La casita de chocolate

  
Félix Arbolí [colaboraciones].-

El otoño llama a la puerta y continuamos con los mismos calores y sofocos del verano, ya que al parecer el tiempo y los políticos se han puesto de acuerdo para continuar asfixiándonos. Al igual que de los árboles caen sus hojas amarillas y mustias, las que ayer lucían verdes y brillantes, caen asimismo nuestras ilusiones y esperanzas en una política social más justa y necesaria.

Urge una renovación total y contundente entre nuestros dirigentes que propicie la incorporación de nuevas generaciones, dentro de sus propios partidos, para enmendar tantos errores. 

Tenemos que liquidar política y socialmente, sin contemplaciones ni consideraciones, a tantos desalmados y corruptos que hoy nos manejan y esquilman a su antojo, sin que ninguna institución sea capaz de detenerlos y hacerles devolver hasta el último céntimo “choriceado” a costa de nuestra insultante miseria. 

Los que ayer eran considerados muy honorables, excelentísimos, ilustrísimos y dignísimos, hoy son abominables delincuentes, pero siguen siendo  multimillonarios. ¿De qué nos sirve descubrirlos, si siguen conservando y disfrutando las fortunas robadas  y si acaso van a la cárcel, los que la pisan, lo hacen en plan más testimonial que penal y conservando toda su riqueza en esos paraísos “fecales”? 

Hoy sufren cárcel  los que por auténtica necesidad y hambre, cometen hurto o pequeño robo para poder comer o atender las necesidades familiares, pero no los que dilapidan el dinero público en lujos y gastos innecesarios y roban los millones con total descaro y ostentación, abusando de su cargo e influencia, aunque ello suponga dejar en el paro a más de seis millones de ciudadanos y sufriendo calamidades millones de familias.



CANTOS DE SIRENAS

En este país de timoratos y truhanes, para que sigas conservando el “don” y el “din”, debes robar a gran escala y desde un puesto elevado. Un bufete de avispados abogados se hará cargo de tu defensa y hasta te harán creer que esa fortuna acumulada ilícitamente, que a todas luces pertenece al pueblo, es de tu propiedad. 

No hacen falta nuevos partidos políticos que como en la Odisea, lanzan sus cantos de sirenas esperando que esta vez Ulises caiga en su trampa, sino nuevas personas. El éxito de toda gestión no está en las siglas de una determinada formación política, sino en la eficacia, honestidad  y dignidad de las personas que asumen el poder en nombre de la colectividad.

No es cuestión de partidos, aunque muchos lo crean, sino de las personas que con habilidad, astucia u otros procedimientos se han hecho con la dirección del mismo y se rodean de una cohorte de incondicionales en los puestos claves. No son las siglas las que mueven el destino de España, sino las personas que se amparan en ellas para engañar a los incautos.

Y como somos así de “trogloditas”, nos engañaron y volverán a engañar unos y otros con promesas  e ilusiones que nada más ocupar el sillón se esfumarán y al contrario del famoso cuento, el sapo no se convertirá en príncipe, sino que será éste el que se transformará en sapo.

Lo peor del caso es que no han desaparecido del horizonte político los contadores de cuentos prometiéndonos un futuro maravilloso y utópico, donde a pesar de sus esfuerzos por ocultarlas, se les ve las orejas al lobo y nos ofrecen una apetitosa “casita de chocolate” que una vez llegado al poder resultará ser de algarrobas.