Los escritores “malditos”

Félix Arbolí [colaboraciones].-

España es la patria común de todos los que nacen dentro de sus límites o adoptan esta nacionalidad, previo los trámites legales, y soy un convencido de que nadie debe sufrir penalidades, restricciones y condenas por sus ideas políticas, mientras éstas no den lugar a una posible catástrofe nacional o pongan en peligro la seguridad de los ciudadanos.

Nuestro país, muy a mi pesar, es donde el rencor y la revancha de todos los colores, se produce con más saña y dureza. En cuanto un  régimen o gobierno cae, nos dedicamos a machacarlo sin piedad y hasta borramos su nombre de las calles y sus posibles recuerdos. Como si el hecho de cambiar de nombre una calle suponga eliminar de la memoria histórica la existencia de esa persona o institución.



No pensamos que lo que hoy es azul, mañana puede ser rojo o verde y las víctimas de ayer los verdugos de hoy. Pienso que el mejor sistema para evitar estos ridículos y vergonzosos cambios callejeros, es poner a las calles nombres de flores o conceptos que nada tengan  que ver con la política: la amistad, la solidaridad, el trabajo, la armonía, etc. En los casos que comentamos no hay tendencia o régimen político que se salve. Es una enfermedad nacional. 

La cultura debe ser un bien común y protegida al máximo. Nuestros grandes autores honrados por su obra y obviada su ideología, siempre que sus  obras y escritos no busquen y persigan manipular al ciudadano para que adopte sus ideas. El absurdo proceder de querer silenciar y eliminar a todo autor, poeta o escritor es un proceder absurdo, porque nos privan de mentes privilegiadas, excelentes escritores y poetas y hasta científicos ganadores del Nobel.


LAS DOS ESPAÑAS

Las dos Españas de Antonio Machado, otro mártir de esta intolerable discriminación, siguen vigentes y ya ha llovido desde entonces. Es inadmisible e imperdonable que Machado, García Lorca, Miguel Hernández, Juan Ramón Jimenez, Muñoz Seca, por citar los más relevantes, hayan sufrido por sus ideas, sin percatarse el subnormal del censor de turno que los prohibió, que solo veía latón por su ceguera mental y odio político donde había oro. Que estaba perdiendo unas glorias nacionales que la cultura universal haría inmortales 

Son muchos los casos de escritores que más han querido a España y la han tenido que abandonar y rememorar en sus versos, tan cargados de pena y melancolía por la  patria prohibida. En la obra literaria y poética de Machado se palpa su pena y amargura al tener siempre presente a su querida España y no poder respirar nuevamente el aire de su Castilla y la gracia y galanura de su Andalucía.


Soy un machadista acérrimo y me entristece ver en sus inconfundibles y maravillosos versos, el gran amor y la nostálgica ausencia que le acompañó hasta su muerte. Hasta en los colegios de mi época estaba prohibido leerlo y comentarlo. ¿Cómo se puede castigar a un ser tan excepcional a morir desolado y añorando su patria, porque no fuera adicto a un régimen político?

De García Lorca más vale no hablar. Lo que hicieron con este gran poeta, una gloria universal, no tiene perdón de Dios, ni de la Historia. No sé cómo sus verdugos pudieron vivir tranquilos el resto de sus días. Ni lo de Miguel Hernández y su encarcelamiento, que le costó sufrimientos y acabó enfermando. Tampoco lo de Muñoz Seca, en el otro bando. Seamos justos y cabales.  

BUERO VALLEJO

Compañero de celda de Miguel Hernández, condenado a muerte, de la que se salvó gracias a un indulto, fue mi admirado dramaturgo y amigo Antonio Buero Vallejo. La persona más excepcional, atenta, buena y considerada con la que me relacioné en mis tiempos de periodismo. A pesar de que se hallaba en libertad y sus obras se estrenaban con un éxito que el régimen no podía impedir, en su mirada siempre hallé tristeza, dolor y amargura. 

Fue siempre una persona taciturna y solitaria, aunque nunca me puso mala cara, todo lo contrario, cuando lo veía en su rincón del “Gijón” y me sentaba a charlar con él o hacerle una entrevista para el diario “Pueblo”, que ambos dudábamos que pudiera publicarse.

Doña Censura estaba en todo su apogeo y no podían permitir que un “rojazo” de esa categoría, un hombre pacífico y bondadoso, pudiera expresar  sus opiniones, nada políticas por cierto, en un periódico nacional. He sido  indignado testigo ante este lamentable y vergonzoso hecho.

Y cuando a base de insistir, me publicaban una, me escribía una tarjeta agradeciendo mi empeño y su resultado. Y eso que era Premio Nacional de Teatro, Académico de la Lengua y no sé cuantos títulos y honores más en un gobierno que le era hostil. Odio la política, a los que la ejercen indignamente y a los que privan de sus derechos y libertades a personas que merecían figurar en la lista de ciudadanos de honor.