Logo Derecho - Bann

Nuestras hijas ya no sueñan con princesas

  
Félix Arbolí [colaboraciones].-

Soñar con princesas y vivir en un suntuoso palacio junto a un apuesto y joven príncipe, fue el sueño de nuestras madres y abuelas en sus años infantiles. Hoy, hijas y nietas se duermen con historias vampíricas y sueñan con ser seducidas por jóvenes y atractivos “chupadores de sangre”, que nada tienen  que ver con el inmortal “Nosferatus” de nuestras pesadillas infantiles.

Los cuentos de hadas de Perrault, de Andersen o de Grimm, que captaron la ilusión de nuestros mayores en aquellas lejanas noches, en las que antes de acostarse recitaban el  “cuatro esquinitas tiene mi cama y cuatro angelitos que me la guardan” no interesan a nuestras pequeñas.

Hoy las niñas no se duermen pensando en esquinitas y angelitos, sino en historias de vampiros y aventuras de quinceañeras protagonizadas en los espacios infantiles de la tele, que ocupan sus mentes y alientan sus sentimientos aún inéditos.

Han sustituido los clásicos de Disney por los enredos y desventuras en los que una serie de chicas y chicos se mueven entre celos, líos amorosos, estratagemas y trifulcas, nada propicias a la corta edad de sus encandilados espectadores. Lo he podido  comprobar en mi nieta pequeña, que acaba de cumplir los nueve años y no se pierde detalle de estos episodios televisivos, que me veo obligado a presenciar cuando ella nos visita, si quiero estar en el salón. 

PRINCESA DEL PUEBLO

Cosa que acepto con sumo agrado por tal de tenerla cerca. A su edad, nuestras abuelas y madres no conocían este tipo de alicientes y enredos. Pienso, incluso, que las hubiesen aburrido. ¿Eran más felices o fueron más tontas?  Habría que preguntárselo a ellas. Yo, sinceramente, no sé qué opinar en este asunto.   

En España, país donde muchos lanzan a los cuatro vientos su republicanismo en cuantas ocasiones se manifiestan, reúnen o debaten, lo de “Princesa” sigue teniendo su encanto y atractivo. Se lo llamamos a la Virgen, en una de las décimas más bellas de nuestro rezo, el “Bendita sea Tu pureza”.

Lo hace el enamorado a su amada cuando quiere expresarle su máxima admiración; se lo dice el padre a su hija cuando la contempla joven y radiante; la hizo el Príncipe a la periodista televisiva cuando se enamoró de ella y la convirtió en su reina  posteriormente.

Y hasta un irónico y desconocido bromista, en un momento de inadecuada inspiración llamó a la de San Blas, “princesa del pueblo” y los palmeros de turno adoptaron rápidos esa “macanada”, como diría un argentino, aunque nadie pueda descifrar a qué pueblo se refiere y menos aún, el por qué, pues se trata de una persona de buenos sentimientos, no lo pongo en duda, pero de cualidades culturales y verbales nada propicias para ostentar ese título que le sienta igual que a un cura dos pistolas al cinto.

DEVALUACIÓN DEL TÉRMINO

Así como el de copresentadora, del que alardea, aunque no se la haya visto presentar ninguno de los programas en los que colabora, ni siquiera cuando su presentador titular se halla de vacaciones y se hacen cargo de los mismos dos personas que ni siquiera formaban parte de su plantilla fija.    

No es nada extraño pues que lo de “Princesa” se haya devaluado tanto y hoy no ilusione  a nuestras hijas, viendo el panorama de las que pretenden ostentarlo. A este respecto, me  acuerdo de un viejo y famoso peluquero y estilista de la Gran Vía madrileña, que fue amigo en mis años profesionales, al que visitaban con frecuencia en su lujoso local  señoras de  nuestra alta nobleza.

Él, que era francés y algo descarado, me decía tras saludarlas muy ceremonioso y en cuanto se alejaban, “princesas y duquesas, todas ellas de la “caca” tiesa”. Dando a entender que presumían de título, las que menos los merecían.

No hay comentarios

Los Comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.

Por favor al redactar tu comentario sobre EL TEMA, cuida las formas.
No utilices 'copiar y pegar' para grandes textos, ni mayúsculas en exceso. No poner textos en el nombre. No direcciones web externas. Mejor sin abreviaturas SMS. Los comentarios pueden ser borrados (ver Advertencia Legal)
.