Al salir del cine: LA ESPALDA RECTA (La dama de hierro)
César Bardés [colaborador].-
Cuenta Felipe González que una de las mejores lecciones de alta polĂtica se la dio Margaret Thatcher en cierta cumbre del Mercado ComĂşn Europeo. AllĂ, España llevĂł una propuesta que debĂa ser votada por los jefes de gobierno de los paĂses integrantes por aquel entonces y González comenzĂł una ronda de consultas con todos ellos para amarrar todos los votos posibles. Cuando le llegĂł el turno a la Primera Ministra británica, González le explicĂł todas las ventajas que iba a tener España si se aprobaba la propuesta, cantando alabanzas varias y beneficios posibles. Margaret Thatcher, con su cortĂ©s sonrisa de ama de casa de clase media le contestĂł: “Todo eso está muy bien, señor González, pero usted aĂşn no me ha dicho ni una sola razĂłn por la cual YO tenga que votar a favor de esa propuesta”.
Y asĂ era Margaret Thatcher, decidida y arrogante tras el parapeto de inofensiva y dĂ©bil señora de bolso y permanente de pelo tieso. Tuvo que luchar, ante todo y sobre todo, ante un mundo de hombres que desconfiaban de su condiciĂłn de mujer, que no apostaban por su carácter femenino, que no querĂan que el mundo diera la vuelta hacia el pañuelo de encaje. ErrĂł en muchas ocasiones, optĂł por decisiones que eran, cuando menos, discutibles, pero rompiĂł moldes con un liderazgo que no se caracterizĂł, ni mucho menos, por la levedad y por la indecisiĂłn. Ella era valiente y era mujer y eso ya es repetir la misma palabra. Son sinĂłnimos.
Cogida en el momento en que las luces de la razĂłn comienzan a apagarse, Margaret Thatcher comienza a tener encorvada la espalda por los años y difusa la mente por las enfermedades. Su marido, ya fallecido, se le aparece para hacerle reĂr una vez más y su memoria desgrana sin mucho orden ni concierto algunos recuerdos que dan una idea de su fortaleza de espĂritu, de su orgullo de hija de tendero, de su afán por irrumpir con determinaciĂłn y entereza en la polĂtica británica con el fin de hacer lo justo aunque eso conlleve decisiones duras y muy difĂciles. Y en el rostro de Meryl Streep cobra vida y pensamiento, profundidad y anchura, con un magistral repertorio de expresiones y engarces que hacen que en ningĂşn momento se note que ahĂ hay una actriz de extraordinario temple y seguridad increĂble.
Brillante en la senilidad. Implacable en el auge polĂtico. Enorme en su decisiĂłn de atacar en las Malvinas. La pelĂcula no toma partido y eso es un tanto a su favor. SĂłlo intenta retratar a la primera mujer que fue jefe de gobierno en Occidente. Con su reconversiĂłn industrial, con sus recortes sociales, con su bonanza econĂłmica, con su oratoria de colegio de señoritas, con su tesĂłn admirable, con su euroescepticismo crĂłnico. Ella era Thatcher. Streep ha sido Thatcher. Streep es todo.
Al lado de esta actriz tan impresionante, se halla otro actor que serĂa injusto olvidar como Jim Broadbent, demostraciĂłn de que detrás de cada gran mujer siempre hay un gran hombre. Él es quien comprende, quien anima, quien ofrece y quien da el lado humano a una mujer que tuvo que aceptar que para ganar habĂa que sufrir y que nada se conseguĂa sin esfuerzo. Si Streep es el alma de la pelĂcula, Broadbent es el corazĂłn.
Por lo demás, estamos ante uno de esos casos en los que la interpretaciĂłn es tan fascinante que poco importa lo que se ha hecho detrás de las cámaras. El mimo está por delante, intentando trasladar realidades que hasta no hace mucho eran noticias en nuestros telediarios. Y la noticia era una mujer de pañuelos anudados al cuello, vestidos de tonos discretos, collar de perlas de doble vuelta, mirada huidiza y gesto temible que no hacĂa más que romper fronteras, reinstaurar imperialismos y pasear su espalda recta, sĂmbolo de su paciente determinaciĂłn y de su voluntad de mujer. No hubo quien pudiera con ella. Salvo Meryl Streep.
