Chiclana en mi recuerdo y en mi justa indignación
Félix Arbolí
El periodista y escritor chiclanero Félix Arbolí, nos cuenta en este artículo su malestar –por decirlo de forma suave- por un reconocimiento prometido por el Ayuntamiento de Chiclana en 1973 con motivo de las gestiones realizadas en Madrid para descubrir dónde estaban los restos de Antonio García Gutiérrez, encontrarlos y depositarse después en el Panteón de Escritores Ilustres. Fue parte importante en la celebración del centenario de su muerte, en 1984, y “culpable” de buscar libros antiguos del escritor chiclanero y comprarlos para nuestra biblioteca, favor que le pidió el entonces alcalde Sebastián Saucedo. Hasta el momento nadie del Ayuntamiento, en casi cuarenta años, le ha dado a Arbolí ni las gracias por su trabajo en pro de Chiclana. (FOTOS: Libros de Arbolí sobre Chiclana, entierro de los restos en su nuevo panteón y el autor).
No me considero vanidoso, aunque hay circunstancias en mi vida que me han proporcionado orgullo y satisfacción. Reconozco que soy muy susceptible, hasta el extremo de que muchas veces, ante tantas decepciones recibidas, me han dado ganas de mandar todo al garete, por no usar expresiones más groseras. Siempre intento realizar aquello que considero justo, sin tener en cuenta sus posibles consecuencias, ya que hay sentimientos y posturas que no se pueden eliminar de nuestra vida, aunque la indiferencia e ingratitud sean las respuestas que obtenemos.
Este proceder me ha demostrado en muchas ocasiones que más que virtud se trata de un tremendo patinazo. La vida no está hecha para personas sensibles, ni se puede ir de blanco para andar moviéndose en la ciénaga.
Jamás he tolerado que me humillen, ninguneen o desaíren. Ni he sido pródigo en alabanzas y lisonjas al que no las mereciera y éste ha sido uno de mis mayores errores, dadas las normas que rigen en la moderna sociedad. Sólo trepan y suben los que están habituados al chaqueteo y falsos halagos, que son las armas que más puertas abren en este país. Con la verdad y sinceridad no se llega a ninguna parte, pero me resisto a tener que medrar a costa de alabar a un necio y hacer los honores a un cretino.
Hay episodios en mi vida en los que he puesto afanes y sentimientos equiparables a los que podría dedicar a mi propia madre. Me refiero a mi tierra natal, Chiclana de la Frontera. Es una “espinita” que llevo clavada desde hace mucho tiempo al volcar en ella todo mi cariño y entusiasmo sin haber recibido una sola palabra de gratitud o simple acuse de recibo.
LIBRO SOBRE LOS ORÍGENES DE CHICLANA
Puedo ufanarme y demostrar que no hay un hijo de esa tierra, a la que tanto amo, que se haya esforzado más que yo en airearla y enaltecerla, ni he podido erradicarla de mis sentimientos más sinceros, hasta el punto de que espero que al acabar mis días pueda descansar la eternidad en su campo o su bahía.
He sido autor del primer libro sobre sus orígenes y evolución histórica, tras una meticulosa documentación que se remontaba hasta la Prehistoria. Una investigación que me costó más de un año de continuas visitas a nuestra Biblioteca Nacional y otras fuentes adecuadas.
Su tirada se agotó a los quince días y tuve el honor de que tres universidades, norteamericana, inglesa y japonesa, me solicitaran ejemplares de la obra mediante una distribuidora internacional, supongo que por los datos aportados a través de Herodoto, Platón, Plinio, Estrabón y otros autores de la antigüedad que hablaron de ella.
Así mismo, puedo vanagloriarme de haber sido pionero en su evolución cultural y turística hasta convertir un pueblo sin futuro y de hombres explotados en una zona turística de primera categoría, cuando nadie creía en sus espléndidas cualidades para alcanzar esta fama internacional.
