Mi querida Europa
FĂ©lix de la Fuente Pascual [colaboraciones].-
Nada de sensiblerĂa ni de buenismos, como alguien podrĂa pensar, habida cuenta de la Ă©poca de Navidad en que nos encontramos. No es a la geografĂa europea a la que me estoy refiriendo, y ni siquiera en los ciudadanos europeos. No pretendo sustituir un nacionalismo regional o estatal por un nacionalismo continental. No, no voy a defender una Europa para los europeos.
Es en ese proyecto de UniĂłn Europea que tantos años de paz nos ha proporcionado a un continente acostumbrado a convivir con el arma bajo la almohada, en lo que estoy pensado. Es en esa idea que tanto bienestar ha proporcionado ya a millones de europeos pero que Ăşltimamente, entre nuestros miopes polĂticos y el gran capital, nos la están prostituyendo.
Los que me venĂs siguiendo habrĂ©is visto que es precisamente mi convicciĂłn en la necesidad de unos Estados Unidos de Europa la que me obliga a ser crĂtico, terriblemente crĂtico, con todos nuestros gobernantes y los gobernantes europeos.
En la DeclaraciĂłn de Bratislava del Consejo Europeo, celebrado en dicha ciudad hace una semana, podemos leer: “La UE no es perfecta, pero es el mejor instrumento de que disponemos para abordar los nuevos desafĂos a que nos enfrentamos. Necesitamos a la UE para garantizar no solo la paz y la democracia, sino tambiĂ©n la seguridad de nuestros ciudadanos. Necesitamos a la UE para atender mejor a las necesidades y deseos que esos ciudadanos tienen de vivir, estudiar, trabajar, circular y prosperar con libertad en todo nuestro continente, asĂ como de aprovechar el rico patrimonio cultural europeo. Hemos de mejorar nuestra comunicaciĂłn: entre los Estados miembros, con las instituciones de la UE, pero de forma primordial con nuestros ciudadanos”.
NO PODEMOS SER PASIVOS
ComunicaciĂłn con nuestros ciudadanos. He aquĂ la clave. El ciudadano es el gran ausente de toda la vida polĂtica tanto española como europea. Quizás llegue ya demasiado tarde esta comunicaciĂłn, pero es que, además, sabe a poco. Si los polĂticos son los representantes de los ciudadanos y no de los partidos polĂticos, deben rendir cuentas a los ciudadanos y no sĂłlo hablar con ellos.
La comunicaciĂłn con los ciudadanos no es un acto de benevolencia de los polĂticos, es una obligaciĂłn, que para eso los pagamos, aunque serĂa mejor decir “que para eso se cobran su sueldo”, pues son ellos mismos, los polĂticos, los que se fijan el sueldo, no nosotros.
Es triste que los polĂticos tengan que reconocer a estas alturas, siete dĂ©cadas despuĂ©s de la creaciĂłn de la UE, que tienen que hablar con el ciudadano. Pero tampoco nosotros podemos quedar pasivos.
En esta lĂnea va el libro -El ciudadano europeo pide paso- que acaba de salir y que en breve estará en Internet de forma gratuita a disposiciĂłn de cualquiera (por eso me permito hacer propaganda de Ă©l).
Los acontecimientos polĂticos de los Ăşltimos tiempos quizás no sean motivo de mucho optimismo, pero, como dice el refrán, “no hay mal que por bien no venga”. Ha llegado el momento de que los europeos empecemos a ser libres sin complejos: libres de la dependencia militar de los EE.UU, libres de la dependencia energĂ©tica de Rusia y de los paĂses árabes y libres de la dependencia demográfica de los paĂses africanos, pues sin libertad no hay democracia.
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