Cuenta Felipe González que una de las mejores lecciones de alta polĂtica se la dio Margaret Thatcher en cierta cumbre del Mercado ComĂşn Europeo. AllĂ, España llevĂł una propuesta que debĂa ser votada por los jefes de gobierno de los paĂses integrantes por aquel entonces y González comenzĂł una ronda de consultas con todos ellos para amarrar todos los votos posibles. Cuando le llegĂł el turno a la Primera Ministra británica, González le explicĂł todas las ventajas que iba a tener España si se aprobaba la propuesta, cantando alabanzas varias y beneficios posibles. Margaret Thatcher, con su cortĂ©s sonrisa de ama de casa de clase media le contestĂł: “Todo eso está muy bien, señor González, pero usted aĂşn no me ha dicho ni una sola razĂłn por la cual YO tenga que votar a favor de esa propuesta”.
Y asĂ era Margaret Thatcher, decidida y arrogante tras el parapeto de inofensiva y dĂ©bil señora de bolso y permanente de pelo tieso. Tuvo que luchar, ante todo y sobre todo, ante un mundo de hombres que desconfiaban de su condiciĂłn de mujer, que no apostaban por su carácter femenino, que no querĂan que el mundo diera la vuelta hacia el pañuelo de encaje. ErrĂł en muchas ocasiones, optĂł por decisiones que eran, cuando menos, discutibles, pero rompiĂł moldes con un liderazgo que no se caracterizĂł, ni mucho menos, por la levedad y por la indecisiĂłn. Ella era valiente y era mujer y eso ya es repetir la misma palabra. Son sinĂłnimos.
Cogida en el momento en que las luces de la razĂłn comienzan a apagarse, Margaret Thatcher comienza a tener encorvada la espalda por los años y difusa la mente por las enfermedades. Su marido, ya fallecido, se le aparece para hacerle reĂr una vez más y su memoria desgrana sin mucho orden ni concierto algunos recuerdos que dan una idea de su fortaleza de espĂritu, de su orgullo de hija de tendero, de su afán por irrumpir con determinaciĂłn y entereza en la polĂtica británica con el fin de hacer lo justo aunque eso conlleve decisiones duras y muy difĂciles. Y en el rostro de Meryl Streep cobra vida y pensamiento, profundidad y anchura, con un magistral repertorio de expresiones y engarces que hacen que en ningĂşn momento se note que ahĂ hay una actriz de extraordinario temple y seguridad increĂble.
Meryl Streep es la pelĂcula. Sin ella, no hay nada.
Brillante en la senilidad. Implacable en el auge polĂtico. Enorme en su decisiĂłn de atacar en las Malvinas. La pelĂcula no toma partido y eso es un tanto a su favor. SĂłlo intenta retratar a la primera mujer que fue jefe de gobierno en Occidente. Con su reconversiĂłn industrial, con sus recortes sociales, con su bonanza econĂłmica, con su oratoria de colegio de señoritas, con su tesĂłn admirable, con su euroescepticismo crĂłnico. Ella era Thatcher. Streep ha sido Thatcher. Streep es todo.
Al lado de esta actriz tan impresionante, se halla otro actor que serĂa injusto olvidar como Jim Broadbent, demostraciĂłn de que detrás de cada gran mujer siempre hay un gran hombre. Él es quien comprende, quien anima, quien ofrece y quien da el lado humano a una mujer que tuvo que aceptar que para ganar habĂa que sufrir y que nada se conseguĂa sin esfuerzo. Si Streep es el alma de la pelĂcula, Broadbent es el corazĂłn.
Por lo demás, estamos ante uno de esos casos en los que la interpretaciĂłn es tan fascinante que poco importa lo que se ha hecho detrás de las cámaras. El mimo está por delante, intentando trasladar realidades que hasta no hace mucho eran noticias en nuestros telediarios. Y la noticia era una mujer de pañuelos anudados al cuello, vestidos de tonos discretos, collar de perlas de doble vuelta, mirada huidiza y gesto temible que no hacĂa más que romper fronteras, reinstaurar imperialismos y pasear su espalda recta, sĂmbolo de su paciente determinaciĂłn y de su voluntad de mujer. No hubo quien pudiera con ella. Salvo Meryl Streep.
