Gorrillas del litoral chiclanero

Antonio Sánchez [colaboraciones].-

Llega el verano y ya estamos pensando en sol y playa. La playa de La Barrosa es, sin duda, una de las mejores de Europa. Este año se anticipa que alrededor de ochenta mil personas la visiten cada día, lo que supone un total de siete millones de visitas durante los tres meses de verano. Una proporción importante de los visitantes aprovecharan de los numerosos y amplios aparcamientos gratuitos del litoral chiclanero. Cuando lleguen a ellos se encontrarán con las gorrillas de siempre, que intentarán beneficiarse económicamente de los visitantes.

Los gorrillas se presentan delante los conductores en el momento de aparcar para pedir una tal llamada “contribución monitoria voluntaria”, sin aportar ningún servicio a cambio. Tienen aspecto de agente de autoridad con chaleco floreciente, una chapa y sujetando tickets de parking. No llevan encima ningún documento que conste su autoridad. No existe ningún letrero en el aparcamiento que explique la presencia.

Reivindican legitimidad por un presunto convenio entre la Asociación de Desempleados y el Ayuntamiento de Chiclana. En los archivos de puentechico.com, se encuentra una noticia con fecha 16 de junio de 2012, dando constancia a la implicación del Consistorio en el referido asunto. ¿Que se niegue a facilitar una copia de un documento público, constituye un presunto incumplimiento de la ley de transparencia?

Los aparcamientos son propiedad pública para el uso de toda la ciudanía. Es muy cuestionable que el Ayuntamiento tenga competencia de ceder el usufructo a cualquier ente o persona sin oferta pública. Además, la referida explotación de los aparcamientos tampoco supone ningún beneficio para la ciudad sino un ingreso extra para una preferida minoría.

INCIDENTES

Se han producido numerosas incidentes en los aparcamientos controlados por gorrillas. Se ofrece un ticket en el que consta el precio de 1 € con el concepto de control y gestión de aparcamiento. Se supone que una aportación inferior al precio indicado sería inadecuada. Al no mostrar el ticket en el coche sirve para identificar los que no hayan aportado.

Si el conductor ejerce su derecho de no colaborar, se va a playa con el temor de las posibles consecuencias. Una gran proporción de los usuarios prefieren pagar que preocuparse de lo que pueda pasar a su coche mientras que están en la playa. No se suele discutir con las gorrillas por el temor de posibles represalias.

Ante la imposibilidad de identificar el presunto autor, se comprende que denunciar ante la autoridad competente resulta inútil y una pérdida de mucho tiempo en comisaría.

Presión psicológica que se ejerce sobre una persona para obligarla hacer algo contra su voluntad es coacción.

ACOSO

En el momento de aparcar, las gorrillas se acercan al coche y permanecen allí hasta que el conductor y los pasajeros abandonan el lugar. Suelen vigilar mientras que se descarga el coche. No hay forma de dialogar con ellos. Insisten en su derecho de estar en el lugar a pesar de las quejas de los afectados y no se van ni cuando se lo pide. También insisten en su presunto derecho de cobrar.

Aparcar en una parte del aparcamiento donde los gorrillas no estén reunidos, tampoco resulta muy eficaz porque vienen corriendo y llegan antes de poder abandonar el coche. Persiguen a los conductores todos los días del verano y no les dejan en paz. Perseguir una persona sin dale tregua o descanso para obtener, en este caso, dinero es acoso.

EXTORSIÓN

En el verano de 2017 se produjeron daños importantes en coches aparcados en los aparcamientos controlados por gorrillas. Los daños son de varias clases, por ejemplo arañazos. En una ocasión arrancaron la luz de intermitencia de varios coches, ninguno de los cuales mostraba el ticket de parking. Los usuarios se ven obligados a pagar para evitar consecuencias mayores.

Tras intentar denunciar varios incidentes, un agente de la Policía Local se negó a aceptar una denuncia y contestó al denunciante con un “vaya usted al Ayuntamiento”.

La falta de regularizaron adecuada y la pasividad de las autoridades, supone la privación de un derecho tan fundamental como la protección de la ley.

Mientras tanto, los gorrillas actúan con absoluta impunidad ante la indignación e impotencia de sus víctimas. Presionar a una persona mediante el uso de la fuerza física o la intimidación, para conseguir de ella dinero, es extorsión.

MALA IMAGEN

Chiclana es un centro turístico dotado con numerosos hoteles de categoría elevada, que suele atraer un cliente más exigente. La imagen de personas mal arregladas limosneando en los aparcamientos, no es la imagen propia de un centro turístico de categoría. Lo denunciado en este informe perjudica la percepción de la ciudad. A las víctimas, el malestar se convierte en sensaciones de rabia e impotencia.

Corresponde al Consistorio velar por el buen régimen de la ciudad y por los intereses de su población, que depende tanto de su principal industria. No parece que los gorrillas sean las personas más indicadas para dar la bienvenida a los clientes de Chiclana.

En conclusión. Las gorrillas operan en los aparcamientos de la playa de Chiclana de la Frontera, en situación irregular y sin regularización alguna. Todos los intentos de investigar y denunciar la situación detallada, terminan en el Ayuntamiento de Chiclana. Es evidente que la solución también corresponde al Ayuntamiento.