EDITORIAL MARZO 2021-Cumplimos un año de oscuridad y miedo al futuro

Hace un año por estas fechas terminaba un estilo de vida y comenzaba otro.-

 

Lo que habíamos vivido hasta ese fatídico 14 de marzo, cuando el gobierno PSOE-Unidas Podemos decretó el estado de alarma y el confinamiento de todos los españoles en sus casas por el coronavirus. No podíamos salir salvo para comprar comida, medicinas, ir al banco o al médico. Las calles se quedaron vacías.

 

Chiclana se convirtió en una ciudad fantasma. Nos dijeron que debíamos llevar guantes, luego mascarillas, que teníamos que lavarnos las manos a menudo, no tocarnos la boca ni los ojos, etc., etc., etc. Cuando íbamos por la calle nos mirábamos unos a otros con desconfianza, apartándonos al paso de la gente por el miedo a contagiarnos no se sabía de qué, pero nos metieron el miedo en el cuerpo.

 

Desinfectaban las calles, plazas, bancos y papeleras unos trabajadores que parecían astronautas o de los que hemos visto en películas sobre contagios por lo enfundados que iban. Esto no nos aliviaba, al contrario, nos atemorizaba más. Abríamos las puertas con el codo, tocábamos el timbre con las llaves, en los cajeros nos poníamos los guantes y tocábamos las teclas con la yema de los dedos por miedo a coger la enfermedad.

 

Miedo en los ojos, en nuestros movimientos, en lo que tocábamos… Todo nos daba miedo. En el supermercado teníamos que entrar con cuentagotas, haciendo colas interminables, lavarse las manos y coger los guantes, que se acabaron en las tiendas y que solo en estos sitios había en abundancia, por lo que aprovechábamos para llevarnos unos cuantos a casa. Y sin poder visitar a nuestros seres queridos, que aún hoy continúa.

 

Compramos geles y líquidos para desinfectar la comida o los zapatos, las lavadoras trabajaban diariamente con la ropa que traíamos de la calle, porque nos dijeron que si estaban infectadas había que lavarlas inmediatamente. En los bloques de pisos, en cada descansillo estaban los zapatos que habíamos usado y que no era aconsejable introducir en casa, excepto que tuvieras gel para desinfectarlos.

 

NO ES CIENCIA FICCIÓN, PERO LO PARECE

 

Los comprábamos de forma masiva, como el papel higiénico, que se agotó en todas partes. De pronto todos defecábamos más y en grandes cantidades. A pesar de decirnos que no faltarían las provisiones, el primer mes se agotaban los suministros en las grandes superficies cada día, por lo que había que ir temprano si querías conseguir lo que deseabas, encontrándote con las colas y perdiendo media mañana.

 

Poco a poco la situación se fue normalizando hasta finalizar el encierro. Pero hemos tenido algo mucho peor. Cerca de cien mil muertos, millones de personas infectadas, comunidades autónomas cerradas, lo mismo que provincias y ciudades. Restaurantes, bares, hoteles y comercios cerrados o abiertos con muchísimas limitaciones. Poco a poco nos fuimos acomodando a la nueva situación, al teletrabajo desde casa, como llevar la mascarilla, que también escasearon y almas nobles tuvieron que ponerse a fabricarlas.

 

Eran demasiadas cuestiones para asimilarlas en tan poco tiempo. Nos cogió a todos con el paso cambiado. Como que no haya ferias, ni carnavales, ni Semana Santa, ni conciertos, ni teatro, ni fútbol y otros deportes. Ni toros. Ni viajes. De pronto hemos pasado del todo a la nada. Y el mundo ha seguido adelante, con muchas dificultades, pero la vida sigue, aunque sea de otra manera.

 

Ya tenemos hasta vacunas. Podemos vivir sin todo lo que nos han quitado en un año. De otra forma, sí, pero hemos salido adelante. Hemos tenido que cambiar nuestros hábitos radicalmente.

 

¿Cómo será el futuro? No lo sabemos. Pero las mascarillas han venido para quedarse. Y las colas. No estamos en una película de ciencia ficción aunque lo parezca. El mundo oscuro de Blade Runner ha llegado. Pero sin coches voladores, aunque con muchos replicantes: los políticos. Son los únicos que no han estado a la altura de las circunstancias.