Logo Derecho - Bann

Los sin techo…y las luces de navidad


Francisco M. Navas [colaboraciones].-

No existen excusas. Seguimos contemplando cómo cientos de personas se ven obligadas a vivir en la calle porque carecen de un techo bajo el que guarecerse. Estas personas representan todo un alegato sobre la indignidad humana. En una sociedad donde el consumo representa el motor de la economía, nadie dedica ni una ínfima parte de la riqueza que se genera a diario para atender a esta lamentable realidad social.

A lo largo de mi vida he conocido a algunas personas para las que la calle era su hogar. Y siempre que, por una u otra razón, he intercambiado algunas palabras con ellas, interesándome por su situación, y por la forma en que han llegado a verse desahuciados de todos y de todo, sus relatos me han dejado perplejo.

Al contrario de lo que muchos creen, un gran porcentaje de estas personas son antiguos ejecutivos venidos a menos, obreros despedidos de sus trabajos que ni siquiera poseían una vivienda propia en la que refugiarse, ni parientes o amigos que pudiesen auxiliarles, mujeres que han preferido la calle a un maltrato sistemático por parte de sus parejas.

Y se me ha encogido el alma cuando los he visto, a ellos y a ellas, refugiados en el zaguán de un banco, o bajo la marquesina de un portal, envueltos en cuatro trapajos y abrigados por cartones. Porque para sufrir con la situación de esas personas sólo hace falta, aunque sea por un instante, ponerse en su lugar.


INVITACIÓN AL CONSUMO DESMEDIDO

Las fiestas navideñas, que por cierto cada año se adelantan más, invitándonos al consumo de artículos antes reservados a días específicos, parecen traer consigo un ambiente de bonhomía que, se supone, debería impregnarnos a todos. Los anuncios lacrimógenos de la lotería de Navidad, los anuncios algo más chabacanos de la O.N.C.E., pretenden sumirnos en un éxtasis de bondad colectiva a la que, sin embargo, le siguen chirriando esas personas indigentes aparcadas en portales.

En realidad, cualquiera que señale en el calendario los grandes eventos anuales, a poco que use más la cabeza para pensar que para peinarse, comprobará que detrás de todos ellos sólo se esconde una realidad incuestionable: el consumo. Consumir a toda costa, consumir aunque no tengamos ni trabajo fijo, ni esperanza de tenerlo, ni siquiera un euro en la cuenta corriente.

De manera que nos hacen pasar de Papá Nöel a Reyes, después a las rebajas de enero, que son en realidad de enero y febrero, más tarde al Día de los Enamorados, a continuación a carnavales y Semana Santa, Feria de Abril o feria de turno en tu pueblo o ciudad, el Rocío para los “muy creyentes”, las rebajas de verano, las vacaciones de verano, cómo no, las precompras para preparar el curso escolar, la escapadita del puente de octubre, y vuelta a empezar. Todo ello salpicado con alguna que otra semana fantástica de por medio, rellenando huecos a fin de vaciar nuestras carteras.

Si fuéramos conscientes de manera colectiva de todo este tinglado, les aseguro que llegaríamos a ahorrar algún euro al año y que, ahora que se ha puesto de moda, el planeta respiraría algo mejor y más tranquilo. Pero, ¿cómo no vamos a gastar, como en Vigo, novecientos mil euros en iluminación navideña, cómo no va a tener nuestra ciudad su propia noria, cómo no van a poder patinar nuestros vecinos en pistas de patinaje, aunque sean de plástico?


 
INDIFERENCIA

Y ¿cómo no vamos a machacar a la ciudadanía durante más de un mes con villancicos a todo volumen en nuestras calles, mientras esa misma ciudadanía pasa, indiferente, junto a los mendigos guarecidos de mala manera en cualquier sitio? Para lo que muchos definen como gentuza, para ellos, que poseen la misma dignidad como personas que cualquiera de nosotros, sean cuales sean las circunstancias que los han llevado a esa precariedad vital extrema, para ellos, repito, no existe en ninguna parte la voluntad política de habilitar un techo, una comida caliente, un espacio habitable en el que refugiarse.

Incluso algunos llegan a decir: “A muchos de ellos les ofrecemos un techo, pero se niegan a abandonar a sus animales de compañía”. Pues claro. Y con ese gesto, me merecen aún más respeto si cabe, porque están dispuestos a soportar las inclemencias del tiempo al raso, antes de abandonar a su mascota que, silente y carente de todo como ellos, nunca les va a dejar tirados y, con toda seguridad, les proporciona más momentos de afecto incondicional y compañía que cualquiera de nosotros. ¿Tan difícil resulta habilitar un espacio en el que estas personas puedan refugiarse del frío, de la lluvia y del hambre con sus mascotas?

Comprenderán por qué los adornos navideños no me producen alegría alguna. Antes bien al contrario, provocan en mi estómago una desazón difícil de describir. Ponerse en el lugar de estas personas absolutamente desamparadas supone el primer paso para poder asistirlas. Y creo que la gente de bien preferimos ciudades a oscuras en Navidad, eso sí, con toda su población disfrutando de una cama limpia, de una comida caliente y de un lugar donde poder asearse dignamente. Y, por supuesto, en compañía de sus mascotas.

 

 

 

No hay comentarios

Los Comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.

Por favor al redactar tu comentario sobre EL TEMA, cuida las formas.
No utilices 'copiar y pegar' para grandes textos, ni mayúsculas en exceso. No poner textos en el nombre. No direcciones web externas. Mejor sin abreviaturas SMS. Los comentarios pueden ser borrados (ver Advertencia Legal)
.