En principio la vida de esta mujer no me interesa lo más mĂnimo, la hemos padecido hasta en la sopa. Si tengo oportunidad de verla la verĂ© por la actriz que la interpreta, que con los años me empieza a gustar. La Streep siempre me ha resultado frĂa, ni chicha ni limoná. Con la vejez parece que empieza a transmitir algo.
ResponderEliminarEso es lo malo que tiene este pais que parece que la unica mujer que tiene de hierro e interesante a la vez es la Belen Esteban.
ResponderEliminarA mi personalmete las peliculas de esta clase me gustan todas aunque esta de el discurso del rey la note muy floja.
ResponderEliminarSolo espero que en esta pelicula no aparezca javier barden haciendo de selipe Gonzalez.
Yo tampoco me he vuelto loco de interĂ©s por la vida de Margaret Thatcher, no es un personaje que despierte mi admiraciĂłn, ni mucho menos pero el tratamiento de la pelĂcula es bueno y el trabajo de Meryl Streep es simplemente soberbio. Lo cierto, y eso no creo que haya nadie que pueda negarlo, es que Margaret Thatcher fue la primera jefe de gobierno mujer de un paĂs occidental y eso siempre tiene su mĂ©rito, especialmente en un entorno como el polĂtico que, histĂłricamente, ha sido siempre donimado por los hombres.
ResponderEliminarEn cuanto a tu apreciación de "El discurso del rey", Fu, siento no estar muy de acuerdo. Y tranquilo, aquà no sale ni González, ni Bardem.
Saludos.
A mi me gusto la del rey tarta ,a ver esta.
ResponderEliminarpero CĂ©sar es que la mujer tienen muchĂsimo poder en Gran Bretaña, pero quello es otro mundo, es una sciedad muy matriarcal y los hombres son muy dependientes y obedientes!!! luego está romper con lo que en una sciedad se pueda considerar agresivo o inadecuado porque ellos encima resulta que son muy "sensibles", y la armonĂa y el sentido de la vida son los q son, y ellos no soportyan q la vida sea una selva de animales.Felipe siempre ha estado sobravalorado en nuestra historia reciente.Margaret noes q fuera unprodigio , es q es de sentido comĂşn!!!!! quĂ© tĂo más tonto!y quĂ© presuntuoso ¿cuantos millones de parados dejĂł el lumbreras? pewro su ex esposa sigue colocada q la chavala se aburre en sotogrande
ResponderEliminarQuerida Aelita:
ResponderEliminarNo estoy tan de acuerdo en que la sociedad británica se base en un matriarcado. Sus costumbres son básicamente machistas. No olvides su "cámara de los lores", no de "las ladys", ni mucho menos, como se dirĂa por aquĂ, de "lores y ladys". Es algo que la pelĂcula pone de manifiesto. La mujer, por regla general (y estamos hablando de finales de los setenta y principios de los ochenta), estaba considerada un ser dĂ©bil, incapaz de tomar decisiones que implicaran una responsabilidad, no ya polĂtica, sino tambiĂ©n vital. Precisamente, el sentido de la armonĂa británica pasa por el hombre trabajador y la mujer haciendo pastelitos y esperando en casa (ojo, no ahora que se ha avanzado mucho en ese aspecto, sino en el punto y hora en que Thatcher se hace cargo del gobierno).
El ejemplo que he puesto sobre González y Thatcher no es más que para ilustrar el carácter de ella, no el de Ă©l. Una mujer que era todo decisiĂłn y que no se dejaba arredrar por nadie. Por supuesto, y esto lo dejo bien claro, hay muchas cosas en su polĂtica con las que no estoy en absoluto de acuerdo pero dio un ejemplo de supervivencia polĂtica en una clase predominantemente masculina.
De todas formas, es mejor ver la pelĂcula para ver hasta quĂ© punto habĂa una desconfianza absoluta hacia el hecho de que ella fuera mujer y en eso me baso.
Gracias por tu comentario.
es que lo que manda cojone es er plan de Selipe
ResponderEliminarresulta que el hecho de sorprenderse de una respuesta tan basica no es la respuesta en si sino el haberla hecho una mujer.
Ahora comprendo yo eso de que delante de una gran mujer casi siempre hay un sorprendido.
Eso tiene gracia. Me has arrancado la carcajada con un poco de colmillo fuera. Gracias, Fu.
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