Emilio Oliva Fornell, torero de raza que lidió a la muerte con largas cambiadas
En abril Emilio Oliva Fornell cumplió ochenta años. Ocho décadas en las que este chiclanero ha vivido varias vidas, aunque en 1963, con solo 26 años, estuvo a punto de irse al camposanto por una cogida en Las Ventas. Tuvo otras dos muy graves, la más importante en Algeciras, pero sobrevivió y regresó a las plazas con gran éxito. La charla fue en la Plaza de Toros, mientras sus alumnos de la Escuela Francisco Montes, Paquiro, entrenaban.
Emilio Oliva nació en Chiclana el 18 de abril de 1937. Su padre, Jorge Oliva, era campero, y su madre, Petrola Fornell, como era costumbre en la época, se dedicaba a las faenas de la casa. Nació en el Barrio Nuevo y se crió en El Castillo. En plena posguerra había que buscarse la vida, por lo que con once años ya trabajaba de hortelano, y con doce guardaba ovejas. Pero lo que realmente le gustaba era ser torero. Eran siete hermanos y solo Diego se dedicó un tiempo a esto, de novillero.
Lo primero que toreó fue un carnero de los que cuidaba en el campo: “Usé un paño que tenía para darle unos pases”. Pero donde aprendió a dar muletazos fue en el matadero que había en el lugar que ocupa la calle con ese nombre: “Me colaba de noche. El guarda, Vinagre, que era amigo mío, me dejaba entrenar allí. Con seis o siete botellas de cerveza, a las que echaba gasoil, me alumbraba, ya que en el corral donde estaban las vacas no había luz”. Y allí se pasaba las horas dando pases a unas vacas que al amanecer serían sacrificadas.
DEBÚT EN SAN FERNANDO
Con 17 años debutó matando becerros en San Fernando, pero se tuvo que pagar los gastos (banderilleros, hotel y mozo de espadas). Fue en La Isla donde alquiló su primer traje. Emilio está muy agradecido por la ayuda que le han prestado siempre en Chiclana: “José Marín, Pedro Collantes y Francisco Barberá pusieron dinero para que pudiera torear. Y el pueblo de Chiclana también me ayudó comprándome un traje, dos muletas, dos capotes y el fundón para las espadas”.
Debutó como novillero y con caballos en 1958, en la plaza de toros de San Fernando con el siguiente cartel: Paquita Rocamora (Alicante) –ya entonces había mujeres que querían abrirse camino en este mundo machista del toro-, Agustín Vilaplana (de nuestra localidad) y Chamaco de Chiclana, que no era otra que Emilio Oliva. Ese apodo se lo puso Manolo Ballesteros, El Mónico, “que fue el que me hizo torero y me apoyó mucho”. Nino Vilaplana sería su primer apoderado.
Entrenaba en la Caseta Municipal. Asegura que entonces había más afición que ahora, aunque era muy difícil aguantar porque las posibilidades de torear tampoco eran muchas y además había que pagar por ello. Sin embargo, Emilio toreó en muchas plazas: El Puerto, Jerez, Sanlúcar, Cádiz, La Línea, Algeciras, Los Barrios, etc.
PRIMERA CORNADA, PRIMER AVISO
En julio de 1961, siendo todavía novillero, recibió la primera de las cornadas graves. Fue en Algeciras y el toro le perforó la femoral. Menos mal que el médico de la plaza, Ramos Argüelles, actuó con rapidez y profesionalidad: “Me salvó la vida”, recuerda Oliva. Pero lo que realmente impresiona es lo que hizo tras ser cogido por el morlaco: “Tras librarme el novillo me tapé la herida con la mano y salté al callejón. El practicante, Marquitos, me hizo un torniquete. Después fui operado y pasé un mes en el Hospital de las Hermanitas”. Casi le cortan la pierna.
Nada más recuperarse de la cogida se fue a la otra punta de España, a Santurce, donde cortó cuatro orejas, un rabo y una pata. Cuando regresó a Chiclana nadie se lo creía: “Fui poco después a torear a Sanlúcar con Quinito, de esa ciudad, y Terremoto, de Málaga, y volví a cortar cuatro orejas, un rabo y otra pata”. Ahora ya no hubo dudas. Toreó varias veces en Las Ventas, cortando una oreja.
