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El triunfo de la ignorancia


Francisco M. Navas [colaboraciones].-

Muchos lo veíamos venir, a pesar de la ingente campaña de los medios de comunicación pagados por los gobiernos de turno durante las últimas semanas, para hacernos creer que esto del referéndum en el Reino Unido se iba a quedar en un susto. Pues hemos pasado de la noche a la mañana del susto a la muerte.

Digo que se veĂ­a venir, porque la polĂ­tica econĂłmica de la UniĂłn Europea durante los Ăşltimos ocho años (recuerden: “Es la economĂ­a, estĂşpido”) se ha desarrollado entre un ir y venir errático, siguiendo al pie de la letra los dictados de la todopoderosa Alemania, más preocupada por salvaguardar los prĂ©stamos usureros concedidos por sus bancos a paĂ­ses como Grecia, Portugal o España, que por procurar realmente el bienestar econĂłmico del conjunto de los ciudadanos europeos.
Ya en su día los ingleses no quisieron entrar en la moneda única porque perdían la capacidad de devaluar su moneda en tiempos de crisis, como nos ha pasado a todos los países del sur de Europa de la eurozona, y a algunos de los del norte. Han sabido aprovechar al máximo su independencia económica, eso sí, alimentada abundantemente en su tejido industrial por la misma Unión Europea a la que ahora dan la espalda.

Con un Banco Central Europeo multimillonario, aunque bloqueado en sus actuaciones permanentemente por Alemania, los bancos alemanes, esos mismos que vendieron a los nuestros las hipotecas sub-prime, so pretexto de ganar dinero a mansalva, han hecho su agosto a costa de las crisis de Grecia, de Portugal y de España, por nombrar a algunos países de nuestro entorno.

LA BANCA GANA

Ahora, cuando las deudas de estos paĂ­ses están fijadas por dĂ©cadas con los bancos alemanes a intereses realmente abusivos, para que se enriquezcan a manos llenas, (para Grecia, a más de un siete por ciento) el Banco Central Europeo presta dinero al cero por ciento…a los bancos. AsĂ­ se cierra el cĂ­rculo vicioso, nunca mejor dicho. La banca gana. La gente no importa. Si España se hubiese podido financiar al cero por ciento, tendrĂ­amos sesenta mil millones de euros menos que pagar al año en intereses.  

En Gran Bretaña no han tenido ese problema durante los años más duros de la crisis, porque ellos podían jugar libremente con su moneda, revalorizándola o devaluándola a su antojo, porque el Banco de Inglaterra había conservado la potestad de inyectar libras esterlinas cuando hiciese falta en su sistema económico, facultad que nosotros delegamos en su día en el Banco Central Europeo desde el mismo momento en que entramos en el euro.

Los ingleses siempre han tenido claro que su economĂ­a debĂ­a ser salvaguardada de fluctuaciones externas que la pusiesen en peligro. Siempre han mirado por encima del hombro a quienes delegamos nuestra independencia econĂłmica en Europa, es decir, en Alemania.

Sin embargo, su boyante economĂ­a ha atraĂ­do, como no podĂ­a ser de otra manera, a multitud de personas del entorno comunitario, obligada a abandonar sus paĂ­ses para buscar trabajo y amparadas por la libre circulaciĂłn de ciudadanos en el espacio Schengen.

LAS GRANDES TAJADAS

Personas que en la mayoría de los casos no han hecho sino ocupar los trabajos que ni los mismos británicos quieren. Y de camino la sociedad británica se ha beneficiado, y de qué manera, de la fuga de cerebros que se ha producido desde los países que sufrimos un colapso en el mercado de trabajo por culpa de la crisis.

Europa siempre se ha comportado de una manera desesperantemente lenta a la hora de resolver los problemas de sus socios. Las grandes tajadas de los presupuestos europeos se las han llevado Alemania, como no, Inglaterra y Francia. Sus empresas se han dedicado a levantar la economía de los nuevos países que, desde posiciones económicamente débiles, se han ido sumando a un crecimiento demasiado rápido de la Unión Europea, obteniendo con ello beneficios incalculables.

Pero Europa, al tiempo que nunca ha sabido hacer  pedagogĂ­a de sus logros, ha intentado siempre disimular sus enormes defectos, sus descompensaciones territoriales, la supremacĂ­a aplastante de Alemania y Francia en la zona euro, sus exigencias estrictas con respecto a los dĂ©ficits ajenos, mientras ellos incumplĂ­an en el pasado sistemáticamente los suyos.

Nos asustaban con el desastre que supondría para la economía europea (para los bancos alemanes) la salida de Grecia de la Unión, y ahora se encuentran con la salida de la segunda economía europea. Indiscutiblemente han sabido crucificar y arruinar a Grecia, pero parece evidente que con la Gran Bretaña no han hecho bien los deberes.

LA PUNTA DEL ICEBERG

Estoy seguro de que los ingleses no saben ni siquiera qué han votado. Al pueblo no se le puede preguntar con un sí o un no qué opina sobre la bondad o maldad de la relatividad de Einstein. La mayoría de la ciudadanía no percibe cuáles son las múltiples ventajas de ser europeos.

Pronto vivirán en sus carnes el retorno a sus hospitales de referencia para curarse o trasplantarse, la imposibilidad de comprar alegremente propiedades, la vuelta al pasaporte, la incertidumbre de estar solo ante tus problemas, las desventajas del aislamiento. Aunque estos ejemplos sólo representarán la punta del iceberg de sus futuros males.

Y aquĂ­, en España, mientras las bolsas se desploman y nuestros bancos registran pĂ©rdidas millonarias y nuestras empresas hacen nĂşmeros sobre los aranceles que tendrán que pagar para exportar a Gran Bretaña, nuestro presidente en funciones sale en  rueda de prensa ofreciendo a los españoles y españolas un mensaje de serenidad y tranquilidad y se postula Ă©l mismo y a su partido como modelo de confianza y certidumbre. Para echarse a temblar.       
     



1 comentario:

  1. No llamen ignorantes a 17 millones de británicos.

    Hay un refrán de estas tierras que dice "o porra dentro o porra fuera", lo que no se puede permitir es un país dentro de la UE haciéndole la competencia al Euro con la libra. O estas dentro con todas las consecuencias o estas afuera. Y afuera significa afuera. Europa debe de mirar al Este, a Eurasia, y soltar el vagón anglosajón.

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