Sólo dos personas importantes de la localidad me apoyaron en el empeño: don José Marín Verdugo, artesano y propietario de la fábrica de muñecas que lleva su nombre, hoy mundialmente conocida, y Pepe Vázquez, un amigo y visionario como yo, en el despertar turístico chiclanero. Pero la gota que colmó el vaso de la incomprensible ingratitud de mis paisanos, fue el asunto de Antonio García Gutiérrez, hasta entonces no muy reconocido autor teatral.
ANTONIO GARCÍA GUTIÉRREZ, EL GRAN DESCONOCIDO
Con ocasión de uno de mis veraneos en La Barrosa, la Asociación Cultural Chiclanera, me invitó a cerrar un ciclo de conferencias, a lo que accedí gustoso. Hablé sobre la “Proyección de Chiclana en la Historia de España” y fui relatando vicisitudes, circunstancias y hechos que la ciudad había protagonizado durante nuestra Historia y Prehistoria. Cité a su hijo más ilustre y olvidado, Antonio García Gutiérrez, y prometí que a mi regreso a Madrid, dedicaría el tiempo que fuera necesario para encontrar su tumba en la Villa y Corte.
Temía que dado el tiempo transcurrido desde su fallecimiento en 1884, hacía más de noventa años, hubiera ido a parar a la fosa común por negligencia y desidia de autoridades y paisanos. Todos creyeron que era una de tantas promesas que se hacen, sin pretensiones de cumplirlas.
Este dramaturgo y poeta, autor de “El Trovador”, la obra en verso que inspiró a Verdi su célebre y homónima opera, fue el primero en la historia de nuestro teatro que tuvo que salir a escena para recibir las ovaciones del público. Costumbre hasta entonces insólita.
En su segunda obra “Simón Bocanegra”, llevada también a la ópera por Verdi, se repitió nuevamente el éxito, pero esta vez el público exigió no sólo la presencia del autor, sino que lo coronaran en escena. Ante sus exigencias, fueron a un teatro cercano donde se representaba “Aida” y con una que le prestaron, coronaron al autor. Sus éxitos no cesaron y se convirtió en el autor de moda preferido de los madrileños que lo adoptaron como suyo y dieron su nombre a una calle.
Nunca olvidó a su tierra, ni ocultó sus orígenes humildes, -era hijo de un panadero-, ni se recataba en contar que para venir a la capital del Oso y el Madroño había tenido que recorrerse andando más de setecientos kilómetros por carreteras y caminos muy distintos a los actuales al no tener medios para hacerlo de otra manera.
TRASLASLADO DE SUS RESTOS
A través de intensas gestiones en sacramentales y cementerios madrileños ya en desuso, pude localizar su tumba, muy deteriorada y de incierto futuro, y gracias a Alfredo Marquerie, mi profesor y amigo, que era directivo de la Asociación de Escritores y Artistas, propietaria y conservadora del Panteón de Escritores Ilustres, conseguí que aceptaran su nuevo enterramiento en dicho lugar. Posteriormente, localicé a sus familiares en Zaragoza para solicitar el preceptivo permiso para su exhumación y traslado. No hubo pegas.
Resueltas todas las pegas, me puse en contacto con el alcalde de Chiclana, que aceptó financiar los gastos. Una mañana de septiembre con asistencia de autoridades chiclaneras (Carlos Bertón, alcalde, y José Ruiz, “Trócola”, concejal), el marqués de Lozoya, Joaquín de Entrambasaguas y otras personalidades, se hizo el traslado al panteón y fue inhumado junto a Ventura de la Vega y Espronceda. Ya habían esculpido su nombre y fechas en la lapida. Luego hubo un acto literario en su honor en la Asociación, en el que intervine y a continuación un cóctel en el Hotel Plaza.
De este complicado y difícil proyecto fui único artífice y organizador. El ayuntamiento sólo corrió con los gastos más gordos. Uno de los concejales, José Ruiz, antiguo amigo, me dijo que se había aprobado una moción en la alcaldía para reconocer mi labor y agradecer mis gestiones y el éxito de las mismas.
Me la enviarían a casa. Aún sigo esperándola. Ni tampoco el acuse de recibo de las cuatro cajas de libros nuevos que regalé a la biblioteca pública de Chiclana, que se iba a inaugurar con el nombre de este autor.
