Alberto Chaves, tetrapléjico, ejemplo de superación, siendo desahuciado varias veces por los médicos
Su madre, Maripaz, nunca arrojó la toalla a pesar de la gravedad, haciendo lo imposible porque su hijo saliera adelante, consiguiendo que se mueva, hable y coma solo.-
La vida nos depara muchas alegrías, pero también tristezas. Y éstas suelen venir acompañadas de situaciones incomprensibles por la edad de las personas que las sufren. Esto es lo que les ocurrió hace tres años a dos familias chiclaneras el 27 de abril de 2019, donde un accidente de tráfico se llevó la vida de un joven y dejó tetrapléjico a otro, de 22 años.
Este último, de estar desahuciado por los médicos, ha pasado a moverse, hablar y comer solo, eso sí, con sus limitaciones. Un ejemplo de superación el suyo, y de lucha de una madre que nunca arrojó la toalla, por muy mal que estuvieran las cosas.
Juan Alberto Chaves Sánchez tenía 22 años cuando tuvo el accidente. Un amigo aprobó el carnet de conducir y fueron con otros dos, en el coche de uno de ellos, a celebrarlo a Cádiz. Alberto no era de salir, le gustaba hacer deporte, montar en bicicleta, el fútbol, pero decidieron festejar el aprobado de su compañero. Estuvieron bebiendo y para evitar problemas prefirieron quedarse dentro del vehículo por la noche, esperando recuperarse.
A las 8 de la mañana del 27 de abril de 2019, el conductor del vehículo habló con su padre por teléfono y le dijo que en vez de coger el coche, habían preferido descansar dentro de éste en el Paseo Marítimo y que ya se iban para Chiclana. Fue la última vez que hablaron con alguien.
Cuando la madre de Alberto, Maripaz Sánchez, se levantó por la mañana vio que no estaba en su dormitorio, lo que le extrañó, ya que a las 11 de la noche solía estar en casa y le pareció raro que ni siquiera la hubiese llamado o enviado un mensaje. De todas formas se fue a su trabajo en el hotel Vincci Costa Golf, en el Novo. A las 12,00 horas recibió una llamada de una amiga, vecina, que le dijo que su hijo estaba en la UCI del Puerta del Mar, en Cádiz, muy grave.
DESAHUCIADO POR LOS MÉDICOS
El conductor falleció en el acto y los dos amigos restantes no sufrieron daño alguno y salieron del vehículo por su propio pie. Alberto iba detrás del fallecido, siendo los únicos que tuvieron consecuencias. Era alrededor de las 8,20 horas cuando pasada la estación de tren de Bahía Sur, camino de Chiclana, en una pequeña curva que hay antes de llegar a la gasolinera, el conductor se durmió un segundo, lo suficiente para perder el control del coche y empotrarse contra el guardarraíl, que rompió el cristal delantero y provocó el fallecimiento de quien llevaba el volante y le abrió la cabeza a Alberto por la parte izquierda.
Los sanitarios tuvieron que recomponerla antes de llevarlo al hospital. Cuando llegaron la madre y familiares el médico les dijo: “no contéis con él”. Tuvieron que operarle la cabeza, pero para que entrara bien el cerebro era necesario cortarle un trozo de hueso, que le pusieron posteriormente. Dicha operación era a vida o muerte, por lo que la familia la autorizó buscando el milagro.
La cabeza la tenía muy hinchada, pero a los cuatro días comenzó a bajar la hinchazón. Al mes abrió los ojos por primera vez (estaba en coma inducido para que el cerebro trabajara menos) y según cuenta su madre, “sabía que estábamos allí”. Pasó un mes en la UCI gaditana y después lo llevaron a planta, a paliativos. Estuvo allí del 27 de mayo al 17 de septiembre. El primer milagro se había producido.
ENGAÑADOS POR UNA CLÍNICA PRIVADA
Al principio dijeron que su minusvalía era del 75%, aunque recientemente la han subido al 99%. Alberto se quedó tetrapléjico, en estado de mínima conciencia, y solo mueve la mano derecha Tiene 25 años, pero es como si tuviera 8. El abogado que contrataron les aconsejó que lo llevaran a una clínica privada de Madrid, San Vicente, porque era una de las mejores en daño cerebral y podrían ayudarle en su recuperación.
Y allí se fueron a pesar de lo carísima que era, 23.000 euros al mes, que pudieron pagar gracias al dinero que recibieron del seguro. Diez meses estuvo allí y en ese tiempo el trato que le dieron, según cuenta su madre, “no fue nada bueno. No le sirvió de nada, lo tenían como un mueble en la habitación. Le daban nueve pastillas diarias y decían los médicos que no colaboraba. ¿Cómo iba a hacerlo si estaba empastillado?”.
