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Una noche deprimente y una mañana brillante


Félix Arbolí [colaboraciones].-

He empezado el año oyendo y viendo en la televisión el Concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena. Lo llevo haciendo quince años, desde enero del 2000. Gracias a él empecé a interesarme y captar la grandeza, majestuosidad y belleza de la buena música y sus impresionantes sensaciones. No me he perdido ninguno.

He desperdiciado mucho tiempo dejando que la vida pasara sin decidirme a aprovecharlo y dejando que la casualidad marcara mi rumbo y eligiera mis preferencias. Ahora los minutos son quilates de oro para mí. Sé de la levedad de la vida y me parece sacrílego no aprovecharla al máximo. Para mí no existe el “mañana será otro día”, pues quiero vivir sacando cada instante el máximo jugo y haciéndolo interesante, pues aunque digan que nos espera un paraíso, prefiero este infierno en que vivimos.

La música se ha convertido en auténtica y fascinante pasión en mi vida. Me refiero a la que nos transmite algo y nos hace soñar en momentos mágicos. Nada que ver con los refritos y el bochornoso espectáculo que nos ofrecieron las cadenas televisivas este fin de año. ¿De dónde sacaron tantos artistas que solo les conocían en su casa cuando iban a cambiarse? 

Me extrañó que  las pocas figuras que tenían caché y méritos suficientes para actuar en un evento que se supone de gran repercusión y calidad, aceptaran trabajar codo a codo junto a los que hacen de todo menos cantar. Fue un penoso espectáculo en general.

PRESENTADORAS

Digno de resaltar que las presentadoras de las campanadas fueran vestidas de manera poco  adecuada a un espectáculo al que deberían ir elegantes. Hubo una que repite año y volvió a insistir en mostrarnos bajo un vestido excesivamente transparente y abierto, sin el menor disimulo, sus prendas más íntimas.

Me recorrí todas las cadenas esperando poder hacer un alto en el camino y creo que me pasé  más tiempo cambiando canales con el mando que viendo un programa determinado. La primera regresó a la prehistoria y nos sacó del baúl de la abuelita a Ramón con su capa española y la estilosa e incombustible Igartiburu, pero no estuvieron mal.
No sé cómo quedarían en las otras, ya que no podía alternarlas en los minutos previos a las doce uvas. Desde luego, tenía muy claro que con “Chicote” no las iba a tomar, pues ya lo veo hasta en la sopa. Por lo visto la cadena donde trabaja ha hecho de él su talismán y símbolo. Sus motivos tendrán.   

Yo pediría a presentadoras y algunas artistas, como las del posterior espectáculo de la noche, que se miraran al espejo antes de salir a actuar, para que no se pongan esos “trajes” que no ocultan nada, más aún, resaltan sus prendas íntimas. Creo que llamarían menos la atención y elevarían “la moral” del espectador, si fueran en bragas y sujetador al aire, ya que hacerlo a través de esas transparencias consigue destacar  más sus “cotos privados”. 

CORTINAS COMO VESTIDOS

A otras, les diría que las cortinas son para adornar ventanas y puertas interiores, pero no para confeccionar vestidos, con esos colores y estilos que parecían repollos y figuras del “Mago de Oz”. Una que ofrecía dinero, como yo doy al “me gusta”, daba la impresión  de que se había envuelto en el mantel de la cena apresuradamente. Causaba pena verla envuelta en esa especie de piel de lagarto.

Terminó por mandarme a la cama la actuación de Quico Rivera, con esa canción que ya hasta los críos se saben de memoria, pues no tiene más repertorio y a una tal Ylenia, procedente del Gran Hermano, que vista su actuación debería haberse quedado allí dentro. Y otros que con un  cajón de percusión haciendo ruido y su compañero recitando una monótona letanía ininteligible, nos dio ya la nota final.

Yo pienso que con los buenos cantantes que se oyen en los concursos de televisión, ¿por qué no les dan esa oportunidad a los que han demostrado ya su valía y aptitudes y dejan en sus casas a los que deben elegir otra manera de buscarse la vida, porque cantar, lo que se dice cantar, no tienen ni idea y terminan haciendo el ridículo ante todos? 

CONCIERTO DE AÑO NUEVO

No quiero ni mencionar a los que salieron a contar sus ocurrencias humorísticas a base de palabras inapropiadas e innecesarias en un escenario cara al público, pues tenemos vocablos menos soeces para decir lo mismo. ¿Quiénes eligen a esos actores del “humor”?               

Menos mal que el Concierto de Año Nuevo, me ha quitado el mal sabor de boca y el resentimiento con la televisión. El año acabó hecho una ruina, como la que hace tiempo padecemos, pero el nuevo año ha iniciado su andadura temporal con un mensaje fascinante, precioso y positivo a cargo de una gran orquesta y un excelente director.

Gracias, porque este caramelo ha eliminado mis malos sabores de tan deplorable actuación nocturna. Terminé la noche ante el ordenador, donde encontré más calidez, sinceridad y entretenimiento.







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