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Paquita Rico y el primer destape femenino que presencié


Félix Arbolí [colaboraciones].-

Fue la primera entrevista periodística que hacía en Madrid para la revista “Radiocinema”, dedicada en exclusiva al séptimo arte. Era el único redactor fijo, los demás eran colaboradores  más o menos frecuentes. Una distinción que me hizo su director, don Joaquín Romero Marchent, prestigioso periodista, escritor y director de cine, al ser el que más reportajes le llevaba y al que podían encargar cualquier misión con la seguridad de que se lo haría.

Conservo con  orgullo su felicitación por mi dedicación y éxitos en la revista. Parquita Rico acababa de estrenar una nueva película, no recuerdo cual, y me encargaron ir a su casa  en  Flor Baja, a espaldas de la Gran Vía, para entrevistarla.

Yo hacía poco que había llegado de Cádiz, donde para darle un beso a la novia había que  hablar antes con su confesor, -lo cuento por experiencia, ya que tuve que hacerlo para despedirme de la que tenía antes de su marcha a Vejer-, y jamás podíamos ir del brazo, ni aún siquiera de la mano, aunque ya entrara en su casa y ambas familias se conocían.

Me vine después de unos años de relaciones formales, sin saber el sabor de sus labios y ver la pasión en sus ojos, aunque pienso que como mujer y no extraterrestre, sintiera lo mismo que yo. El cura era el único que podía dispensar tales “libertinajes” amorosos.

UN BESO EN CUATRO AÑOS A LA NOVIA

Ahora lo pienso y encuentro ridículo que a mis veinte años tuviera que realizar esas “santas” bobadas para poder besar y despedirme de la mujer que más quería. El centinela de Capitanía General que se hallaba en su garita haciendo guardia y vio a una pareja besarse “castamente”, pensaría que luego sería el “arde Troya”.

¡Qué inocencia la del chaval! Fue el único beso que pude darle en los tres o cuatro años de relaciones. No sé si fui un santo o un majadero, aunque viendo cómo acabó, me inclino por lo segundo.
  
Ya había ido a algunos rodajes y ensayos teatrales y había visto algunas desnudeces con el asombro reflejado en mi expresión. En algunas escenas esporádicas de quita y pon en los camerinos entre función y función, mientras la actriz contestaba a mis preguntas. La idea de que podía besar sin tapujos a una actriz que tenía enfrente o me presentaban, no había cuajado aún en mi “sesera” de provinciano de los años cincuenta.

Me acostumbré con gusto, esta es la verdad y desde el primer instante. Lo que  no pude hacer con la novia, que era la mujer que más amaba y deseaba, podía disfrutarlo cuantas veces quisiera con las luminarias y bellezas de ese mundo maravilloso en el que había entrado. ¡Qué sudores en pleno invierno!

PAQUITA RICO

Paquita Rico, Carmen Sevilla y Lola Flores eran el triunvirato de moda. Cuando residía en Cádiz, mi residencia habitual hasta mi venida a Madrid,  desde que abandonamos Chiclana a la muerte de mi padre, las consideraba como si fueran prototipos de gracia y belleza femeninas. Mujeres inaccesibles.

El hecho de ir a entrevistar a Paquita, a la que no conocía aún personalmente, en su propia casa, me parecía algo insólito. Era la propietaria de los ojos y la sonrisa más bonitos que ha tenido el cine español. Yo estaba enloquecido. En ese instante no me hubiese cambiado por nadie del mundo.

Me acompañaba como siempre Wagner, el mejor amigo y más avispado fotógrafo de los muchos que pasaron por mi vida periodística activa. Era muy amigo de todas las actrices, actores, directores y demás personajes relacionados con este apasionante mundo y él, Dios lo tenga en su gloria, pues se lo merece con creces. Fue el mejor introductor que tuve en ese complicado y maravilloso mundo. Estés donde estés, amigo Fernando, siempre te tendré como uno de los más fabulosos recuerdos de mi vida.   

Cuando llegamos a su casa y llamamos eran las cinco de la tarde. No se me olvidará este detalle, un día de intenso calor, pleno verano. Al abrirse la puerta apareció ella con un sencillo vestido, tipo bata, abierto por delante. Expresiones de júbilo, abrazos y  besos entre la actriz y su amigo el fotógrafo y tras ser presentado, me hizo partícipe de su cordialidad.

EL DESTAPE

Yo, en ese instante, creía que había conquistado el Everest. Lo más sorprendente llegó cuando con la mayor naturalidad, como si estuviera ante sus familiares, se desabrochó la delantera del vestido, dejando al aire su sujetador y volviéndose de espaldas nos enseñó un grano que, por exceso del calor probablemente le había salido cerca de la cintura.

Ante ese inesperado destape inocente de mi ídolo, al que ya conocerlo personalmente era un triunfo, mi adrenalina subió a los cielos y bajó a los infiernos, en un regusto incalculable y un  momento prodigioso. Esa fue la versión personal más impactante que tuve con Paquita Rico. . 

Luego tuvimos muchos más encuentros, entrevistas y hasta meriendas en su casa, mientras escribía un amplio reportaje sobre “La historia de su éxito”, que se publicó en la portada y páginas centrales de la revista. Gustó  mucho e iba acompañado por fotos de su infancia y primeros pasos en el cine. Luego se lo hice a Lola Flores, Carmen Sevilla y Marujita Díaz.

Desde  estas líneas quiero rendir homenaje de admiración, cariño, simpatía y buen suerte  a la actriz que protagonizó mi primer, grato y sorprendente impacto en mi vida profesional y un tributo merecido a su belleza y simpatía que cautivaban desde el primer instante.



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