaciĂłn literaria y haber olvidado el tesoro de tan valiosas amistades. Y más aĂşn en mi añorada y querida tierra chiclanera.          



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