ALTERNATIVA EN EL PUERTO
Su siguiente apoderado fue Torerito de Triana. El 11 de agosto de 1962 llegó al gran día para un Emilio que ya tenía 24 años y se había curtido en mil batallas por las plazas de España. Por fin iba a tomar la alternativa y lo iba a hacer en El Puerto de Santa María, muy cerca de su pueblo, Chiclana. Tuvo a Antonio Ordóñez (su torero favorito) de padrino y Jaime Ostos de testigo, dos de los matadores más grandes de la tauromaquia.
Como es lógico, sus paisanos no se lo quisieron perder y hasta allí se desplazaron en cuarenta y seis camiones, llenos hasta los topes, ya que entonces no había otros medios de locomoción. Su puesta de largo fue a lo grande, cortando tres orejas a los de Jandilla (Juan Pedro Domecq), dos al del debut (Jazminillo) y una a su segundo. Fue el triunfador de la tarde y salió solo a hombros por la puerta grande. Recuerda esa tarde como si hubiera sido ayer.
Sus compañeros no tuvieron su día: “Me dejaron triunfar –dice sonriendo-. Esa tarde era muy importante para mí, con una gran responsabilidad porque había cerca de tres mil chiclaneros en los tendidos y no les podía defraudar”. Éxito rotundo y nuevo ídolo local. Toreó en la mayoría de los cosos patrios, el de Cádiz entre ellos, teniendo de compañero a Miguel Báez, El Litri, que recuerda con especial cariño porque cortó tres orejas.
HASTA LAS ENTRAÑAS
Todo transcurría como esperaba, pero el mundo del toro es traicionero y peligroso y Emilio Oliva lo sufrió en sus propias carnes. El 12 de octubre –Día de la Hispanidad y del Pilar- de 1963 estaba anunciado en la plaza de toros madrileña de Las Ventas. Era su confirmación en Madrid. Como compañeros de terna estaban el colombiano Pepe Cáceres y Rafael Chacarte. Era la Feria de Otoño.
En el primer toro no logró nada, pero en el segundo, un sobrero de El Jaral de la Mira, Desteñido, le asestó una tremenda cornada que penetró violentamente en la cavidad peritoneal de Oliva (“entró por mis partes hasta el estómago”) y le causó tales destrozos que los médicos temieron por su vida. Esto motivó que se casara en el Sanatorio de Toreros in articulo mortis aquella misma noche con su novia, Antonia Baro.
Pero la pericia del equipo sanitario de Las Ventas, con el doctor Luis Jiménez Guinea al frente, logró mantener las constantes vitales de quien ya anunciaban su entierro, casi a la vez que su boda, unión que se presuponía efímera pero que, afortunadamente, les dio tiempo para concebir siete hijos, cinco varones (cuatro de ellos toreros) y dos hembras.
RECIBIMIENTO MULTITUDINARIO
Tuvo una dolorosa convalecencia que se prolongó durante casi dos meses, pero la fortaleza de sus veintiséis años logró el milagro. Cuentos los más viejos del lugar que el Teatro Moderno se llenaba cada día para ver el NODO (la película era lo de menos), donde ponían lo de su cogida, boda y recuperación.
Dado de alta regresó a Chiclana en olor de multitudes. De Madrid a Sevilla viajó en avión con el doctor Jiménez Guinea y de la capital hispalense a Chiclana, en el coche del galeno.
Su llegada fue espectacular, ya que en El Pájaro le esperaban miles de chiclaneros: “Le dije al doctor que si estaba dispuesto a salir en hombros y me dijo que sí. No podíamos pasar, la gente no nos dejaba, por lo que nos bajamos del vehículo y los aficionados nos llevaron en hombros a los dos”.
Fueron en volandas desde este cruce hasta la Alameda y centro del pueblo. Emilio se emociona recordando ese día, muy lejano, no en vano han pasado 54 años, pero que lo tiene en su memoria como si hubiera ocurrido ayer.
VUELTA A LOS RUEDOS Y SALIDA A HOMBROS EN SEVILLA
Sevilla. 25 de abril de 1964. Habían pasado sólo seis meses desde la cogida y ya anunciaron su vuelta en la Feria de Abril. Aunque ya estaba casi restablecido, Emilio Oliva no las tenía todas consigo: “Le dije a mi apoderado y a la cuadrilla que iba a torear en Sevilla, pero si no era capaz de estar por encima de los toros, me retiraba”. Los astados eran de Baltasar Iban y toreó junto al rejoneador Angel Peralta y los matadores Rafael Chicuelo y Andrés Vázquez.