REGALO DE UNA BOTELLA CON HISTORIA
Hasta su estatua, que se hallaba cubierta de excrementos de palomas y a falta de algunas letras, fue reparada y cambiada a un mejor emplazamiento, gracias a otras de mis peticiones al municipio. Aún espero que desde el Ayuntamiento de esa ciudad que me vio nacer y en la que mi padre ejerció de secretario hasta su muerte, me lo agradezcan o al menos reconozcan mi labor. No quisiera finalizar mis días sin experimentar ese justo reconocimiento.
Otro detalle. Conservaba con enorme cariño y gran valor sentimental la única botella de vino existente, de un total de doce, que se embotellaron en las bodegas de don José Marín, como homenaje al magnífico pintor don Agustín Segura, chiclanero de adopción. Fue un obsequio del artista durante una entrevista que le hice y tuvo el detalle de dedicármela y hacer unos dibujos en su etiqueta, al igual que don José Marín, asistente a esta reunión.
Era y es una pieza excepcional que yo cedí (se la entregó a José María Román, alcalde entonces, el 9 de marzo de 2006) para que figurara en el museo que sobre tan ilustre artista se iba a inaugurar en la ciudad. No he vuelto a tener noticia alguna de ella, ni siquiera si se ha inaugurado ese museo y figura en él dicha botella. Es lo mínimo que podía esperar, pero como es habitual, sólo he obtenido la callada por respuesta. ¿Tengo motivos para indignarme?
El periodista y escritor chiclanero Félix Arbolí, nos cuenta en este artículo su malestar –por decirlo de forma suave- por un reconocimiento prometido por el Ayuntamiento de Chiclana en 1973 con motivo de las gestiones realizadas en Madrid para descubrir dónde estaban los restos de Antonio García Gutiérrez, encontrarlos y depositarse después en el Panteón de Escritores Ilustres. Fue parte importante en la celebración del centenario de su muerte, en 1984, y “culpable” de buscar libros antiguos del escritor chiclanero y comprarlos para nuestra biblioteca, favor que le pidió el entonces alcalde Sebastián Saucedo. Hasta el momento nadie del Ayuntamiento, en casi cuarenta años, le ha dado a Arbolí ni las gracias por su trabajo en pro de Chiclana. (FOTOS: Libros de Arbolí sobre Chiclana, entierro de los restos en su nuevo panteón y el autor).
No me considero vanidoso, aunque hay circunstancias en mi vida que me han proporcionado orgullo y satisfacción. Reconozco que soy muy susceptible, hasta el extremo de que muchas veces, ante tantas decepciones recibidas, me han dado ganas de mandar todo al garete, por no usar expresiones más groseras. Siempre intento realizar aquello que considero justo, sin tener en cuenta sus posibles consecuencias, ya que hay sentimientos y posturas que no se pueden eliminar de nuestra vida, aunque la indiferencia e ingratitud sean las respuestas que obtenemos.
Este proceder me ha demostrado en muchas ocasiones que más que virtud se trata de un tremendo patinazo. La vida no está hecha para personas sensibles, ni se puede ir de blanco para andar moviéndose en la ciénaga.
Jamás he tolerado que me humillen, ninguneen o desaíren. Ni he sido pródigo en alabanzas y lisonjas al que no las mereciera y éste ha sido uno de mis mayores errores, dadas las normas que rigen en la moderna sociedad. Sólo trepan y suben los que están habituados al chaqueteo y falsos halagos, que son las armas que más puertas abren en este país. Con la verdad y sinceridad no se llega a ninguna parte, pero me resisto a tener que medrar a costa de alabar a un necio y hacer los honores a un cretino.
Hay episodios en mi vida en los que he puesto afanes y sentimientos equiparables a los que podría dedicar a mi propia madre. Me refiero a mi tierra natal, Chiclana de la Frontera. Es una “espinita” que llevo clavada desde hace mucho tiempo al volcar en ella todo mi cariño y entusiasmo sin haber recibido una sola palabra de gratitud o simple acuse de recibo.
