Estar o no estar
José Antonio Sanduvete [colaborador]
Nadie sabe muy bien quiĂ©nes son, ni por dĂłnde se mueven, ni quĂ© pretenden. A veces se les refiere en tono Ă©pico, más prĂłximo a la leyenda que a la realidad. Se cuenta que un dĂa cualquiera decidieron reunirse y hablar sobre cualquier cosa. Y sobre otras cualesquiera. Y otro buen dĂa volvieron a coincidir, y volvieron a hablar, y comenzaron a actuar, porque sĂ, porque les apetecĂa.
Nadie sabe quiénes son porque no son un movimiento, ni un grupo, ni una asociación, ni un partido, ni una panda. No tienen estatutos, no tienen objetivos, ni programa, ni principios. No pretenden ser nada, solo estar. Estar por estar, porque no hay más remedio.
Dicen que contemplan el mundo y actĂşan en consecuencia, sin la carga de los actos pasados, sin un edificio ideolĂłgico en el que integrar, como en un puzzle mal avenido, las piezas de sus pensamientos. Dicen que no son nadie, que no son nada, que no son un modelo a imitar, pero tampoco dignos de imitar a nadie.
Hay quien se pone nervioso solo con mencionarlos. Un peligro latente, sin duda. Actuar sin un fin determinado, ¿a quiĂ©n se le ocurre? ¿QuĂ© supone eso? ¿Vivir al dĂa, al momento, no vivir en absoluto? Les nombran y les temen, a ellos que ni siquiera aparecen, que jamás tratarĂan de influir en otros. ¿A quĂ© se debe, pues, semejante aprensiĂłn?
Tal vez los objetivos, los programas y las ideas estén hechas para combatir y erguirse frente a sus semejantes. Tal vez el mayor temor de alguien que sostiene una idea contra viento y marea es, precisamente, hallarse en soledad en un mar en calma chicha, del mismo modo que un ejército se encuentra condenado a la extinción si ante él se extiende un campo de batalla desierto, sin enemigo alguno.
AsĂ que, entre el mito y la leyenda, de tanto en tanto hay quien casualmente se reĂşne sin objetivo ni fundamento para contemplar el mundo y reĂrse un buen rato. No pretenden burlarse, desde luego, ni destruirlo, ni nada en absoluto. Si pretendieran algo habrĂan caĂdo vĂctimas de su propia contradicciĂłn. Solo estar, estar por estar. Porque quien se sabe nadie se condena a sĂ mismo si pretende ser alguien.
Nadie sabe muy bien quiĂ©nes son, ni por dĂłnde se mueven, ni quĂ© pretenden. A veces se les refiere en tono Ă©pico, más prĂłximo a la leyenda que a la realidad. Se cuenta que un dĂa cualquiera decidieron reunirse y hablar sobre cualquier cosa. Y sobre otras cualesquiera. Y otro buen dĂa volvieron a coincidir, y volvieron a hablar, y comenzaron a actuar, porque sĂ, porque les apetecĂa.
Nadie sabe quiénes son porque no son un movimiento, ni un grupo, ni una asociación, ni un partido, ni una panda. No tienen estatutos, no tienen objetivos, ni programa, ni principios. No pretenden ser nada, solo estar. Estar por estar, porque no hay más remedio.
Dicen que contemplan el mundo y actĂşan en consecuencia, sin la carga de los actos pasados, sin un edificio ideolĂłgico en el que integrar, como en un puzzle mal avenido, las piezas de sus pensamientos. Dicen que no son nadie, que no son nada, que no son un modelo a imitar, pero tampoco dignos de imitar a nadie.
Hay quien se pone nervioso solo con mencionarlos. Un peligro latente, sin duda. Actuar sin un fin determinado, ¿a quiĂ©n se le ocurre? ¿QuĂ© supone eso? ¿Vivir al dĂa, al momento, no vivir en absoluto? Les nombran y les temen, a ellos que ni siquiera aparecen, que jamás tratarĂan de influir en otros. ¿A quĂ© se debe, pues, semejante aprensiĂłn?
Tal vez los objetivos, los programas y las ideas estén hechas para combatir y erguirse frente a sus semejantes. Tal vez el mayor temor de alguien que sostiene una idea contra viento y marea es, precisamente, hallarse en soledad en un mar en calma chicha, del mismo modo que un ejército se encuentra condenado a la extinción si ante él se extiende un campo de batalla desierto, sin enemigo alguno.
AsĂ que, entre el mito y la leyenda, de tanto en tanto hay quien casualmente se reĂşne sin objetivo ni fundamento para contemplar el mundo y reĂrse un buen rato. No pretenden burlarse, desde luego, ni destruirlo, ni nada en absoluto. Si pretendieran algo habrĂan caĂdo vĂctimas de su propia contradicciĂłn. Solo estar, estar por estar. Porque quien se sabe nadie se condena a sĂ mismo si pretende ser alguien.
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