Hizo dos faenas para enmarcar, cortando tres orejas y saliendo a hombros por la Puerta del Príncipe. Dos o tres días después, volvió a cortar dos orejas más, aunque esta vez no tuvo la misma suerte, ya que al contrario que el resto de plazas del mundo, donde con dos orejas te llevan en volandas, para salir a hombros en Sevilla hay que lograr tres apéndices, pero fue el triunfador de esa feria con cinco trofeos. De novillero ya había conseguido salir a hombros.
REGRESO A LAS VENTAS POR LA PUERTA GRANDE
Dice Emilio que “caía bien en Sevilla”, pero en Madrid “me arrearon fuerte de novillero, aunque no me acogoté y terminaron aplaudiéndome”. Como es lógico, no se retiró y ese año estuvo en 36 festejos de toda España, Bilbao, Logroño, Córdoba, Valencia…, plazas y ferias importantes. Volvió a Las Ventas, ante un público afectuoso que todavía recordaba estremecido su gravísima cogida.
Cuenta el maestro una anécdota: “Estaba ese día en un bar cercano a la plaza, donde entré a tomar algo y unos clientes hablaban de la corrida de esa tarde. No me reconocieron y uno de ellos dijo refiriéndose a mí, que a ver que iba a hacer allí el sevillano –creían que yo era de esa ciudad-, que Madrid no era Sevilla”.
Nada más empezar a hacer el paseíllo recibió una gran ovación del público que casi llenaba el coso, en recuerdo del grave percance sufrido allí. Pues bien, el sevillano se hartó de torear y de arrimarse a los morlacos que le tocaron en suerte, cortando dos orejas y saliendo por la Puerta Grande. Sobre qué plaza le gusta más, Madrid o Sevilla, Oliva comentó que “cada una tiene su categoría, pero a mí me gusta más la Maestranza”.
NUEVA COGIDA GRAVE Y RETIRADA
De nuevo en Madrid sufrió otra cornada grave, esta vez en el pecho. De nuevo una larga convalecencia y en los años siguientes hasta su retirada en 1972, los festejos disminuían, sobre todo porque el matador de Chiclana arrastraba problemas físicos. Esto le llevó a la retirada con solo 35 años, aunque se lo tomó con filosofía. Se cortó la coleta en El Puerto de Santa María.
Pero no abandonó definitivamente el mundillo, ya que participó en festivales y también en homenajes que le rindieron en Chiclana en varias ocasiones. Encima, cuatro de sus hijos siguieron sus pasos, Emilio, David, Abel e Isaac, con lo que pasó a ser su maestro y consejero.
De su época toreó, además de los nombrados anteriormente, con Miguelín, Limeño, Rafael de Paula, Adolfo Ávila, El Paquiro; Antoñete, César, Efraín y Curro Girón, Paco Camino –con el que tuvo sus más y sus menos-, Diego Puerta, Rafael Ortega, Palomo Linares, El Cordobés, El Pireo y también estaban El Viti, Curro Romero, Caracol, Joaquín Bernardó y un largo etcétera.
QUERIDO POR SUS PAISANOS
Una de las cuestiones que Emilio Oliva repitió en varias ocasiones durante la entrevista fue el cariño y ayuda de sus paisanos. Su debut en Barcelona como novillero costaba 50.000 pesetas, ya que también en esa fecha debían pagar por salir a la plaza. Oliva no tenía ese dinero por lo que se lo prestó el dueño de las muñecas más famosas del mundo, el chiclanero José Marín.
Hizo dos buenas faenas y cortó una oreja, por lo que los empresarios catalanes le pagaron los gastos. Cuando llegó a Chiclana, en vez de quedarse con el dinero, pues nadie sabía que le había salido gratis, fue a devolvérselo a Marín y éste le contestó que por haber sido honrado, que se lo quedara.
Pero no quedó ahí la cosa, ya que en su primer año de matador, José Marín le prestó su coche, un Mercedes, y su chófer, Jaramago, que le llevó a todas las ciudades y pueblos donde toreó. Oliva manifestó a PUENTE CHICO que “nunca olvidaré la ayuda de don José Marín cuando empezaba, lo mismo que a los señores Collantes y Barberá”.
VIAJE A AMÉRICA, SUEÑO CUMPLIDO
Antiguamente, los que se dedicaban al mundo del toro eran personas con graves problemas económicos, que se lanzaban a los ruedos en busca del éxito, con el que se quitarían el hambre y las fatiguitas que estaban pasando.