LIBRO SOBRE LOS ORÍGENES DE CHICLANA
Puedo ufanarme y demostrar que no hay un hijo de esa tierra, a la que tanto amo, que se haya esforzado más que yo en airearla y enaltecerla, ni he podido erradicarla de mis sentimientos más sinceros, hasta el punto de que espero que al acabar mis días pueda descansar la eternidad en su campo o su bahía.
He sido autor del primer libro sobre sus orígenes y evolución histórica, tras una meticulosa documentación que se remontaba hasta la Prehistoria. Una investigación que me costó más de un año de continuas visitas a nuestra Biblioteca Nacional y otras fuentes adecuadas.
Su tirada se agotó a los quince días y tuve el honor de que tres universidades, norteamericana, inglesa y japonesa, me solicitaran ejemplares de la obra mediante una distribuidora internacional, supongo que por los datos aportados a través de Herodoto, Platón, Plinio, Estrabón y otros autores de la antigüedad que hablaron de ella.
Así mismo, puedo vanagloriarme de haber sido pionero en su evolución cultural y turística hasta convertir un pueblo sin futuro y de hombres explotados en una zona turística de primera categoría, cuando nadie creía en sus espléndidas cualidades para alcanzar esta fama internacional.
Sólo dos personas importantes de la localidad me apoyaron en el empeño: don José Marín Verdugo, artesano y propietario de la fábrica de muñecas que lleva su nombre, hoy mundialmente conocida, y Pepe Vázquez, un amigo y visionario como yo, en el despertar turístico chiclanero. Pero la gota que colmó el vaso de la incomprensible ingratitud de mis paisanos, fue el asunto de Antonio García Gutiérrez, hasta entonces no muy reconocido autor teatral.
ANTONIO GARCÍA GUTIÉRREZ, EL GRAN DESCONOCIDO
Con ocasión de uno de mis veraneos en La Barrosa, la Asociación Cultural Chiclanera, me invitó a cerrar un ciclo de conferencias, a lo que accedí gustoso. Hablé sobre la “Proyección de Chiclana en la Historia de España” y fui relatando vicisitudes, circunstancias y hechos que la ciudad había protagonizado durante nuestra Historia y Prehistoria. Cité a su hijo más ilustre y olvidado, Antonio García Gutiérrez, y prometí que a mi regreso a Madrid, dedicaría el tiempo que fuera necesario para encontrar su tumba en la Villa y Corte.
Temía que dado el tiempo transcurrido desde su fallecimiento en 1884, hacía más de noventa años, hubiera ido a parar a la fosa común por negligencia y desidia de autoridades y paisanos. Todos creyeron que era una de tantas promesas que se hacen, sin pretensiones de cumplirlas.
Este dramaturgo y poeta, autor de “El Trovador”, la obra en verso que inspiró a Verdi su célebre y homónima opera, fue el primero en la historia de nuestro teatro que tuvo que salir a escena para recibir las ovaciones del público. Costumbre hasta entonces insólita.
En su segunda obra “Simón Bocanegra”, llevada también a la ópera por Verdi, se repitió nuevamente el éxito, pero esta vez el público exigió no sólo la presencia del autor, sino que lo coronaran en escena. Ante sus exigencias, fueron a un teatro cercano donde se representaba “Aida” y con una que le prestaron, coronaron al autor. Sus éxitos no cesaron y se convirtió en el autor de moda preferido de los madrileños que lo adoptaron como suyo y dieron su nombre a una calle.
Nunca olvidó a su tierra, ni ocultó sus orígenes humildes, -era hijo de un panadero-, ni se recataba en contar que para venir a la capital del Oso y el Madroño había tenido que recorrerse andando más de setecientos kilómetros por carreteras y caminos muy distintos a los actuales al no tener medios para hacerlo de otra manera.
