Tampoco en la UE se puede comprar y vender el voto
FĂ©lix de la Fuente [colaboraciones].-
Supongo que ya os es conocida mi poca simpatĂa, a pesar de mi europeĂsmo, por la instituciĂłn de la UE que se llama Consejo. No se trata de algo visceral. Son mĂşltiples las razones en que se basa mi posiciĂłn. Ya en principio es difĂcil entender de quĂ© estamos hablando y a quiĂ©n nos estamos refiriendo cuando mencionamos a esta instituciĂłn.
Unas veces la llamamos Consejo de ministros, otras Consejo de la UniĂłn Europea, otras Consejo Europeo, y unas veces se trata de los ministros nacionales que al mismo tiempo son ministros de la UniĂłn y otras de los ministros nacionales que son ministros de la presidencia rotatoria de la UniĂłn. Además, tenemos un presidente del Consejo Europeo (Charles Michel) y hay una presidencia rotatoria del Consejo de la UniĂłn, que en este momento corresponde a España. ¡QuĂ© galimatĂas!
Pero no es esto lo más grave. El Consejo de ministros es, lamentablemente, la institución que más peso tiene en la Unión, porque se ha reservado en exclusiva los asuntos más importantes y, al mismo tiempo, tiene semiesclavizado al Parlamento Europeo.
Curiosamente, es una instituciĂłn antieuropea y el principal enemigo de la integraciĂłn, una instituciĂłn que está poniendo freno e incluso bloqueando el proceso de integraciĂłn. Esto nos tiene que resultar fácil de entender a los españoles, porque en España tenemos a un polĂtico fugado, que no se siente español y que, posiblemente, sea el que decida el futuro gobierno de España.
LAS VELEIDADES DE PRESIDENCIAS ROTATORIAS
Queda claro, por tanto, que mi antipatĂa no está relacionada con la actual presidencia del Consejo de la UniĂłn. Hace ya mucho tiempo que vengo diciendo que estas presidencias rotatorias deberĂan desaparecer para dar paso a un presidente permanente de la UniĂłn, libremente elegido por todos los ciudadanos, para que se acaben las veleidades de los presidentes rotatorios.
Una de estas veleidades, que acaba de brindarnos el ministro de Asuntos Exteriores español en funciones, señor Albares, es la siguiente: El pasado 17 de agosto dicho señor enviĂł a la Presidencia del Consejo de la UniĂłn Europea, es decir al gobierno de España (que en este semestre ostenta la presidencia), una carta en la que comunicaba la decisiĂłn del Gobierno de España de solicitar al Consejo la inclusiĂłn del catalán, euskera y gallego en el rĂ©gimen lingĂĽĂstico de la UniĂłn.
Para ello pedĂa el inicio “de los procedimientos de modificaciĂłn previstos en el Consejo” para reformar el Reglamento 1/1958 y su inclusiĂłn en el orden del dĂa “del prĂłximo Consejo de Asuntos Generales de 19 de septiembre”. En opiniĂłn de un foro de eminentes profesores, entre los que se encuentra Teresa Freixes, catedrática de Derecho Constitucional y vicepresidenta de la Real Academia Europea de Doctores, este escrito contiene varias imprecisiones.
En primer lugar, el ministro omite que está en funciones y, en segundo lugar, es muy dudoso que el gobierno, jurĂdicamente hablando, haya tomado una decisiĂłn, cuando las decisiones se toman en el Consejo de ministros y no consta que este gobierno en funciones se haya reunido.
USO Y ABUSO DEL CARGO
Estos dos argumentos son ya en sĂ suficientemente importantes, porque el envĂo de este escrito podrĂa ser inconstitucional y, por tanto, nulo, pues las competencias de un gobierno en funciones son muy limitadas. Pero, en mi opiniĂłn, hay otra cosa tambiĂ©n muy importante: Se ha usado Y ABUSADO del cargo de la presidencia de la UniĂłn para intentar introducir unas modificaciones en el Reglamento nÂş 1 de la UE, que le podrĂan reportar unos beneficios polĂticos importantes al actual presidente rotatorio del Consejo de la UniĂłn.
Es decir, mediante un acto, posiblemente nulo, se pretende implicar a todos s paĂses de la UniĂłn en un asunto puramente nacional y que va en contra del espĂritu de la UniĂłn. Las lenguas en el ámbito europeo son puentes, no fronteras, y los polĂticos españoles están utilizando las lenguas como medio de discriminaciĂłn y de separaciĂłn.
Claro está, paĂses que tienen cuatro y cinco lenguas, como Alemania, con un idioma hablado por unos 15 millones de personas, el bávaro, no creo que vean con buenos ojos esta iniciativa de la actual presidencia del Consejo. ¿Es posible manejarse y entenderse con 100 lenguas dentro de la UniĂłn, si cada paĂs reclamara para sĂ cuatro lenguas? ¿QuiĂ©n se puede permitir el lujo de tal despilfarro?
Antiguamente, el voto de los ciudadanos se compraba. Actualmente, los ciudadanos nos hemos liberado, pero los polĂticos siguen comprando y vendiendo el voto. Además, no se puede ser juez y parte en el mismo asunto.
Pon tu comentario