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EL ALMA POR EL CAMINO (Dinero fácil)

AL SALIR DEL CINE
César Bardés
[colaborador]

En un mundo que no ofrece ni un ápice de calor, es sencillo sucumbir a las tentaciones que se adhieren al dinero ganado con facilidad. No importa tener un futuro. Tampoco importa el cariño o cualquier otro lazo afectivo. Eso sólo son regalos que da la vida sin esperar nada a cambio. Lo que importa es el presente. Tener dinero ahora y parecer un triunfador, aunque hayas perdido el alma por el camino, aunque de hombre sólo te quede el sexo, aunque se prefiera vivir de apariencias antes de que de realidades.



Y así cuando uno se quiere dar cuenta, resulta que está hasta el cuello de inmundicia y de corrupción. Se han pensado operaciones de ingeniera financiera con la lavadora a punto, se han cerrado acuerdos sin riesgo para que el dinero se halle en manos seguras aunque con el percutor puesto. Se ha asistido a tristes espectáculos que sólo la ingenuidad implícita se ha encargado de ocultar. Un asesino tiene una hija. Un camello tiene una hermana embarazada. Un estudiante de económicas tiene un problema de podredumbre moral. Algo, por otro lado, muy frecuente en algunos de los que aspiran a dirigir complejos entramados empresariales.

Con un estilo ciertamente nervioso que hace pensar en la posibilidad de que ya no existan trípodes en el mercado, Daniel Espinosa dirige esta película de cine negro moderno, con hombres de hoy, dejando de lado los sombreros de ala ancha y atmósferas expresionistas para bañarlo todo con la luz de la cruda realidad. El resultado es una película que, sin duda, está mal dirigida pero que está razonablemente bien escrita. Espinosa sabe mostrar sobre el papel el lado oculto de todos esos facinerosos que se enriquecen con negocios más sucios que un servicio de un centro comercial, sin ocultar sus afecciones y deserciones, sus inicios y sus fines, sus mediocridades y sus virtudes. Con esos mimbres, lo que se ve es un rosario de personajes muy bien definidos, de alguna que otra complejidad dramática que una repetitiva y mareante cámara al hombro se empeña en esconder sin orden ni concierto.

Y es que en idioma chino, la palabra “crisis” significa también “oportunidad” y algunos no dejan de aprovecharse de esa “oportunidad”. Es en este tiempo de “oportunidades” también cuando florecen individuos que sacan a relucir su peor calaña, tratando de teñir su alma de oscuro con tal de la recompensa inmediata, de vivir el presente con el máximo de intensidad sin pensar en el futuro, siempre traicionero y pacato. Son los vientos de la bajeza, que se instalan sin apenas darse cuenta abriendo caminos de facilidad por senderos brutales. Matar es fácil. Venderse lo es aún más. Lo verdaderamente difícil es encontrar ese punto en el que se puede sobrevivir sin perder la visión clara y ética de las cosas. Sobre eso, se pueden dar lecciones a más de uno.

Así que entre tiros a bocajarro, dudas morales, vacilaciones obsesivas y traiciones sin salida, nos encontramos con más de dos horas de película que a algunos cansa, a otros confunde y, a los menos, agrada. Por mi parte, voy a intentar imaginarme cómo sería esta película de argumento hundido en las entrañas del cine negro con una dirección tranquila y centrada, con sus tiroteos bien vistos, sus muertes exquisitas, sus intenciones aleccionadoras y con toda esta suerte de personajes propios de la época en la que vivimos y que no dudan en tomar atajos para vivir lo que les toca al máximo. Lo malo es que vivir lo que les toca puede ser un plazo demasiado corto de tiempo. En ocasiones, la traición no es muy rentable. Ver lo que se tiene delante y luchar por conservarlo con armas de hombre es lo que da beneficios. Y lo que es mejor, no es necesario que nadie blanquee nada. Ni siquiera nuestras propias conductas.

C. Bardés

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