TRASLASLADO DE SUS RESTOS
A través de intensas gestiones en sacramentales y cementerios madrileños ya en desuso, pude localizar su tumba, muy deteriorada y de incierto futuro, y gracias a Alfredo Marquerie, mi profesor y amigo, que era directivo de la Asociación de Escritores y Artistas, propietaria y conservadora del Panteón de Escritores Ilustres, conseguí que aceptaran su nuevo enterramiento en dicho lugar. Posteriormente, localicé a sus familiares en Zaragoza para solicitar el preceptivo permiso para su exhumación y traslado. No hubo pegas.
Resueltas todas las pegas, me puse en contacto con el alcalde de Chiclana, que aceptó financiar los gastos. Una mañana de septiembre con asistencia de autoridades chiclaneras (Carlos Bertón, alcalde, y José Ruiz, “Trócola”, concejal), el marqués de Lozoya, Joaquín de Entrambasaguas y otras personalidades, se hizo el traslado al panteón y fue inhumado junto a Ventura de la Vega y Espronceda. Ya habían esculpido su nombre y fechas en la lapida. Luego hubo un acto literario en su honor en la Asociación, en el que intervine y a continuación un cóctel en el Hotel Plaza.
De este complicado y difícil proyecto fui único artífice y organizador. El ayuntamiento sólo corrió con los gastos más gordos. Uno de los concejales, José Ruiz, antiguo amigo, me dijo que se había aprobado una moción en la alcaldía para reconocer mi labor y agradecer mis gestiones y el éxito de las mismas.
Me la enviarían a casa. Aún sigo esperándola. Ni tampoco el acuse de recibo de las cuatro cajas de libros nuevos que regalé a la biblioteca pública de Chiclana, que se iba a inaugurar con el nombre de este autor.
REGALO DE UNA BOTELLA CON HISTORIA
Hasta su estatua, que se hallaba cubierta de excrementos de palomas y a falta de algunas letras, fue reparada y cambiada a un mejor emplazamiento, gracias a otras de mis peticiones al municipio. Aún espero que desde el Ayuntamiento de esa ciudad que me vio nacer y en la que mi padre ejerció de secretario hasta su muerte, me lo agradezcan o al menos reconozcan mi labor. No quisiera finalizar mis días sin experimentar ese justo reconocimiento.
Otro detalle. Conservaba con enorme cariño y gran valor sentimental la única botella de vino existente, de un total de doce, que se embotellaron en las bodegas de don José Marín, como homenaje al magnífico pintor don Agustín Segura, chiclanero de adopción. Fue un obsequio del artista durante una entrevista que le hice y tuvo el detalle de dedicármela y hacer unos dibujos en su etiqueta, al igual que don José Marín, asistente a esta reunión.
Era y es una pieza excepcional que yo cedí (se la entregó a José María Román, alcalde entonces, el 9 de marzo de 2006) para que figurara en el museo que sobre tan ilustre artista se iba a inaugurar en la ciudad. No he vuelto a tener noticia alguna de ella, ni siquiera si se ha inaugurado ese museo y figura en él dicha botella. Es lo mínimo que podía esperar, pero como es habitual, sólo he obtenido la callada por respuesta. ¿Tengo motivos para indignarme?
La botella ya se la habrá bebido alguno que pasaba por allí y no tenía ni idea.
ResponderEliminarSi busca reconocimiento por parte de los políticos, déjese de cultura y lléveles votos.. ya verá como le hacen caso. Otra cosa es que se lo paguen (buenos son -todos-).
Penoso
ResponderEliminarEspero que el nuevo alcalde se encargue de arreglar este desaguisado.Que ya es hora.
ResponderEliminarEstimado amigo Felix, te tenía en gran estima pero al publicar tu denuncia en éste medio, haz perdido el valor que tu tenía y tu trabajo. Hay otros foros más honestos que éste. Saludos
ResponderEliminarSí, en el diario de Cádiz, para que no se lo publiquen o pongan lo que les de la gana. Por cierto que haces tú nº4 en este medio tan deshonesto para tí. Cuando una cosa no es buena no se debe de leer. Venga hombre con el rollo a otro lado.