Todos decían que lo primero que harían cuando ganasen dinero sería comprarse un Mercedes y un cortijo o finca. Nuestro protagonista también tenía en mente lo mismo: “Lo primero si lo logré, el Mercedes, pero no el cortijo, porque no gané tanto como para eso, pero me defendí bien económicamente”.
Fue a Venezuela y Colombia (Caracas y Bogotá) a torear dos festejos en cada plaza y tras el éxito obtenido hizo once en cada una de ellas. Esto le dio para “comprarme la casa de la calle La Vega y arreglar el Bar Central. Gasté en ambos un millón de pesetas”. Una vez retirado se puso a trabajar de carnicero en un puesto de la antigua plaza de abastos, que era de su suegro, donde estuvo hasta su jubilación hace unos ocho años.
LA SAGA TAURINA
Decíamos más arriba que tenía cuatro hijos toreros. No podíamos dejar de preguntarle por cada uno de ellos. Le pedimos que los calificara en una frase. Empezamos por los matadores. Emilio: “El más completo”. David: “Muy bueno, pero seco toreando”. Abel: “Muy valiente. Había que contenerlo cuando salía a la plaza”. Isaac fue novillero y no tomó la alternativa como sus hermanos: “Toreaba muy bien”.
TOROS Y TOREROS
Sobre los toros de antes y los de ahora Oliva lo tiene claro: “Antes tenían más raza. Los ganaderos se preocupaban más por mantener una buena ganadería”. También ha cambiado el tamaño del toro, “los de antes pesaban de 490 a 500 kilos y ahora pasan de 600”.
La forma de torearlos también es distinta: “Se lidiaba de largo, dejando que el animal se arrancara. Ahora todos se acercan y repiten los pases una y otra vez”.
De los toreros que le han gustado de otras épocas distintas a la suya destaca a Galloso, Paco Ojeda, Ruiz Miguel y a su hijo Emilio. De los de ahora Talavante, Morante, El Juli, José Tomás (“tiene un estilo único, un don, asusta a la gente con su forma de torear”), Castella, Roca Rey, así como Ponce, El Capea, Manzanares…
Respecto a los movimientos antitaurinos, cada más activos, resaltó que “respeto todas las opiniones, pero como los taurinos no nos echemos hacia adelante, nos van a ir comiendo terreno poco a poco. No son tantos, pero hacen ruido. Esta profesión mueve muchos cientos de millones y da trabajo a muchos miles de personas, más que otras industrias, y tenemos que defenderla”.
CINCO AÑOS SIN TOROS EN FERIA
Llegó la Feria de Chiclana y no hubo festejos taurinos: “Hace ya cinco años que no se hace nada y es una pena, porque en Chiclana siempre hubo toros en estas fechas. Es verdad que había más dinero y taurinos, pero es que no se hace nada, ni un festival. Yo he traído a los más grandes y por Chiclana han pasado casi todos los toreros”.
Respecto a la afición chiclanera fue muy claro: “Aquí los aficionados han estado al compás que marcaban los toreros y ahora no hay ninguno que destaque como matador”.
ENSEÑAR A LAS NUEVAS GENERACIONES
Emilio Oliva lleva diecisiete años como director de la Escuela Taurina Francisco Montes, Paquiro. Tres días a la semana da clases a varios chavales en la Plaza de Toros de La Longuera que, por cierto, está en unas condiciones lamentables de abandono. El ruedo está bien, pero las gradas están destrozadas y con las últimas levanteras que hemos tenido su estado ha empeorado más.
Miembros de la escuela han arreglado lo que ha podido y adecentado el recinto, pero ahora mismo sería imposible poder dar un festejo allí. Oliva pide al Ayuntamiento que eche una mano a los propietarios para que pueda estar en condiciones para torear.
Durante la entrevista estaba atento a lo que hacían sus alumnos y al finalizar ésta se quedó con Christian Parejo, que con 17 años apunta maneras.
HUELLAS A SANGRE
La tarde tocaba a su fin y Emilio Oliva Fornell nos había dejado bonitas historias que contar. Hablando de forma pausada, sin levantar la voz, respondiendo a todo y recordando la parte más importante de su larga vida. Por cierto, nos enseño el pecho y las huellas que las graves cornadas han dejado en él.
Estremece verlas, pero lleva con ellas medio siglo y ya se ha acostumbrado a verlas y sentirlas. Forman parte de él. Esperamos seguir contando con él muchos más años. Una gloria de Chiclana, muy querida y admirada por sus paisanos. Larga vida, maestro, y que Dios le siga repartiendo suerte.
FRANCIS SALVADO Y PACO LÓPEZ
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