Por un año mejor

  

Félix Arbolí [colaboraciones].- 

El año ha iniciado su aventura con mucho frío en el ambiente y tibias esperanzas en que el nuevo calendario sea mejor que el anterior. Peor sería imposible soportarlo. La noche de fin de año he notado menos diversión callejera, no sé si por la gélida temperatura en esas horas nocturnas o por la frialdad anímica que nos produce el miedo a continuar sufriendo una dura etapa con más penas que alegrías como en el  2014, que será recordado con más encono que nostalgia.

Yo he iniciado el nuevo calendario brindando con cava “Freixenet”, para agradecer el gesto de esta empresa de no renunciar a su españolismo sin necesidad de menospreciar sus raíces catalanas. Que no tienen por qué separarse y mucho menos enfrentarse. Me sumo a su saludo publicitario, brindando por otros cien años juntos -Cataluña y España-,  que en los tiempos que corren supone una gran dosis de valentía. Algo que el resto de los españoles debemos reconocer y agradecer. 

Uno de los cambios que me he propuesto es hablar menos de política, aunque ello  no signifique tirar la toalla ante los abusos y corrupciones que desgraciadamente se producirán  y dedicar mi tiempo a intentar recuperar y defender los valores que hacen al hombre diferente a los animales, aunque a veces éstos nos den lecciones de pacífica convivencia y solidaridad a los “racionales”. 

Me he pasado todo un año oyendo, hablando y escribiendo sobre los males que nos afligen  por obra y desgracia de nuestros políticos y al final solo he conseguido estar siempre de mal humor, enrabietado y desesperado ante mi impotencia de poder evitarlo y la desvergüenza de los que han llegado a la política para beneficiarse a costa del sufrimiento de los ciudadanos.

Me he pasado todo el año anterior oyendo críticas y lamentaciones relacionadas con la política corrupta del país y en las primeras jornadas del nuevo veo que seguimos igual.

QUE SALGA DE NUEVO EL SOL

La televisión sigue recordándonos machaconamente y amargándonos el desayuno, la comida, merienda y cena con sus fatídicas predicciones y amargas realidades, empeñada en minimizar las débiles perspectivas de una mejoría en el nuevo año, que aunque no sea para lanzar cohetes de euforia, ni suprimir la píldora que nos ayuda a conciliar el sueño ante tantos males, tampoco debe ser para que sigan metiéndonos  el miedo de que estamos predestinados a sufrir la crisis de por vida.

Hay cadenas y programas que siguen empeñados en que continuemos angustiados y sin esperanzas de alcanzar un resquicio que nos ayude a superar esta difícil, que no imposible mejoría y lenta pero posible recuperación. Les puede más la inquina ideológica que la información imparcial.

Me he propuesto declarar el boicot a todos los que pública o privadamente, intenten hacernos la vida más difícil aún, con sus malos y continuos augurios, haciéndonos creer que estamos condenados irremisiblemente a la miseria y la fatalidad. A los que solo ven la oscuridad, sin dar opción a que pueda salir de nuevo el sol  para aliviar nuestro infortunio, calentando las conciencias insensibles de nuestros políticos o purificando el ambiente de las altas esferas con aires menos contaminados. 

Deseo ardientemente que este 2015, que suma ocho, número que representa el infinito, sea el inicio de nuestra recuperación política y económica y el que, asimismo, sea capaz de barrer la suciedad que se ha acumulado bajo las alfombras de tantos despachos oficiales.

Quiero empezar el año con optimismo y dar un voto de confianza a los nuevos políticos que ocuparán cargos tras las próximas elecciones programadas, sean del partido que sean”.

LO DE “CANAL SUR”

La anécdota de esa noche de jolgorio y animación, tuvo como escenario Andalucía. Mis paisanos se han quedado esperando inútilmente las campanadas mágicas para rito de las doce  uvas, que no pasaron de las cinco. Un despiste en la realización o programación de esa noche, hizo que el anuncio de la Coca Cola, que debía figurar como primero del nuevo año, se adelantara  y “la chispa de la vida”  les chamuscó la esperada ceremonia que esta vez se retransmitía desde Almería. 

Todos quedaron esperando el sonido de las campanadas del reloj, con las uvas en el plato y el champán sin su clásico taponazo. El percance, como es natural en  mi tierra, se tomó a chufla y se aceptó con humor. La filosofía de mis paisanos cambió la rabia por el choteo. Seguro que este suceso será tema destacado en los coros y chirigotas de los próximos carnavales gaditanos.

A ver si esas campanadas que se perdieron allende las ondas, lograron que se fueran también con ellas los agoreros, corruptos, detractores de nuestras tradiciones y creencias y todo ese sucio gallinero en que hemos convertido nuestra convivencia. ¡Paz, amor y mucha fantasía para no dejar de creer en los milagros que nos devuelvan la fe y la sonrisa!     

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