La política viaja en metro

  
Félix Arbolí [colaboraciones].-

No me gusta la política, pues si no se ejecuta con honestidad y eficacia es  la causante de  todos los males, guerras y hambrunas que ha sufrido y sufre el hombre. Ni creo que el político se mueva por altruismo. Suprímanle los elevados sueldos y prebendas y verán cómo los hemiciclos quedan más vacíos aún de  lo habitual.

Tampoco me convence el político que “pregona” no quiere cobrar sueldo o que cede parte de éste a la comunidad o su partido. Sólo conozco una excepción, la de Mújica, el presidente del Uruguay, que vive con la máxima austeridad, sin utilizar coche y residencia oficiales y con un sueldo similar al de cualquier ciudadano normal. Una “rara avis” en este jardín de faisanes.

En los  nuestros, renunciar o compartirlo me suena a música celestial y la política no tiene nada de melódica, ni relación con el cielo, como no sea el  paraíso fiscal donde van a parar sus “ahorros” y herencias no declaradas. Nuestros políticos siguen viviendo en la abundancia y viajando en coches oficiales, aunque la política se haya convertido en  tema de debate en el Metro, autobuses y tertulias de cafés, porque la mala gestión de aquéllos ha hecho que el pueblo viva obsesionado con el tema. 

Estuve a punto de formar parte de tan complicado mundo cuando me presentaron, sin yo saberlo, como Senador por la UCD de Guadalajara, Mi hijo era dirigente de esa formación en dicha provincia y me presentó para el Senado. Obtuve 335 votos, a pesar de que no conozco esa capital de la Alcarria, tan maravillosamente descrita por mi admirado y nunca olvidado amigo Camilo José de Cela.

DOCTRINA OFICIAL

No sé qué rumbo hubiese tomado mi vida caso de haber sido elegido. Esto me confirma la extraña fórmula para designar candidatos en nuestras elecciones, donde nos proponen señores desconocidos y ajenos a la vida y problemas de la demarcación por la que se presentan. 

Pertenezco a una generación que se crió y educó al margen de toda ideología que no fuera la del llamado “nacional catolicismo”, aunque oficialmente se la designara como “Movimiento Nacional”, cuyos “Principios” jamás llegué a leer.  Era la doctrina oficial. No tuve reparos en aceptarla. A mis pocos años no podía asimilar la barbarie dominante en los años que antecedieron a nuestra guerra.

Soy un convencido de que ésta  no la ganó Franco, sino que la perdió la República por los desmanes y el caos de su último periodo donde el odio y las luchas entre los partidos que controlaban el poder, eran enconadas y continuas.

No hay que olvidar la  detención y muerte de Andrea Nin y sus compañeros del POUM, por los comunistas españoles cumpliendo órdenes de Stalin, mientras los camaradas de los  ejecutados, ignorantes del suceso, continuaban luchando en el frente  junto a los que les habían traicionado.

Uno de tantos episodios que malograron la convivencia y  continuidad de una república que acabó siendo una dictadura del terror estalinista.

VENCEDORES Y VENCIDOS

Recelábamos que el posible regreso a un pasado reciente, nos traerían recuerdos de checas, ejecuciones y quemas de iglesias y conventos. Escenas que estaban muy fijas en mi retina de niño huérfano y familia de las consideradas acomodadas, aunque de puertas para adentro la muerte de mi padre nos vació la despensa y nos dejó con lo puesto.

El triste y trágico episodio del Frente Popular, fue el repulsivo que más daño pudo hacer a la República, que fue en sus comienzos deseada y respetada por todos, hasta que el rencor y descontrol ocuparon el poder.   

Fui testigo inoportuno en una de mis visitas a la capital gaditana con mis padres de la quema del templo de la Patrona, la Virgen del Rosario. Me causó un auténtico trauma ver  los colchones, muebles, libros  y enseres de los dominicos del convento, junto a imágenes sagradas, ardiendo en plena calle ante una masa vociferante y enloquecida que aplaudía y jaleaba las aberrantes y sacrílegas  escenas.

Algo que para un niño de cuatro años es difícil de olvidar. Claro que no presencié los desmanes que cometieron en el bando de los “buenos”, pues las represalias al adversario  no se hacían en plena calle. Al finalizar toda guerra los vencedores se ensañan con los vencidos y los hacen únicos responsables de todos los crímenes cometidos, como si ellos hubieran ido rociando con agua bendita los campos de batallas. 

CRIMINALES DE GUERRA

Si los Estados Unidos, Inglaterra y Francia hubieran sido vencidos en la Segunda Guerra Mundial, Truman y Stalin  hubieran sido juzgados como criminales de guerra en el mismo Núremberg, posiblemente, y ejecutados.

Porque si Hitler fue el tirano, Truman y sus bombas atómicas sobre dos poblaciones japonesas elegidas por su densidad de población, al no haber sido bombardeadas con anterioridad con ese fin, tampoco puede ser considerado un benefactor de la Humanidad.

Ni Stalin, con sus saqueos y violaciones salvajes y despiadadas sobre la población femenina berlinesa y sus famosas fosas de Katyn y las famosas y temidas purgas de sus camaradas, entre otras monstruosidades. Ambos fueron tan criminales como los que gracias a su victoria juzgaron y condenaron. Es el dulce, yo lo llamaría amargo, placer de la venganza.

Mi generación ha sido la más sobada, controlada, estresada y sacrificada de la España contemporánea. A mis doce años me recuerdo ante un plato de “poleá” (harina solo con agua), pues la leche y el azúcar estaban racionadas, y un boniato cocido. Me sabían a gloria bendita. Hoy los veo con más asco que nostalgia.

AL REFUGIO DE MIRADAS INDISCRETAS

No he sido estudiante modélico, pero aprobaba todas las asignaturas a la primera y hasta  en ocasiones, fui “novillero”, no por cuestiones taurinas, sino por mis escapadas de clases. En tales casos, me refugiaba de miradas indiscretas en el Parque Genovés de Cádiz.

No sé si aún continuarán en plena libertad sus vistosos pavos reales. Era todo un espectáculo contemplar el cortejo amoroso del macho, desplegando el abanico multicolor de su plumaje ante la hembra.

También me gustaba mucho perderme por su cueva y cascada y figurarme aventuras en escenarios imaginarios con doncellas que tenían los rasgos físicos de la chavala que entonces ocupaba mis desvelos.

Eran tiempos muy difíciles, no lo niego, pero viendo el panorama, casi me hacen sentir nostalgia y nada de rencor.