Le hicieron una traqueotomía y comía por una sonda. “A los quince días de llegar me dijeron que no podían hacer nada, que estaba en estado vegetativo, que no se iba a recuperar”, señalando que “estaba desatendido, sucio, con los pelos largos, abandonado…”. Para más inri cogió el Covid en la clínica, con lo que el miedo de Maripaz y su familia aumentó: “No sabíamos nada sobre el virus, en las residencias estaban muriendo muchas personas y nos pusimos en lo peor. A los veinte días dio negativo”.
MILAGRO Y REGRESO A CHICLANA
Además, no pudieron verlo del 15 de marzo al 9 de junio y solo pudieron hacer una videollamada con motivo de su cumpleaños: “Llamaba para saber cómo estaba y no me respondían y cuando lo vi en la situación tan lamentable que dije antes, decidí traerlo para Chiclana”.
Pero antes de eso tuvieron que llevarlo dos veces al hospital La Paz: “Estaba muy grave, tenía septicemia (infección en la sangre). ¿Cómo pudo ponerse malo? Llegó a pesar 47 kilos. Le metían por el estómago un batido cortado, vomitaba por la tráquea y estaba claro que no iban a hacer más por mi hijo, por lo que tenía los ánimos por los suelos”.
En La Paz “me hicieron despedirme de Alberto. Estaba muy mal, sin esperanzas. El médico me dijo que me pusiera en lo peor, que solo un milagro le salvaría. Pero a los tres días todo cambió. El doctor se puso a llorar mientras me decía que había sido un milagro”. El segundo. El 1 de julio de 2020 lo trajeron para casa. Encima tuvieron que pagar la ambulancia, 600 euros más.
Afirma Maripaz que “bendita la hora y el día que me lo traje para Chiclana”. Llevar a Alberto a la clínica madrileña les salió por un ojo de la cara y encima para nada. Casi un año perdido en su tratamiento, con lo importantes que son los primeros meses en casos tan graves.
RECUPERACIÓN SORPRENDENTE
Seis meses más tarde entró en la Asociación de Daño Cerebral Adquirido de Cádiz (ADACCA). Allí lo atienden como se merece, teniendo rehabilitador, neurólogo y logopeda. El cambio ha sido radical. Hace año y medio le quitaron la tráquea y ya come por la boca.
Lo mejor de todo es que lo hace solo y come de todo, según pudimos ver en unos vídeos que nos enseñó su orgullosa madre: “Nos dijeron en San Vicente que nunca podría hacer nada, pero ya habla, entiende todo lo que se le dice, cada vez tiene más movilidad, nos reconoce a todos y estamos muy contentos de cómo ha ido evolucionando en estos dos años que lleva en casa y en ADACCA”.
La Junta de Andalucía le da una pensión y con eso y lo que les dio el seguro han podido ir adaptando la casa a sus necesidades. De lunes a viernes, de 9,00 a 16,00 horas, está en ADACCA, en Los Gallos, donde también come. Su estancia la paga un 25% esta entidad y el resto la Junta.
El día que hicimos la entrevista, Alberto, con el resto de sus compañeros, habían ido a La Barrosa a bañarse en los aparatos que tiene Cruz Roja para personas con distintas discapacidades: “Le encanta ir, aquí también disfruta mucho en la piscina”. En casa tienen dos grúas para poder llevarlo donde haga falta y donde mejor se lo pasa es en la piscina.
DOS AÑOS Y MEDIO ESPERANDO UNA OPERACIÓN
También maneja el mando de la tele y la play. Cada día les sorprende con algo nuevo: “Nos ha cambiado la vida a todos, pero estamos muy contentos de tenerlo con nosotros, de ver su evolución y mejoría. No sabemos dónde está el tope y para eso estamos aquí, para ayudarle en lo que necesite”.
Oyéndola contar todas las peripecias que ha tenido que hacer y los sufrimientos cuando las cosas pintaban muy mal, deja claro que es una madre coraje, que no se arruga ante nada, que ha sido muy valiente: “Hemos estado todos muy volcados con él desde el primer día. Somos valientes, sí, pero con mucho miedo, aunque al final la lucha ha merecido la pena”.
Como es lógico, tienen grandes objetivos a medio plazo, ver cómo cada día habla y se mueve más. Desde que vino de la clínica San Vicente ha recuperado peso, estando en 63 kilos, dieciséis más que en Madrid. De todas formas, no todo es de color de rosas y hace una denuncia: “Le ha salido un bulto encima del ojo hace dos años y medio y el SAS todavía no lo ha llamado para quitárselo, cuando sabe que es importante hacerle la operación. Nos tiene muy preocupados este asunto, porque la situación puede empeorar. Ya no sabemos qué hacer”.
Esperemos que pronto llegue esa respuesta del Servicio Andaluz de Salud y que le puedan quitar el bulto. Mientras tanto, su familia seguirá a su lado ayudándole en lo que necesite, en ese canto a la esperanza de cada día para verlo mejorar.
PACO LÓPEZ
Pon tu comentario