Presentados tres nuevos vinos de la Unión de Viticultores Chiclaneros
Viña Iro, Fino
Chiclanero en Rama y Moscatel Solera Matías
Serrano, tres excelentes caldos y pilares de esta bodega.-
El pasado
viernes se llevó a cabo en las instalaciones de la Unión de Viticultores
Chiclaneros, la presentación de los nuevos vinos de la citada bodega, acto al
que asistió el alcalde, José María Román,
así como numerosos socios de la citada entidad y representantes de la sociedad
civil local.
El
presidente de la Cooperativo, Manuel Manzano,
fue el maestro de ceremonia, mostrando su orgullo por la salida de estos
caldos, un punto más en la calidad de los que hacen habitualmente.
Víctor Palacios, colaborador de la bodega, fue
el encargado de explicar las características de cada uno, calificándolos como
los tres pilares de esta marca local (mostos, crianza biológica y vino dulce
natural).
Comenzó
con Viña Iro 2018, vino blanco de mesa,
“joven, el más representativo de nuestra
tierra, elaborado con Pedro Ximénez y un pequeño porcentaje de Palomino fino”,
estando en suelo de albariza, “con un grado muy
bueno de maduración, 12º y un carácter singular”. Es un vino “ligero, suave y fácil de beber”, con un
maridaje perfecto con pescado, marisco y guisos marineros (corvina, rape,
etc.).
CHICLANERO EN RAMA Y MATÍAS SERRANO
En cuanto
al Fino Chiclanero en Rama, Palacios
resaltó “su estado más puro, con más grado,
está sacado de una sola bota de crianza biológica, seleccionada de todas las
soleras, de color pajizo, con madurez y olor ligeramente punzante, a frutos
secos, ligero e intenso a la vez en el paladar”.
No está
sometido a ningún tratamiento ni filtración antes de su embotellamiento, “por lo que sigue vivo en la botella y con el tiempo
va a mejorar, su tonalidad e intensidad será mayor con el paso de los meses”.
Marida muy bien con el pescadito frito, en adobo, marisco y embutidos grasos
como los chicharrones y la butifarra.
Finalmente,
Víctor Palacios habló del Moscatel Solera
Matías Serrano, un vino dulce, “de
estilo diferente, maduro, gracias a la crianza oxidativa”. Ha estado
siete años en botas de roble, “es un vino muy
mimado y controlado, ahora alcanzó el máximo de su calidad y madurez y era el
momento de sacarlo”. Solo hay 39 botas de este caldo, una pequeña
producción.
En cata es
“dulce, con una sensación fresca en la boca,
invita a paz, sosiego, para beberlo con tranquilidad, muy apto para postres,
con dulces árabes, pestiños, tortas, etc.”. También combina muy bien con
alimentos grasos como el chicharrón y la butifarra, patés, quesos payoyo y azul
de cabra, “son, en definitiva, tres vinos
singulares”. Posteriormente se degustaron con chicharrones, queso y
butifarra.
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