Rodeados de tontos

Francisco M. Navas [colaboraciones].-

Con todo lo que está cayendo, todavía vemos a un montón de personas que no se enteran de que hay que usar mascarillas para salir a la calle, al menos hasta que no se levante el estado de alarma. Musculitos, jóvenes descerebrados, machotes de todo tipo salen a la calle sin ningún tipo de protección porque, alabado sea Alá, todavía no se han enterado de que no se trata de que ellos no se contagien, sino de que ellos no contagien al resto de las personas que, mal que nos pese, intentamos cumplir con las indicaciones que nos dan las autoridades sanitarias. (FOTOS. Boris Johnson, Donald Trump y Bolsonaro, presidentes del Reino Unido, Estados Unidos y Brasil).

Hoy me comentaban que en el Ayuntamiento de Chiclana reparten mascarillas gratuitamente. Aun cuando no he podido comprobarlo, sí he podido certificar el paseo insolente de algunos descerebrados que se pavoneaban por el mercado de abastos sin mascarilla y sin guantes.

Para colmo de los colmos, hace varios días pregunté a un empleado de una superficie comercial de tamaño medio, por qué no obligaban a los clientes a entrar con mascarilla. La respuesta me dejó helado: porque la empresa no lo considera necesario. Magnífico. De manera que yo tengo más riesgo de contagiar a alguien tocando algún producto o dándole tortitas en la cara, (no se me ocurre otra manera), que estornudándole en plenos morros y lanzándole a la cara un chorro de virus. No entiendo nada.

Definitivamente, estamos rodeados de tontos. Desde esa fuente de sabiduría que representa FAES, con José María Aznar al frente, se nos alerta del peligro de caer en una dictadura bolivariana y un control absoluto del Estado sobre la ciudadanía cuando todo esto pase. Desde los empresarios agrícolas, nos alertan del peligro de no contar con temporeros para recoger tomates, pimientos o lo que sea menester.

 

POLÍTICOS TONTOS

A Aznar, con toda humildad, le diría sólo esto: que se calle la boca, que es demasiado viejo, a pesar de los abdominales que hace a diario, para decir tantas idioteces, o lo que es lo mismo, para estar continuamente invocando eso de Que viene el Coco. Y a los empresarios que ahora se quejan de no tener mano de obra semiesclavizada para enriquecerse a manos llenas, les daría otro consejo que todo el mundo entenderá: que paguen 1000 o 1200 euros a las personas que necesiten contratar, y ya verán cómo la gente se pega tortas por recoger tomates o pimientos, o fresas, o nabos.

Aunque los imbéciles con poder, por desgracia, no son patrimonio exclusivo de nuestro país. Ahí tenemos de nuevo al incomparable Donald Trump, sacando pecho primero y reculando públicamente después cuando sus conciudadanos empiezan a caer como moscas.

O al no menos impresentable Boris Johnson, que hace una semana se jactaba de no dejar de estrechar manos, y hoy se encuentra en la UCI, y ayer le tuvieron que suministrar dos litros de oxígeno líquido, que no es precisamente moco de pavo. Claro que a él ni a su familia, seguro que no le faltarán cuidados médicos si fuera preciso, ni respiradores, ni nada de nada. Y para rematar la faena, tenemos al presidente de Brasil, que presumía de saber que esto era una “gripecita”.

A todos estos videntes de un futuro inexistente, a toda esta pandilla de tontos debería aplicárseles un solo remedio: enviarlos como ayudantes sanitarios a cualquier hospital que se halle saturado de infectados por coronavirus, eso sí, sin protección alguna, porque ya nos han demostrado que son más listos y más fuertes que nadie. Y si por mano del diablo se contagiasen, nada de cuidados intensivos, nada de medicación, porque, según ellos, el coronavirus no existe.

LA ESTUPIDEZ NO CONOCE FRONTERAS

La estupidez humana no conoce de fronteras. Hoy veía en una cadena televisiva a un ciudadano que se ha salvado de la infección del virus, y que nos lo han puesto como ejemplo: obeso, aunque ha perdido más de diez kilos en la UCI, y cuyo primer deseo ha consistido en beberse una botella de litro y medio de Coca-Cola y zamparse un cuenco de Doritos.

Si el coronavirus no ha acabado con él, lo mismo se salen con la suya la diabetes o la obesidad. Pero eso sí, cada día me reconforta más comprobar que el 99,9% de la ciudadanía española ha entendido perfectamente el reto vital al que nos enfrentamos.

Yo no sé si saldremos con bien de este atolladero en el que nos encontramos, ni sé por qué EE.UU ofrece ahora ayuda a los ingleses y no a nosotros, que tenemos sus bases militares en nuestro territorio. Aunque, teniendo en cuenta la desastrosa sanidad que tienen, será casi mejor que no nos ayuden y que se ayuden a ellos mismos, que falta les va a hacer.

Y en cuanto a los tontos autóctonos que me he permitido esbozarles, y a otros muchos más que ni siquiera merecen ser citados les pediría, como un acto verdaderamente cívico, que cuando los vean en sus pantallas cambien de canal. No hay mejor antídoto contra la idiotez que no escucharlos siquiera.