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Tal para cual


Francisco M. Navas [colaboraciones].-

Da un poco de miedo verlos juntos, como tertulianos, como amigos de toda la vida, compartiendo programas de radio, de televisiĂłn y, sobre todo, compartiendo opiniones.

Aun cuando Felipe siempre adopta en sus apariciones ese aire displicente, como si viniese de vuelta de todo y Aznar no pueda desprenderse por mucho que quiera, de ese tufo soberbio que le caracteriza, contemplarlos disertar al alimón sobre lo divino y lo humano y defender posiciones ideológicas idénticas, nos hace pensar que algo ha cambiado en ambos, para que hayan pasado de ser adversarios políticos irreconciliables, enfrentados a muerte desde siempre, a ser colegas que, desde sus privilegiadas posiciones personales, se identifican con un mismo ideario sin que se les caiga la cara de vergüenza.

En su dĂ­a, Felipe se definiĂł al dejar la Presidencia del Gobierno de España como jarrĂłn chino. Que yo sepa, los jarrones chicos no parlotean opinando de todos y de todo, como si acabasen de bajar del Olimpo de los dioses. Y del otro, de Aznar, con su eterno aire de displicencia, con sus eternas simplezas rotundas, ¿quĂ© se puede esperar?

Ambos, desde hace ya mucho tiempo, han perdido el norte. Y parece que no son capaces de asimilar que pertenecen a otra historia de España felizmente superada, a la parte más negra de esa historia de la democracia española de la que ninguno de los dos puede sentirse orgulloso, y que ninguno se atreve a mencionar.

 
CUIDARSE DE LAS MALAS COMPAĂ‘ĂŤAS

Pero olvidan algo esencial: aunque ellos presuman de no haber cambiado, y les aseguro que lo han hecho, todo cuanto hay a su alrededor cambia inexorablemente, les guste o no les guste. Y por suerte cambia en direcciĂłn opuesta a lo ambos opinan.

Parafraseando a algún que otro teólogo trasnochado, o algún político de esas nuevas generaciones que ha accedido a ser diputado, hay que cuidarse mucho de las malas compañías. En el caso que nos ocupa, ambos representan en la actualidad lo que definiríamos sin duda como una mala compañía.

Ellos, que se consideran el maximun de la esencia política, han tenido, durante sus respectivos gobiernos algunas luces y, más que sombras, nubarrones de esos que dan miedo. Por recordar algunas lindezas de ambos, podemos citar por parte de Felipe González una reconversión industrial durísima, la OTAN No, la OTAN SÍ, el GAL, Roldán y la Guardia Civil, Vera, Barrionuevo y los fondos reservados.

O de la otra parte, de JosĂ© MarĂ­a Aznar, las armas de destrucciĂłn masiva en Irak, el descontrol inmobiliario, la ruinosa venta de empresas pĂşblicas, la interminable ristra de ministros y altos cargos corrompidos hasta las cejas y, como guinda, la escandalosa mentira sobre los atentados terroristas del 11M, sobre los que, segĂşn su particular clarividencia, no dudĂł en manifestar que “esos terroristas no se encuentran en montañas ni paĂ­ses lejanos”.

FELIPE Y AZNAR, DOS PAVOS REALES

Más que políticos íntegros que opinan con humildad sobre temas de actualidad, parecen dos pavos reales, ambos forrados de pasta hasta las cejas, mirando por encima del hombro a todos cuantos les rodean y, lo que es más ridículo aún, sentando cátedra. Y lo peor es que siempre han considerado que debían tutelar a cualquiera de sus respectivos sucesores cuando gobernasen después que lo hiciesen ellos. Y si eran manipulables, mejor.

Resulta paradigmático que precisamente a ambos, a los de las predicciones infalibles, todos sus sucesores les hayan salido rana. Rajoy, a la gallega. Y Pedro Sánchez, enfrentándose directamente, nada más y nada menos que en unas primarias, a Felipe y a su pupila, Susana Díaz, y a toda la cohorte de pelotas arribistas que los rodean, barones incluidos, para acabar torciéndoles el brazo a esa pandilla de impresentables.

En definitiva, consejos vendo, que para mí no tengo. En estos momentos de baño de masas mediáticas ante los micrófonos o ante las cámaras, ambos lustrosos y sonrientes, tan sólo se me viene a la cabeza la inevitable imagen de dos espectadoras bien distintas: de una parte, Ana Botella, a la que imagino boquiabierta y embobada viendo como su José María destila sapiencia como un eterno gurú; y de otra, a Carmen Romero, preguntándose dónde ha ido a parar aquel atractivo y joven abogado, de americana de pana, con quien compartió tanto, y al que ahora le cuesta tanto trabajo reconocer.

 

 

 

 

2 comentarios:

  1. Aclaremos que en los verdiales, su estrofa correspondiente es, por descontado, la de un fandango. Generalmente el motivo de las coplas de verdiales es amoroso, alegre y hasta jocoso, pues son estilos propios de momentos de celebraciĂłn.
    Y yo celebro ahora que Aznar y Felipe González, iguales no son.

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  2. Creo entender al colaborador. Según su interpretación, de la que vaya por delante discrepo profundamente; dos ex presidentes del gobierno de la Nación, máximos representantes de PSOE y PP en épocas relativamente recientes no deberían hablar de la actualidad del país. Ni decir "mu" oiga; el uno por "displiciente", el otro por "soberbio", y ahí lo deja. Y santas pascuas.
    Quizá señor mío, la solución sea la opuesta. No solo deben hablar sino además ser escuchados con atención, como debería hacerse también con Rodríguez Zapatero o Rajoy Brey; aunque solo fuere por la dignidad que se merece el cargo que ostentaron, e independientemente de que guste más o menos lo que quieran comentar.
    Hablar no es nunca un problema. No dejar hablar siempre lo es.

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