ResponderEliminar¡Viva la Libertad de Expresión y de Opinión, y que cada cual la exponga en el medio de difusión que desee, en cuantos mas mejor para que llegue a todos. Debe, en mi opinión, Sebastian Saucedo, exalcalde, exdelegado del Gobierno, ex delegado de Cultura, exdelegado de Medio ambiente, y no se de cuantos ex más me he dejado atrás, el que contacte con esta persona, y la palabra dada en su día se cumpla, ya que al parecer este hombre ha cumplido la suya tras el encargo que se le hizo en su día segun manifiesta en su artículo.
ResponderEliminarPero me dice, que ahora el tantast veces ex, se ha jubilado. Mejor aún dispondrá de más tiempo y podrá atender a este hombre para reconocerle lo que ha hecho por Chiclana. Se pueden hacer muchas distinciones, desde poner su nombre a alguna calle o plaza (hay muchas sin nombre), hasta darle una medalla de la ciudad bien el día de la Constitución o en el día de Andalucía.
Estoy seguro que Sebastián Saucedo, sabrá actuar y no dejar este asunto en el olvido.
Yo como chiclanero, desde aquí le quiero dar las gracias a Felix por su dedicación y trabajo, sé que tambien hay otros que se merecen un reconocimiento, pero no por ello debemos olvidarnos de los hechos que se relatan en el artículo de Félix.
Estimado Señor Arbolí, cuando contaba con 8 años, en 1970, llegó a mis manos por mediación de mi padre, un libro llamado "Chiclana, entre el mito y la verdad" (edición que aún conservo algo amarillenta). Desde entonces, he tenido muy presente el nombre de su autor y ahora, desde este medio, me gustaría mostrarle mi agradecimiento por todo lo que fuí descubriendo gracias a usted sobre mi tierra. En aquellos inicios de la década de los 70, mi curiosidad se encaminaba hacia temas como "La Batalla de CHiclana", Hércules y sobre los orígenes de la ciudad. Luego ésta fué ampliándose a todo el contenido de la obra. Hoy en día me gusta repasarlo de vez en cuando y encontrar matices curiosos como los anunciantes de la época.
ResponderEliminarEn cuanto a toda su labor relacionada con nuestro insigne dramaturgo, tengo que confesarle que desconocía por completo su importantísima aportación personal.
Por todo esto, y aunque a nivel institucional no se le hayan reconocido sus méritos; sepa que para muchos chiclaneros de a pié, usted es y será siempre un "Ilustre" de nuestra tierra.
Muchas Gracias.
Puede que la palabra "indignado" esté últimamente de moda, pero en este caso, Félix, tiene derecho a usarla con caracter retroactivo porque lo que se le debe en este pueblo es digno de desagravio público. Pero Felix es un alma grande y le basta con que su nombre quede por siempre unido al de García Gutiérrez, con todo el derecho, y la ocasión está puesta en bandeja: el bicentenario del nacimiento del autor de "El Trovador". Nadie como él merece presidir tal evento.
ResponderEliminarGracias a la dirección y redacción de esta magnífica revista, que me tiene informado puntualmente sobre mi querida y nunca olvidada tierra natal, Chiclana. Es una de mis lecturas favoritas al iniciar el día y encontrarme con nombres y asuntos que tentos r4ecuerdos y agrados me proporcionan. Siento que el amigo, cuya identidad me figuro, piense que por publicarlo mi gestión no vale nada, ni tiene interés. No lo tendrá para él, por pertenecer a un ayuntamiento que no se ha comportado correctamente en etapas anteriores. En esta nueva no sé como obrarán, aunque espero no sean iguales en estas cosas y actitudes. Tampoco lo he hyecho buscando la lisonja y gratitud, sino como chiclanero enamorado hasta la médiula de mi tierra, ese maravilloso rinción gaditano de mis mejores y también más tristes recuerdos. No hay que ser partidista y empecinado en politica hasta el el extremo de no reconocer lo que se hace por se pueblo al que dicen servir y amar en sus mitinmes y propagandas. Solo ser consecuentes y honestos en su postura. A todos los demás gracias y mi emocionado recuerdo y un fuerte abrazo Félix Arboli
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