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Los tontos al poder


Francisco M. Navas
[colaboraciones].-

Acabo de informarme por Radio Nacional, emisora poco sospechosa de esa permanente acusación de la derecha reaccionaria sobre el sectarismo de algunos medios de comunicación, de que de los más de siete mil millones de euros de ayudas a empresas librados por el Gobierno de España con motivo de la pandemia, se devolverá a Hacienda casi la mitad de esa cantidad por la supuesta complejidad de su solicitud. Perdonen, pero no doy crédito.

 

De manera que mientras el gobierno de la nación se esfuerza en dotar de un ingente fondo de ayudas, a todos aquellos que se han visto afectados en mayor o menor medida por ese tsunami que ha supuesto, supone y supondrá la pandemia para muchos conciudadanos, nuestros gobernantes, esos que todos los días inauguran algo para mantenerse vivos ante las cámaras de televisión, asisten a actos que a nadie interesan, o reúnen a los suyos para soltarles arengas políticas que ni ellos mismos se creen, resulta, como decía, que simple y llanamente, no han hecho sus deberes.

 

¿CĂłmo es posible? ¿CĂłmo puede ser que a diario esta nueva casta de ineptos saque tiempo de donde no lo hay para acometer esa sarta de esfuerzos inĂştiles que a diario nos ofrecen los informativos y, sin embargo, no se apliquen con todas sus fuerzas a lo que realmente importa y por lo que cobran buenos sueldos: a resolver los problemas de la ciudadanĂ­a, a facilitar la vida a
multitud de familias que con la pandemia lo han perdido todo o casi todo.

 

Es para quedarse de piedra. Es, sencillamente, para dejar de creer en todo lo que intentan vendernos a diario unos y otros. Escuchando los discursos de todos ellos, con su opciĂłn polĂ­tica todos los problemas de la gente se solucionarĂ­an al instante, mientras que con los adversarios de una u otra ideologĂ­a irĂ­amos directos hacia la desolaciĂłn y el caos.



TONTOS LADINOS, SOBERBIOS Y PREPOTENTES

 

Pues bien, el caos son ellos, la desolación nos la traen ellos a diario. Nadie se salva en el relato de esta noticia que a cualquier persona de bien debería hacer saltar de su asiento. Aquí no hay colores políticos, aquí lo que sufrimos es la incompetencia generalizada de una serie de señoras y señores que no saben gestionar lo público, porque han hecho de lo público un cortijo particular, en el que la inteligencia brilla por su ausencia y en el que prima, sobre todo, la permanencia y no la eficacia.

 

Castilla y León, Cantabria, Asturias, Galicia, Murcia, Madrid, Andalucía, casi nadie se salva. Todas estas Comunidades Autónomas, y algunas más, deberán devolver a Hacienda entre un cuarenta y cinco y un cincuenta y cinco por ciento de las ayudas asignadas por no haber sabido facilitar el necesario acceso a sus solicitantes.

 

Salvo en honrosas excepciones como Canarias, en donde esos fondos han sido adjudicados al cien por cien. En el caso de Andalucía, de los mil ciento cuatro millones de euros asignados, habrá que reintegrar a las arcas del Estado más de cuatrocientos millones de euros. Si se los convierto a pesetas, seguro que lo entienden mejor: sesenta y seis mil quinientos cincuenta y cuatro millones, cuatrocientas mil pesetas.

 

Bajo ese aire de suficiencia que nos muestran cotidianamente nuestros polĂ­ticos, bajo esos trajes de marca o esas cazadoras de cuero frotadas contra una esquina, esas corbatas impecables y esos peinados de peluquerĂ­a o esas barbas aparentando una apariencia descuidada, sĂłlo hay tontos.

 

Tontos ladinos, tontos llenos de sĂ­ mismos, tontos soberbios, tontos prepotentes aunque, al fin y al cabo, tontos de remate con demasiado poder porque, con su dejaciĂłn de funciones, ni siquiera son capaces de administrar la riqueza que se les ofrece cuando se dispone de ella.


PASOTISMO CIUDADANO

 

Verdaderamente, la noticia no hay por donde cogerla. Sin embargo, seguro que no veremos a la gente lanzándose a la calle multitudinariamente en manifestación los próximos días, reclamando que esos fondos se distribuyan equitativamente y que se inviertan en su totalidad para salvar todo tipo de economías.

 

Seguramente cualquier campo de fútbol de primera división, o incluso de segunda, tenga más capacidad de convocatoria que la indignación que debería producir colectivamente esta noticia confirmada.

 

 

Aunque nos roben el pan, el circo sigue funcionando y mientras unas cincuenta mil personas se manifestaron días atrás en la Cumbre Mundial sobre el Cambio Climático, con más mayores que jóvenes por cierto, seguramente el resto de estos últimos, unos mil ochocientos millones de personas en todo el mundo, tal vez ni siquiera reflexionan sobre el tema, porque yo no veo que se manifiesten.

 

Y la paradoja consiste en que esos pocos que lo hacen, concienciados hasta la médula, reivindican a voz en grito poner freno al cambio climático, o la necesidad imperiosa de luchar por la salvación del planeta, olvidándose de que ellos son también parte esencial de este planeta, y que sus trabajos en precario, sus sueldos de miseria, su falta de oportunidades, su apatía política, su inclinación hacia lo superfluo, descuidando a veces lo fundamental, darán al traste a la larga con el futuro de todos ellos, que no es, ni más ni menos, que el futuro del planeta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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